Morir en Cuba también es un calvario. Conseguir el descanso eterno es una calamidad. La miseria del régimen castrocomunista se mantiene hasta el sepulcro, debido a las precarias condiciones de los servicios funerarios estatales.
Una sola carroza fúnebre cubre las necesidades de las 15 funerarias que funcionan en La Habana. La sede de la medicina legal es un antro institucional donde la falta de aire acondicionado expande el hedor de los cuerpos amontonados, unos encima del otro. Sólo los dólares aceleran las autopsias, de lo contrario, ocurren hasta en las carretas de tractores.
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En caso de una cremación, los familiares del fallecido deben cruzar la capital hasta llegar a Berroa, en la Habana del Este, para enlistar a su ser querido y esperar un mes por sus cenizas.
Ataúd de mala muerte
La posibilidad de un sepelio con dignidad en Cuba es imposible. Según 14yMedio, en las funerarias de la dictadura no hay ni una máquina de afeitar para acicalar a los cadáveres, tampoco maquillaje para disimular los hematomas o intentar devolver la lozanía a los cuerpos desvanecidos. Los rellenos para las cavidades de la cara, los oídos y las fosas nasales son inexistentes.
El régimen cubano incumple con los recursos mínimos para un servicio de funerarias decente. Los ataúdes que provee la dictadura son simples cajas endebles. La fabricación es de pésima calidad. El régimen utiliza maderas casi podridas, tela para recubrir los ataúdes y lata para los enchapes.
“Las cajas vacías hay que moverlas con cuidado porque la madera se agrieta con cualquier golpe. Como hay déficit de cristales, le ponemos un pedazo de acrílico en la cabecera, que al enterrar a la persona se lo quitamos para usarlo en otras cajas”, confesó a Diario Las Américas un trabajador de la carpintería estatal en Bejucal, municipio de la provincia Mayabeque, al sur de la capital.
Ni con eso contarán a corto plazo los cubanos. El régimen de Miguel Díaz-Canel impondrá el pago de algunas prestaciones, entre ellas, las relacionadas con los traslados de fallecidos entre municipios de una misma provincia y el velatorio en el domicilio.
Dinero para todo
Evitar una muerte en condiciones indignas en las funerarias del régimen cubano demanda dinero en la isla. Alrededor de 100 dólares para un féretro decente, otros 100 dólares para pagar un auto fúnebre. El monto aumenta 100 dólares más por el pago de una jardinera. En total, 300 dólares, una cifra que supera los 10 dólares de salario que percibe cualquier trabajador cubano.
Otra opción en La Habana es la cremación. El costo del servicio asciende a 340 pesos (alrededor de 16 dólares). Con ella, el periplo final es menos decadente.
Quienes residen en el barrio de Luyanó, de la capital, tienen poco margen para maniobrar considerando que la funeraria estatal de su sector cerró hace dos años y medio sin esperanza de reanudar sus funciones. La provincia de Sancti Spíritus, espera la construcción de un crematorio que sólo requiere 5 millones de pesos. El servicio aliviaría las penurias que representan trasladar a sus familiares fallecidos hasta Ciego de Ávila o Villa Clara.