La encuesta CASEN abarca un periodo de tres años (en este caso 2013-2015) para calcular como se mueven los niveles de pobreza multidimensional, que mide distintos aspectos de la pobreza incluyendo el entorno, y educación.
En la edición más reciente de la medición se presenta una disminución de la pobreza (entre pobreza general y pobreza extrema) de un 2% (redondeado) en Chile, pasando de un 20,4% a un 19,1% mostrando que en efecto, la pobreza sí ha disminuido, haciendo que por la misma cifra, el gobierno celebre la gestión asistencialista que ha permitido que los ingresos brutos de las personas asciendan, pero un análisis más cercano de los resultados del periodo estudiado, dan cuenta de las razones de esta disminución y se revela la causa de por qué esta cifra no puede ser mayor considerando que el periodo anterior mostró una disminución de la pobreza cercana a los 10 puntos.
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La presidenta Michelle Bachelet indicó en la asamblea general de la ONU que estas cifras responden a las políticas públicas correctas para superar la desigualdad en Chile, que parece ser su mayor preocupación, haciendo hincapié en que gracias a dichas políticas, la distribución de ingresos es más igualitaria en el país, sin embargo la realidad en cifras dice que el coeficiente Gini pasó de 0,505 hasta 0,495 donde el cero es perfecto y mientras más cerca del cero se esté, más igualitario se considera, por lo que pese a las reformas, los avance en este tema son mínimos.
Lo preocupante es que la disminución de la pobreza mostrada en este periodo considera aquellos ingresos que son producidos autónomamente y aquellos que consideran la asistencia del estado y en este sentido se puede observar que los subsidios monetarios crecieron 5 veces más que los ingresos autónomos en los hogares del 60% más pobre de la población, dando cuenta de lo artificial de la cifra, ya que esta depende de un gobierno de turno y su capacidad o voluntad para estimular el asistencialismo.
En el periodo presidencial anterior, la pobreza conjunta disminuyó alrededor de 10 puntos porcentuales y si se compara con la disminución de la pobreza actual, el desempeño económico fue muy superior al de hoy. Las políticas públicas del periodo de medición anterior (2009-2011) no incluían una reforma tributaria que predicaba la redistribución de ingresos a manos del estado, por lo que la inversión en el país aún era abundante.
Cuando un gobierno se centra en recaudar a costa de los que producen, castigando el crecimiento, la producción y la generación de riquezas con impuestos sobre impuestos, entonces aquellos que producen dicha riqueza, a modo de empleos que generan ingresos en los hogares de las personas, dejan de invertir, porque crecer se vuelve oneroso.
Cuando se castiga la creación de riqueza con contribuciones que serán dedicadas al asistencialismo se producen tres fenómenos: 1. Que los que producen riqueza dejen de hacerlo para no pagar el castigo monetario que esto implica, 2. Que los que antes dependían de la creación de empleos en el sector privado, ahora deban depender de que el sector público los absorba porque se ha detenido el crecimiento económico. 3. el estancamiento económico producto de la reducción de la inversión, la baja en los salarios y disminuye de la creación de empleos.
Esto, lejos de lograr potenciar la superación de la pobreza, la detiene, pues significará que las personas que antes podrían depender de sí mismos para superarla, ahora estarán estancados en el asistencialismo.
Parece que suena bien cuando un gobierno dice que hará reformas tributarias para asegurar los derechos sociales y superar la pobreza, pero lo único que logra es que la gente se vuelva cual párvulo dependiente del padre estado.
Las cifras de CASEN, lejos de ser celebrables, muestran el deterioro de la economía chilena. Mientras Chile observa pasivo como su vecino Perú crece tres veces más dado a políticas más liberales que permiten una inversión abundante que seguramente conllevará en su momento a desarrollo, los chilenos deben conformarse con crecer a tasas ínfimas de 1,5% aproximadamente y las expectativas bajan cada vez, haciendo que el fantasma de la recesión se pasee por el país.
El retroceso del éxito económico de chile ha dado paso a una población que depende del Estado para aumentar su ingreso bruto, con lo cual las cifras parecen inflarse, pero ya que dependen del estado, las personas no han superado la pobreza, sino que han traspasado su capacidad de auto sustentarse al estado y le han dado poder sobre su bienestar.
Un antiguo proverbio dice que es mejor enseñarle a un sujeto a pescar que darle el pescado, indicando que los recursos al ser repartidos no les proveen independencia a las personas sino que los transforman en inválidos sociales.
Superar la pobreza implica que las personas tienen las herramientas para sustentarse sin ayuda y pueden proveer para sí mismas, de lo contrario son tan pobres como un niño rico que se pierde de sus padres en un parque, ya que sin ellos, el niño nada puede producir.
Las políticas económicas y sociales de la administración Bachelet han condenado a las personas al asistencialismo, lo cual va en detrimento de su misma dignidad y de su propia capacidad de superar la pobreza, por lo cual la cifra escasa que presenta la medición CASEN actual refleja que otra vez, y como prueba la historia, no hay mejor política que permitir el emprendimiento, no castigarlo con cargas impositivas, dejando que las personas encuentren empleos que gradualmente aumenten los salarios y les permitan auto sustentarse sin depender del estado que solo sabe repartir hasta que se acabe, pero ya ha demostrado que no sabe generar riqueza.
Entonces ¿disminuyó la pobreza? Al aumentar el asistencialismo, la respuesta clara es NO. Jamás la falta de libertad deriva en disminución real de la pobreza. Solo la libertad económica y ojalá social permiten una experiencia democrática completa, lo demás son excusas.