Las ideas son importantísimas. De hecho, son más poderosas que los ejércitos, como señalaba Victo Hugo. Pero las ideas las aportan personas concretas que las inculcan y que están ligadas históricamente a ellas.
Qué afortunados somos de no tener que seguir a un criminal como Marx ni a un monstruo como Keynes, sino a Ludwig von Mises, un héroe y al mismo tiempo un genio.
Mises no solo era un deslumbrante economista y defensor de la libertad, sino que ningún comunista, ni nazi, ni banquero central pudo presionarle para hacer algo incorrecto.
Nacido en 1871 en la ciudad de Lemberg, entonces parte del Imperio Austro-Húngaro, se mudó con su familia a Viena cuando era joven. El padre de Mises era un alto ejecutivo en los ferrocarriles austrohúngaros.
Las escuelas de gramática y gimnasios a los que acudió (institutos superiores en términos actuales) siguen teniendo sus notas. Fue reconocido como extraordinario desde el principio.
Mises destacó como alumno en la Universidad de Viena, consiguiendo un doctorado en economía y derecho. Escribió un libro sobre política de vivienda antes de descubrir los Principios de Menger y convertirse en economista austriaco.
Mises trabajó para jueces y ejerció la abogacía antes de conseguir un trabajo como economista en la asociación de profesionales de la vivienda. Allí demostró que los altos impuestos inmobiliarios estaban obstaculizando las nuevas construcciones, un problema grave en una Viena escasa en vivienda. Mediante sus escritos y lecciones, es decir, la simple fuerza de su pensamiento, consiguió una rebaja de impuestos, llevando a más inversión en vivienda, exactamente como había predicho.
A Mises sele negó un puesto remunerado en la universidad, a pesar de publicar su asombrosa Teoría del dinero y del crédito. Antes de la fundación de la Fed, demostró que una banco central como ese deñaría a empresas y personas para ayudar al gobierno y sus compinches, además de que producir el ciclo económico de auges artificiales seguidos por declives.
Mises fue oficial del ejército durante la guerra y tenemos el privilegio de tener sus medallas en el Instituto. Al principio, Mises fue asesor económico para el personal general. Luego fue enviado a la tarea más peligrosa en el guerra y estuvo a punto de morir. Guido Hülsmann, el autor de la gran biografía de Mises, descubrió que el poder del análisis del mercado libre de Mises llevó a sus opositores corruptos y estatistas a esperar su muerte. Había mucho dinero en juego. Aun así, el Mises herido fue condecorado por su valentía ante el fuego y como un gran líder de hombres bajo una ataque brutal.
Después de la guerra, Mises consiguió un puesto como asesor económico público en la Cámara de Comercio de Viena. Se le vetó un puesto en la universidad por parte de socialistas poderosos y por el contrario trabajó como privatdozent y luego como prestigioso profesor asociado en la universidad, ambas puestos sin paga. Sin paga o con ella, usó esos puestos para enseñar a estudiantes y albergar su famoso seminario privado, que atraía a grandes intelectuales de toda Europa. Lo recuerdan como la experiencia más intensa, rigurosa y divertida de sus vidas académicas.
Aunque trabajando en la práctica en dos empleos a tiempo completo, Mises se entregó a su trabajo como asesor económico reclamando un patrón oro completamente redimible. El banco central enfureció. Resultaba que el sistema entonces en vigor permitía a los directivos tener un fondo ilegal secreto para ellos y los periodistas económicos amigables. El vicepresidente del banco central incluso sugirió sobornar a Mises si estuviera más dispuesto a transigir. Por supuesto, nunca lo hizo, ni entonces ni en toda su vida.
El poder de influencia de Mises como asesor económico se demostró en dos formas más importantes. Austria amenazaba seguir la hiperinflación de Alemania. Casi con solo su persuasión impidió una repetición en su país, si no de toda la inflación, de la velocidad y profundidad de la catástrofe alemana.
Después de la guerra, una coalición de gobierno, en parte marxista, llegó al poder en Austria. Otto Bauer, un líder del Partido Socialdemócrata Austriaco y primer ministro, pretendía introducir el bolchevismo en Austria, pero escuchaba su viejo camarada escolar Mises, algo que Bauer lamentó amargamente en años posteriores.
Tarde tras tarde, Mises convenció a Bauer y su esposa igualmente marxista de que el bolchevismo significaría hambrunas masivas. Bauer quedó convencido.
Al mismo tiempo, Mises estaba tratando de hacer su trabajo investigador. Y lo hizo, prestando al mismo tiempo plena atención a su trabajo diario. En lo que normalmente hubiera sido su tiempo de ocio, por ejemplo, escribió su primer artículo de historia mundial y luego su libro Socialismo. Inmediatamente después de establecimiento del bolchevismo en Rusia, demostraba que sin propiedad privada en los medios de producción, el socialismo sería un desastre caótico y productor de pobreza. Ningún consejo0 planificador podría sustituir la propiedad y el mercado. Trágicamente para el mundo, llevó décadas antes de que los socialistas admitieran, tras su muerte: “Mises tenía razón”.
Pero el mal del estatismo también crecía en otra dirección y Mises fue el primero en ver lo que se avecinaba en Austria con los nacionalsocialistas. Muchos colegas le atribuyen la salvación de sus vidas, porque huyeron a tiempo. En 1934, Mises consiguió en el primer y único puesto académico pagado de su vida, en la Escuela Internacional de Grado de Ginebra. Fue un tiempo feliz para Mises, que daba clases en un francés sin acento y escribía en alemán. Pero en 1940 las cosas se iban haciendo incómodas en Suiza.
Ya en 1938, los nazis invasores habían saqueado su piso de Viena y robado su biblioteca y papeles. Mises y su esposa Margit (luego primera presidenta del Instituto Mises) decidieron irse a Estados Unidos.
Cruzaron Francia apenas por delante de las tropas alemanas que avanzaban, llegando justo al Portugal neutral y a un barco a Nueva York. Una vez allí, en una comunidad académica que ofrecía cátedras a todos los marxistas y keynesianos europeos, no había nada para el “neandertal”, “reaccionario” y “cavernícola” Mises. El ambiente intelectual del New Deal era amargamente hostil. Incluso cuando el libertario Fondo Volcker le ofreció pagar todo su salario universitario, Mises fue evitado por defender la libertad y el capitalismo.
Finalmente, el empresario Lawrence Fertig, posteriormente benefactor del Instituto Mises, fue capaz de convencer a la NYU, donde estaba en el consejo, para que permitiera que Mises fuera un “profesor visitante” permanente y sin salario. Aun así, los decanos keynesianos le dieron el peor despacho y horario y trataron de convencer a los alumnos de no seguir sus cursos.
Aun así, aunque con casi sesenta años y en un nuevo país de cuyo idioma solo tenía un conocimiento básico de lectura y escritura, Mises no fue derrotado. Reanudó su seminario semanal, atrayendo participantes como Henry Hazlitt, Ayn Rand y Murray Rothbard. Importantes líderes empresariales, periodistas y financieros acudían a sus clases. Esto hacía que otros profesores enfurecieran de envidia, según decía Nozick.
Pero Mises, no renunciando nunca a sus principios, se limitaba a seguir adelante, sin quejarse, sin descanso y sin limitaciones. Y fue en la década de 1940 cuando Mises completó su monumental tratado, La acción humana, en el que reconstruía todo el análisis económico sobre una sólida base individualista.
Cualquiera de los libros que he mencionado (y escribió muchos más) sería un logro único importante para una vida. Uno de los grandes momentos de mi vida fue cenar con Mises y su esposa trabajando como su ayudante editorial. Tenía ochenta y seis magníficos años. Puedo atestiguar que Rothbard tenía razón: estaba arrastrando nubes de gloria de una civilización perdida y mejor: la Viena anterior a la Primera Guerra Mundial. En aspecto, modo de hablar, vestimenta, porte y modales, era un gran caballero europeo.
Como Mises era intransigente en asuntos de principios, algunos de sus críticos le han denunciado como “repulsivo”. Podrían haber tenido razón, pero como me confirmaron Rothbard, Hazlitt, Hayek, Fertig, Leonard Read y tantos otros, era amable, divertido y generoso, sin que importara de qué se hablara. Era especialmente bueno con los estudiantes. O con un joven de veintitrés años ayudándole a volver a imprimir sus libros, así como a publicar un nuevo trabajo.
En los años posteriores a su muerte en 1973, me preocupaba que su trabajo intelectual, así como su estatura moral, quedaran olvidados y que la Escuela Austriaca estuviera disminuyendo. Todos necesitamos héroes y él era uno grande. Así que en 1982 pedí a su viuda que bendijera fundar un Instituto Mises y le pedí que fuera nuestra presidenta. Ya era un “sector Mises de una mujer”, en palabras de Murray y estaba entusiasmada.
Gracias a vosotros y a todos nuestros donantes, nuestros apoyos y lectores, mis miedos no se han hecho realidad. Hoy la Escuela Austriaca es una influencia mundial y creciente. Mises es cada vez más reconocido como el creador y héroe que fue.
Mientras portamos el estandarte de Mises y la Escuela Austriaca, hay un creciente interés por el socialismo. El keynesianismo sigue siendo la ideología oficial del régimen. Tenemos recortado nuestro trabajo. Pero a pesar de todo estamos haciendo grandes progresos con los jóvenes aquí y en todo el mundo.
Saben que les están alimentando con mentiras endulzadas. No confían en profesores que bien podrían ser propagandistas de la Casa Blanca. Y la corrección política en las universidades y los medios sociales repelen a cualquier persona con gusto, inteligencia y juicio. Nuestros jóvenes y nuestra facultad, no se callarán y con vuestra ayuda, nunca lo harán.
No solo honramos a Mises y al gran misesiano, Rothbard, tratamos de emular los hombres que fueron y el ejemplo de sus vidas vividas bien y sinceramente, sin que importen los obstáculos.
¿Por qué no nos ayudáis a hacerlo? Vuestra donación más generosa y deducible fiscalmente sería magnífica. Tenemos jóvenes a los que enseñar, intelectuales a los que animar, libros y revistas a publicar, una gran biblioteca y archivos que mantener e ideales que impulsar. Cómo los necesita el mundo. Cómo los necesita el futuro.
Este artículo se publicó inicialmente en Mises.org
Llewellyn H. Rockwell, Jr., es fundador y presidente del Instituto Mises en Auburn, Alabama, editor de LewRockwell.com y autor de Fascism versus Capitalism .