La propuesta de Atomic Heart apareció por primera vez en 2018. Allí se hablaba del esqueleto de un videojuego cuyo contexto era un mundo donde la Unión Soviética tenía control total de los robots en 1936, hasta que llegó la rebelión de las máquinas en la década de 1950. Esto era el catalizador que ocasionó enfrentamientos por el poder y daba inicio a esta aventura. El estilo del videojuego era familiar, se asociaba a otros juegos retrofuturistas con modalidad shooter, tal como BioShock, Fallout y DOOM, lo que lo hacía bastante apetecible. Sin embargo, los retrasos en la creación de este universo, curiosamente, hicieron que su lanzamiento se hiciera este 21 de febrero, con una acusación de robo de datos a cuestas y las críticas por los bugs. Un debut con significativos traspiés, que era de esperarse, considerando que esta es la opera prima del estudio Mundfish, un equipo desarrollador con sede en Chipre.
La polémica no ha sido ajena a Atomic Heart. Desde la médula del proyecto existen comportamientos que le han puesto en el ojo del huracán y no solo por las fallas presentadas al momento de ir completando las misiones de la mano del Mayor Nechaev —también conocido como P-3— quien es un agente especial de la KGB enviado a la Instalación 3826, que debe evitar una catástrofe total. En este caso, se trata de donde se enmarca el juego y también las compañías que se involucran en el proyecto, que son Gaijin Entertainment (Hungría), Gem Capital, que es un fondo ruso fundado por Anatoly Paliy, quien anteriormente trabajó en la subsidiaria de Gazprom; así como también Tencent, una empresa multinacional tecnológica china cuyas subsidiarias proveen productos y servicios de internet, así como desarrollan inteligencia artificial.
La mano de una empresa de origen chino, sumado a que semanas atrás el website AIN Capital acusó a Mundfish de recopilar datos de los usuarios, ha puesto al estudio en un posición bastante controversial, gracias a la política de privacidad que maneja el juego en este particular, la cual les da autoridad para proporcionarlos a las autoridades estatales rusas, en particular, al Servicio Federal de Seguridad (FSB, por sus siglas en inglés),
En concreto, la periodista indicó en su artículo que Atomic Heart está patrocinado por inversores rusos, incluido un exalto directivo de la empresa gasística Gazprom, refiriéndose a Paily, con estrechos vínculos con el oligarca ruso Oleg Deripaska y el banco sancionado VTB.
Por su parte, Mundfish ha negado estas acusaciones, a pesar de que en la página web rusa del estudio (no así en la española, ni en el resto de adaptaciones a otros países) se presentaba una política de privacidad donde se informaba a los usuarios de que sus datos podrían ser recopilados y compartidos a las autoridades rusas, en concreto la Agencia Tributaria rusa y el Servicio Federal de Seguridad.
De la misma forma, el diario El Mundo indicó que Mundfish en mayo de 2022, con la guerra ya iniciada, lanzaron una oferta de trabajo buscando a un abogado para trabajar en sus oficinas de Moscú. Además, en LinkedIn se pueden encontrar los perfiles de los fundadores del estudio, entre ellos Robert Bagratuni, un antiguo alto directivo de Mail.ru. o VK.
Esta empresa, que funciona como red social, correo electrónico y motor de búsqueda, cuenta con accionistas como Alisher Usmanov, un oligarca ruso con sanciones impuestas tanto por la Unión Europea como por Estados Unidos. Además del banco Gazprombank, propiedad de Yuri Shamalov, un viejo amigo de Putin, propietario también de un grupo de medios fuertemente pro-Kremlin.
La URSS victoriosa, un argumento repetitivo y endeble
Ahora, más allá de lo novedoso que aparenta el universo de Atomic Heart, lo cierto es que detrás de la propuesta hay dos recursos bastante utilizados. La idea del pasado alternativo a como se dieron las cosas ya ha sido explorada en distintas oportunidades. Una de las más populares, también ubicada a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial es la historia del Hombre en el Castillo de Philip K. Dick. En el libro, que fue adaptado a una exitosa mini serie de Amazon, la alianza nazi-japonesa se impuso en el gran conflicto bélico. Las bombas atómicas cayeron en Washington y los Estados Unidos están bajo control alemán y del imperio de Japón.
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En la historia paralela, aunque el régimen nacional socialista se impuso, la dictadura (ya de extensión global) termina colapsando por sus contradicciones propias. Pero lo más atractivo de la trama es la puerta que se abre entre el mundo que no fue y el que conocemos nosotros.
Por otro lado, la cuestión de la rebelión de las máquinas contra sus fabricantes humanos también la hemos visto en una historia con muchas secuelas y continuaciones. Claro que hablamos del Terminator de James Cameron, Arnold Schwarzenegger y Linda Hamilton. El film no estuvo pensado para secuelas, pero el inesperado éxito de la producción lo convirtió en una extensa franquicia. Evidentemente, el público consumidor humano tenía interés en historias donde sus creaciones lo ponen en jaque, al punto de llevarlo al exterminio.
Atomic Heart, que ha generado sin dudas grandes expectativas en el mundo de los gamers, en cierto sentido recoge estas dos ideas principales, que podrían asociarse a ser una especie de “BioShock ruso”.
Pero, a pesar de lo ficticio de la historia, el verdadero elemento imaginario y de ciencia ficción es el de una Unión Soviética avanzada, sofisticada y tecnológica. Un panorama absolutamente incompatible con el modelo económico de planificación centralizada.
En el juego, la tecnología soviética dejó muy detrás a la innovación capitalista de los Estados Unidos, algo que jamás hubiera podido suceder en la realidad. Aunque ambas potencias disputaron por casi medio siglo diferentes competencias, como la carrera estelar, uno de los dos polos terminó colapsando por su propia inviabilidad. Aunque trataban de estar “mano a mano” en la carrera contra la NASA, por ejemplo, una sociedad recibió los beneficios de la modernidad, mientras la otra quedó sumergida en el tiempo. Ya en el epílogo de la URSS, las propagandas de los nuevos productos de consumo masivo que ya estaban disponibles en Occidente, y se emulaban de mala manera bajo el socialismo, dejaron en evidencia la inviabilidad del sistema que no fomenta la innovación en todos los estratos sociales.
Uno puede imaginar que hubiera sucedido en Venezuela sin la irrupción de Chávez, en Cuba sin la revolución comunista o en Argentina sin la ajustada victoria de los Kirchner en 2003. Episodios concretos que cambiaron el rumbo de los países, en estos casos para mal, que pudieron no haber sucedido tranquilamente. Sin embargo, la explosión tecnológica soviética en 1955 es tan fantasiosa como un cuento de hadas. Algo que jamás pudo haber tenido lugar en un proyecto dirigista, colectivista y autoritario. Aunque la historia de Atomic Heart parte de un supuesto descubrimiento de un científico soviético, que genera todo lo que vino después, lo cierto es que el comunismo no pudo ni puede generar ni siquiera los componentes metalúrgicos y electrónicos sofisticados de los robots rebeldes. Ya en los sesenta los burócratas soviéticos, que seguían augurando el planeta comunista, decían en broma que, cuando todos los países estén bajo el modelo socialista, ellos le pedirían a Suiza que mantenga su neutralidad y el capitalismo. “De algún lado necesitaremos obtener los precios”, reconocían jocosos, sin saber que ese era justamente el talón de Aquiles de su modelo: la falta de referencias, que copiaban y emulaban permanentemente de los países capitalistas para sus fallidas planificaciones.
Probablemente, el único contacto de la historia de Atomic Heart con la realidad sea la creación del monstruo que se termina comiendo hasta a sus creadores. Todas las revoluciones socialistas fueron impulsadas por un grupo de personas, de donde siempre han salido las primeras víctimas del régimen ya establecido. Los incentivos de la concentración de poder llevaron siempre al establecimiento del déspota y sus obsecuentes, que más temprano que tarde terminan aniquilando hasta las inevitables disidencias internas.