EnglishHay grandes sumas de dinero en el sur del continente americano, de las cuales Oliver Stone está obteniendo una parte.
El año pasado, el director de cine estadounidense, conocido por pulir las imágenes de déspotas latinoamericanos en la gran pantalla, mereció varios titulares de distintos tipos. La empresa Direct TV anunció que Stone produciría un cortometraje (es decir, un comercial con grandes beneficios) promocionando la cobertura que haría dicha empresa de la Copa Mundial de Brasil 2014.
El costoso comercial con avanzados efectos especiales se llama Nada Más Importa, un título con doble sentido para un director millonario de Hollywood a quien le gusta predicar como un evangelista el socialismo.

Después de todo, para Stone no hay ninguna disonancia cognitiva en promocionar la Copa Mundial de Brasil, “el centro de mercadeo más grande del planeta”, después de haber producido una serie de películas críticas del capitalismo en América Latina. Entre ellas, tres documentales sobre Fidel Castro y una “historia romántica” sobre Hugo Chávez.
El leitmotif del trabajo de Stone sería mostrar la historia no contada. Sin embargo, cuando se trata de las protestas que sacudieron a Brasil antes de la copa del mundo, el silencio de Stone sugiere que para él sí hay algunas historias que es mejor no contarlas.
Cuando la copa (mundial) se rebosa*
Lo que empezó en junio del 2013 como una reacción aislada con respecto al aumento del precio del transporte público en Brasil, evolucionó en una serie de protestas continuas, más costosas y a veces más violentas. Según Bloomberg, las protestas “recogen todo el descontento” de las calles para denunciar la inflación, fallas en la educación pública, corrupción en el gobierno, excesos presupuestarios y lo que el editor de Época de Brasil llama “la Copa Mundial no tan amada por todos”.
Este fue el caso con la Copa Mundial en Sudáfrica en el año 2010. Los críticos preguntan por qué Brasil, que también será anfitrión para los Juegos Olímpicos de Verano en 2016, está gastando tanto dinero en mega eventos deportivos cuando un quinto de su población vive en la pobreza.
La respuesta promedio es que los eventos como la Copa Mundial y las Olimpíadas atraen ganancias económicas para la nación anfitriona. No obstante, la evidencia empírica sugiere que el famoso gran impulso de los mega eventos puede ser mejor descrito como un gran fracaso.
Académicos, firmas de inversión y think-tanks pro-mercado han advertido acerca de los exagerados beneficios económicos que los mega eventos aportarían. Mientras un estudio sostiene que estos mega eventos ayudan a la liberalización del mercado, los autores señalan que esto se debe a que ofrecerse a realizar estos eventos es una señal política costosa, que tiende a comprometer a las nacionales hacia un desarrollo orientado al comercio. En otras palabras, las naciones que se ofrecieron como anfitrionas y perdieron, pueden percibir las ganancias económicas de igual o mayor forma que las naciones que sí poseen la oportunidad (junto a los riesgos) de ser el país anfitrión.

La (Des)politización del deporte
Los temas que rodean la economía política de los mega eventos son muy complejos y ciertamente nadie debería recurrir a un director de Hollywood para resolverlos.
Pero el silencio de Oliver Stone en la historia de trasfondo de la Copa Mundial es notable, hasta el punto en que pareciera que Stone pidió prestado el manual de su comandante favorito Fidel Castro. En 1996, enfurecido por las tácticas de los Estados Unidos para excluir a Cuba de competir en los Juegos Centroamericanos y Caribeños en Puerto Rico, Castro declaró que “los deportes deben mantenerse separados de la política”.
El deporte fue (y todavía es) utilizado como un instrumento de adoctrinamiento en Cuba, por lo que Castro no se refería a una separación del deporte y la política per se. Su estrategia era separar geopolítica de eventos deportivos internacionales y por lo tanto, asegurar que el gobierno cubano pudiera posicionarse en el escenario mundial.
Hoy en día se puede decir que la separación del deporte y la (geo)política está bajo investigación y con mucha razón. Consideremos los próximos Juegos Olímpicos de Inverno en Sochi, Rusia. Desde las preocupaciones sobre ataques terroristas hasta las protestas internacionales por la ley rusa contra la homosexualidad, la politización de los juegos de Sochi llama la atención a la realización del mega evento.
Mientras que líderes mundiales se inclinan a participar en las ceremonias de apertura en Sochi, el presidente de la Federación Internacional de la Asociación de Fútbol (FIFA) Seth Blatter dice estar orgulloso de ser parte de ello. Como Castro, Blatter considera que las Olimpíadas y la Copa Mundial no deben ser usadas como una “plataforma para disputas políticas”. Por su parte, Castro no se ha pronunciado sobre Sochi, aunque el nunca ha sido un entusiasta por la comunidad homosexual.
Blatter considera que los boicots son un fracaso y argumenta que los mega eventos ofrecen una “oportunidad perfecta para entablar conversaciones y cultivar los contactos”. El problema de esta postura, es que cataloga los mega eventos como zona neutral. Las querellas políticas pueden ser dejadas a un lado, pero la cuestión principal es si se pueden evitar las querellas que se originan por la realización del mismo evento.
Oliver Stone puede defender la doctrina Blatter-Castro, pero los liberales deberían desafiarla. No porque la Copa Mundial provee a los “saqueadores del libre mercado” – como los comentaristas de The Nation alegan – sino precisamente porque, de la forma en la que está planteado, el evento no lo hace.

Capitalismo: La historia no contada
El liberalismo clásico claramente distingue entre privilegios nepotistas a favor de las empresas y reglas que aumenten el bienestar, a favor de los mercados.
Por lo tanto, los liberales clásicos pueden unirse a las leyenda brasileñas del fútbol y el miembro del Partido Socialista Romário de Souza Faria en su crítica a los subsidios públicos, corrupción y las malas inversiones que caracterizan el proyecto de la Copa Mundial de Brasil, sin perder de vista el hecho de que estos rasgos van en contra de la ética del libre mercado.
“Se burlan con nuestro dinero, el dinero de todos” expresó Romário, quejándose contra aquellos que defienden la Copa Mundial con argumentos patrióticos, como Pelé.
Como sucede con la mayoría de los mega-eventos, la Copa Mundial de Brasil enfrenta excesos presupuestarios. Los contribuyentes están comprometidos con US$14 mil millones de US$18 mil millones en costos relacionados al evento – tres veces más que la Copa Mundial de Alemania en el 2006. Para empeorar la situación, los fondos públicos han sido administrados para renovar el estadio privado arena de Baixada en Curitibia, el cual está sobrepasado en un 77% del presupuesto y es uno de los seis estadios (de un total de doce) que todavía no han sido terminado, a meses del inicio del torneo en junio.
La esperanza de que la Copa Mundial de Brasil se convierta en ganancia es nula y algunos críticos señalan que sería más económico derrumbar los estadios nuevos (y recién renovados) del país que enfrentar los costos exorbitantes que implica su mantenimiento después del evento.
En lugar de ofrecer explicaciones por el despilfarro de la Copa Mundial de Brasil a críticos de The Nation o permitir que Oliver Stone venda su historia de amor sobre el deporte enmarcado en la doctrina Blatter-Castro, los liberales deberían usar la Copa Mundial para asumir el debate de la historia no contada del capitalismo.
Esto implica ir más allá de observaciones casuales sobre la ineptitud del gobierno. Significa unirse al debate sobre mega eventos, incluyendo por ejemplo, el tema de cómoel aumento del valor de la tierra y el incremento de las demandas de seguridad resultaron en el desalojo de miles de personas que ocupaban terrenos ilegalmente en Brasil. ¿Qué mejor momento para pedir que reconsideremos el argumento de Hernando de Soto, de extender los derechos de propiedad a los pobres?
Dejemos a Oliver Stone relatar la historia de la Copa Mundial sobre “cuánto duele patear”. Hay mejores historias no tan conocidas que necesitan ser contadas, basadas en economía racional, Estado de Derecho y cualquier otra cosa que sea pacífica.
Que termine la hipocresía y comience un nuevo capítulo de los juegos.
*Nota del editor: la expresión la “copa se rebosa” se refiere a un pasaje de la Biblia que significa tener más de lo que uno necesita para satisfacer sus necesidades.
Traducido por Marcela Estrada.