Los malos resultados económicos para los mexicanos se confirman: los datos oficiales dan cuenta de que la economía mexicana tuvo un desempeño de 0,0% durante el tercer trimestre del año. Leyó usted bien: 0,0%. Esto implica que la economía mexicana dejó de crecer mientras la población y sus necesidades aumentaban, significando menor bienestar general, repartiéndose entonces solo pobreza. Ni en sus peores sueños, los políticos que llegaron al poder hace nueve meses en México, hubieran imaginado tales resultados, ellos tan exigentes y vociferantes apenas hasta hace poco.
México se encamina así a su peor desempeño económico en muchos años, al menos desde la crisis suprime de 2009. Para mayor desgracia, parece que el mundo se dirige a una desaceleración económica generalizada, desde ahora y hasta el mediano plazo. Así, analistas de todos los colores dan por segura la entrada de Estados Unidos a una recesión en los próximos uno o dos años. Al respecto, hace unos días, el rendimiento de los bonos del Gobierno de Estados Unidos a 30 años, por primera vez cayó por debajo del 2%. Por este motivo, los rendimientos de los bonos a largo plazo ahora están por debajo de la deuda a corto plazo, una curva de rendimiento invertida. Tal inversión ha precedido a todas las recesiones estadounidenses desde la década de 1960, como bien han indicado los estudiosos del tema.
Para apuntalar estas previsiones, la economía de Gran Bretaña se contrajo en el segundo trimestre, pero no se culpe al Brexit, porque también lo hizo la de Alemania y la de Italia apenas tuvo un poco mejor desempeño. Esto muestra que el comercio dentro de la Eurozona se ha reducido drásticamente. Lo de Alemania es muy preocupante, con un derrumbe en sus exportaciones y su producción industrial, porque es la locomotora de la zona euro: Alemania supone casi un tercio de la economía de la zona. Si entra en recesión o su economía se estanca, el impacto sería generalizado por la elevada integración comercial y el importante peso que tienen las cadenas de valor en Europa, fundamentalmente las de Alemania.
El producto interior bruto (PIB) de la zona euro apenas aumentó un 0,2 % en el segundo trimestre del año con respecto al primero, por debajo del 0,4 % registrado entre enero y marzo, debido en buena medida a la contracción de la economía alemana y el estancamiento de la italiana. La ralentización de su crecimiento se debe a la debilidad del comercio internacional —con Estados Unidos y China en la escalada de su guerra comercial—, que perjudica al sector exterior y manufacturero, y a las incertidumbres globales, en particular el Brexit.
A mayor abundamiento, China presentó en el segundo trimestre su crecimiento más bajo desde 1992, lo que ha encendido las alarmas en Pekín y ya se habla de “estimular” la economía, mediante mayores créditos a empresas y familias, proyectos de infraestructura, ayudas para reactivar ventas y algunas rebajas de impuestos. “Estímulo” es la palabra hoy de moda en las capitales financieras del mundo.
Pero ya sabemos lo que esto significa: dar recursos a sectores ineficientes y a los que los han malgastado –gobiernos y sectores endeudados- , una escalada inflacionaria que afecta a los más pobres, sin mejorar la economía, y un agujero de endeudamiento que paga usted, sin evitar ajustes posteriores mucho más duros, demostrando que las políticas de gasto público y estímulo no son “sociales”, sino simplemente regalar dinero a la menor provocación a los amigos de políticos y poderosos. Los estímulos no son agua al fuego, sino más leña al incendio.
México está metido en una espiral donde no puede dar “estímulos” sin meterse en más problemas de gasto, ni puede pedir más deuda sin evitar la mirada acusadora de las calificadoras, en un tris de bajar la calificación crediticia del gobierno, ni aumentar impuestos sin incumplir un compromiso de campaña que el electorado le cobraría en la elección intermedia de 2021, justo en lo más duro de la recesión que se acerca. Sin querer, López Obrador nos ha recordado lo frágiles que son las economías extremadamente endeudadas, politizadas y clientelares.
El mayor problema económico de México es la recesión económica que se avecina, y cuyos efectos ya se empiezan a sentir en el país, a pesar de que el presidente López Obrador diga que le tiene sin ningún cuidado. Así que si el Gobierno López Obrador fuera responsable, en lugar de hacer lo que ha hecho, que es crear intervencionismo, inseguridad y clientelas, aplicaría un modelo de mayor libertad económica, esto es, convertirnos en una economía de innovación, con empresas punteras que compiten y crean valor, con atracción de capital, seguridad jurídica, bajos impuestos, menor burocracia y mínima intervención estatal.
En México estamos tocando fondo. Lo muestran lo hasta aquí dicho y los malos datos oficiales, cada vez peores, mes tras mes. Nos vamos a otra década perdida, como la de los 80. Quizá aún pueda evitarse, pero eso requiere autocrítica y responsabilidad del gobierno, dos ingredientes que ha demostrado claramente que le faltan.