No discutiré el talento literario del nuevo rey de los hipócritas de la intelectualidad socialista de Occidente, tiene tanto talento literario como éxito comercial. Su abundancia en ambos le hace un intelectual socialista —en sentido amplio— muy influyente. Es un ícono pop-woke de la cultura política de la cancelación que adoptó el socialismo en sentido amplio de los EE. UU. —y que se extiende velozmente por el socialismo en sentido amplio de Occidente— entregándose intelectual y moralmente a su más totalitaria ultraizquierda.
Pero su hipocresía importa porque no es un defecto de carácter personal, sino algo consubstancial a la cultura política de la cancelación. Y es mucho más intensa que la vieja hipocresía del socialismo en sentido amplio. Que hasta anteayer, fue la cultura política del socialismo en sentido amplio en los Estados Unidos y el resto del Occidente. Esto es nuevo, al menos para los EE. UU. La cultura política que desarrolló para sí misma la ultraizquierda neomarxista que emergió en los últimos cuarenta años como la más impactante y flexible influencia política socialista totalitaria hasta ahora conocida en Occidente, se extendió a todo el socialismo en sentido amplio a un grado que nunca antes habíamos visto. No es que están influidos por su propia ultraizquierda, es que adoptaron los principios, valores y moral retorcidos de su ultraizquierda como propios. Es nuevo y es peligroso.
Stephen King es uno de los escritores importantes que más temprano adoptó la cultura de la cancelación como su propia cultura política. No hay insensatez de la teoría crítica de la raza y de la agenda de género que no defienda con ardor. No hay contradicción de la multiplicación de las “identidades” colectivistas enfrentadas —y al mismo tiempo artificiosamente estabuladas juntas mediante la cancelación totalitaria de la razón y el sentido común— en un mar de contradicciones tan absurdo que pone a movimientos autodenominados LGTB+ a defender “contra la islamofobia” a gobiernos que condenan a muerte a homosexuales por el “delito” de ser homosexuales. O que pretende que la ciencia y la tecnología se sometan a cuotas de raza y genero que garantizan elevar la mediocridad y castigar la excelencia en la investigación y el conocimiento, desde la Física hasta la Ingeniería. ¿Qué podría salir mal? Les preguntaríamos si estuvieran dispuestos a debatir.
Pero su estrategia es no debatir. No razonar. No escuchar siquiera. Todo lo que no sea repetición de sus pretensiones totalitarias ofende sus delicados oídos de niños malcriados en violenta pataleta permanente. Únicamente saben gritar. Amenazar, incendiar y destruir. Su estrategia es callar por la fuerza, la amenaza y asesinato moral, que elevaron al estadio del arte —superando incluso al poder soviético en esto— con su cancelación, a quien no solo se les oponga, sino quien ose no adoptar todas y cada una de sus insensateces. Se declaran en guerra contra fuerzas míticas que se inventan, pero están en guerra con la realidad misma. Y negar la realidad es, por definición, locura.
Obviamente, es imposible hacer avanzar toda una cultura política que se sostiene sobre la elevación de la envidia al sitial de supremo axioma moral, adopta un colectivismo múltiple internamente contradictorio para anclarse en el xenófobo tribalismo ancestral. Y hace del odio, la mentira y la persecución totalitaria su práctica, antes privada que gubernamental, suprema y absoluta. Una que exige no solo obediencia y silencio —eso es apenas el principio— sino activo y feroz apoyo a su insensatez destructora.
Y como todos los que la han adoptado, King creé —o finge creer— que eso es el bien. Y todo lo que se le opone el mal. Y cualquiera que diga lo contrario —lo que es la realidad evidente— debe ser silenciado por cualesquiera medios necesarios. Y por supuesto, hace gala de la más profunda hipocresía en sus esfuerzos. No olvidemos que de todos los infinitos conflictos que la cultura de la cancelación ha cooptado, colectivizado, desarticulado y reducido al absurdo internamente contradictorio para manipular a sus anchas, el favorito de King es el feminismo. Se anota a todos y cada uno. Pero prefiere ese. Y a ese se lanza antes y más que a cualquier otro. Tan neo-feminista de última generación es King que no pierde oportunidad de atacar a Stanley Kubrick por su adaptación de su novela The Shining, acusándolo de destruir patriarcalmente al personaje de Wendy. Para King el personaje de la adaptación del genial Kubrick es “uno de los personajes más misóginos jamás llevados al cine. Simplemente está ahí gritando y siendo estúpida. Y esa no es la mujer de la que escribí” afirma una y otra vez.
Stephen King es tan ferviente feminista de última generación —y tan afín a la nueva ultraizquierda demócrata— que antes que por Biden-Harris en las elecciones de 2020, hizo campaña en las primarias demócratas por Elizabet Warren. El tema del feminismo de última generación —y en clave neomarxista de Frankfurt— en King es como el tema de los paraísos fiscales y las fundaciones familiares para eludir impuestos en Noam Chomsky. Y no olvidemos que, si era Chomsky el anterior monarca de la hipocresía socialista es porque el mismo Chonsky que se desgañita atacando la elusión fiscal de los ricos por esos medios —uno de sus temas favoritos— muestra públicamente en el copyright de todos y cada uno de sus libros a su propia fundación familiar de elusión de impuestos, como dueña del copyright. Nada menos.
Y King, el gran “feminista” ante la despedida de Kayleigh McEnany como secretaria de Prensa de la Casa Blanca, no pudo dejar de lanzar un venenoso comentario profundamente machista y clasista —y hasta micro-racista si nos atenemos a las teorías que él y sus pares defienden— en Twitter, deseándole que “disfrute de su próximo trabajo como camarera de cócteles en Tampa”.
Enjoy your next job as a cocktail waitress in Tampa. https://t.co/9chCgO0hK9
— Stephen King (@StephenKing) January 19, 2021
Tan hipócrita como es y tan intocable como cree ser. Merece la corona del rey de la hipocresía socialista de Occidente. Por ahora.