A principios de esta semana, la actriz y comediante Bette Midler twiteó la siguiente imagen haciendo un llamado a que se restaure la Doctrina de Imparcialidad ante sus dos millones de seguidores:
Como he escrito en otros espacios, la Doctrina de la Imparcialidad fue responsable de uno de los episodios más exitosos de censura estatal en la historia estadounidense. Cada una de las administraciones Kennedy, Johnson y Nixon se valió de las normas para castigar a sus opositores políticos, especialmente aquellos en las radios conservadoras. Sin embargo, la imagen que Midler compartió es particularmente notable tanto por las maneras que la hacen equivocada como por lo que dice acerca de la creciente popularidad de una regulación estatal de la prensa.
He prometido una verdad y tres mentiras, así que empecemos con una verdad, que la Doctrina de la Imparcialidad fue establecida por la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC). Fue un intento por parte de de la Comisión de resolver un problema que esta misma había creado. Quería remover el efecto silenciador creado por las normas anteriores, alentar a los propietarios de los medios a transmitir contenido acerca de “asuntos controversiales de importancia pública”, y a hacerlo sin una editorialización desequilibrada que refleje las opiniones personales de los propietarios del medio.
Esto nos lleva a la primera de las mentiras, o al menos concepciones erróneas. La FCC había manifestado un deseo de “imparcialidad” y “equilibrio” en 1949, pero la Doctrina de la Imparcialidad (DI) no sería convertida en ley hasta 1959. Además, la implementación de la DI tendría que esperar hasta 1963, cuando el Presidente Kennedy le dijo a su recientemente designado director de la FCC “que las estaciones de radio se mantengan imparciales”, al menos cuando se trataba de la cobertura de su agenda legislativa. Por lo tanto, el régimen de la Doctrina Imparcial no era tan viejo como el tweet de Midler lo sugeriría.
La segunda mentira es culpar solo al Presidente Reagan por la remoción de la DI. Mientras que es cierto que la FCC de Reagan derogó la DI y Reagan vetó un esfuerzo en el congreso para restaurarla en 1987, la doctrina había sido una letra muerta desde fines de la década de 1970. La muerte de la Doctrina de la Imparcialidad empezó con el Presidente Jimmy Carter, el menospreciado pero gran desregulador de todo desde las rutas de las aerolíneas hasta las cervezas artesanales y la prensa masiva. Por lo tanto, el periodo “alto” de la aplicación de la Doctrina de la Imparcialidad duró tan solo desde alrededor de 1963 hasta 1977. Adicionalmente, su uso fue un asunto bi-partidista.
La última mentira es la más dañina. La idea de que la Doctrina de la Imparcialidad estaba diseñada para “mantener la verdad en el periodismo” es claramente incorrecta. La imparcialidad no es sinónimo de verdad. Dos mentiras equilibradas son igual de imparciales que dos verdades equilibradas, un hecho demasiado familiar para los observadores de la política partidista. Además, la FCC reconoció que la verdad es un concepto resbaladizo y que los intentos por parte de los estados de obligar a que se diga la verdad inevitablemente violarían la Primera Enmienda. Incluso bajo el régimen de Doctrina de la Imparcialidad más riguroso, uno todavía podría mentir sin control.
De hecho, la Doctrina de la Imparcialidad muchas veces permitió las mentiras que eran políticamente convenientes. Por ejemplo, en 1964 el propietario de una radio llamado Dan Smoot acusó a la administración de Johnson de mentir acerca del incidente en el Golfo de Tonkin, que estaba siendo utilizado como pretexto para el recrudecimiento de la Guerra en Vietnam. Sabemos hoy que la administración estaba ocultando información acerca del incidente; Johnson fue capturado en una grabación diciendo, “Hasta donde se, nuestras fuerzas navales estaban disparándole a ballenas por allá”. Pero en ese entonces, la Doctrina de la Imparcialidad permitía que los operativos Democráticos demanden tiempo gratuito al aire de las estaciones que transmitieron las alegaciones de Smoot, con el objetivo final de convencer a los propietarios de las estaciones de pensar seriamente antes de invitar a críticos de la administración nuevamente.
No, la Doctrina de la Imparcialidad nunca tuvo algo que ver con “la verdad en el periodismo”. Fue un intento de usar la doctrina de la imparcialidad mandada por ley para generar un consenso político en torno a políticas de centro, uno que excluía a voces tanto de la derecha extrema como de la izquierda extrema. No “la necesitamos de vuelta”. La Doctrina de la Imparcialidad consistía de una serie de regulaciones profundamente defectuosas y fácilmente abusadas para recompensar las mentiras, silenciar el disenso, y eventualmente produjo un efecto silenciador en los medios de comunicación.
Estas mentiras y verdades a medias acerca de la Doctrina de la Imparcialidad son populares porque evocan nostalgia de una era imaginaria en un pasado borroso en el que nuestra política era guiada por la verdad, la justicia y la manera estadounidense de vida. Exagerar la duración de la era de la Doctrina de la Imparcialidad, fijando la culpa de su derogación solamente sobre Reagan, y afirmando que se trataba acerca de mantener la verdad en el periodismo (mientras que olvida cómo fue usada como una herramienta para implementar la censura estatal) todos estos argumentos sirven para elevar el sentido en la gente de que la Doctrina de la Imparcialidad podría ser una cura regulatoria razonable y sencilla para lo que nos aflige hoy.
Es mucho más fácil invocar la Doctrina de la Imparcialidad como una solución a la difusión de la desinformación y las teorías de conspiración en la prensa moderna que lo que es abordar las raíces culturales y estructurales más profundas de nuestra disfunción nacional.
Paul Matzko es un investigador y el conductor del podcast Building Tomorrow.