Esta semana lloré de la risa leyendo un diario español. La noticia hablaba de una “batalla ideológica” entre “okupas” y animalistas. Ver que un grupo de izquierdistas le robaba sus gallinas —para “liberarlas de la prisión a la que estaban sometidas”— a un grupo de izquierdistas ladrones de casas, me sacó carcajadas durante varios minutos.
Pero mi risa, más allá de la noticia en particular, venía de recordar varias peleas de este tipo entre grupos izquierdistas. Son tan dictadores y tan tontos que entre ellos tienen discusiones dignas de alquilar balcón; es una comedia magistral. Son incapaces de ponerse de acuerdo en lo fundamental, porque sus ideas carecen de lógica, entonces se despedazan entre ellos, poniendo en evidencia que muchas de sus teorías provienen de trastornos psiquiátricos.
El asunto era este: en España, un grupo que se hace llamar Frente de Liberación Animal, y que asegura que los gallineros son “campos de concentración” donde las gallinas están “secuestradas”, decide “liberar” a las aves que tienen unos “okupas” en Errekaleor, un barrio de Vitoria-Gasteiz.
Quien se robe los animales de otra persona por considerar que un animal en un corral está “secuestrado” no goza de mucha salud mental.
Pero las víctimas de este robo, los “okupas” dueños de las gallinas, parecen tener un trastorno mental incluso más grave. Los okupas luchan por el “derecho a la vivienda”, aseguran que el Estado debe garantizarles a todos una casa. Se dedican entonces a ocupar viviendas. Son ladrones de casas.
Los okupas y los animalistas son socialistas, se supone que deberían coincidir en las cosas fundamentales, son “compañeros de lucha”. De hecho los animalistas que “liberaron a las gallinas” declaran que «es un asunto frágil el llevar a cabo una acción directa de liberación animal en un proyecto político tan potente y referente como es Errekaleor —en referencia a los okupas—. Una acción directa en nuestras propias barricadas».
Por su parte, los ladrones de casas también se mostraron asombrados con el ataque de sus amigos izquierdistas, afirmando que: “se ha pasado por encima de lo acordado en el proceso de debate del gallinero”. Pero los animalistas dicen que “no puede existir votación, asamblea, contrato ni consenso que legitime la situación de explotación y encarcelamiento que están sufriendo estas gallinas”.
¿No es este un diálogo entre enfermos mentales? A mí me parece que sí.
Y se puede uno quedar discutiendo ampliamente sobre los varios temas en los que la izquierda no coincide, pero la clave está, como siempre, en los derechos de propiedad, asunto del cual los izquierdistas no entienden nada.
La mayoría de los problemas que vemos a diario vienen de la falta de derechos de propiedad. Una sociedad próspera y pacífica debe, necesariamente, tener un nivel importante de respeto por los derechos de propiedad, que implica, por supuesto, la propiedad de una persona sobre su cuerpo y sobre los bienes que consigue con el fruto de su trabajo.
La gente se levanta a diario para trabajar porque quiere contribuir a la sociedad, sí, pero fundamentalmente es porque quiere tener una mejor vida, quiere vivir bien, que los suyos vivan bien, y disfrutar de lo que los hace felices. En una sociedad donde no se pueda disfrutar libremente de lo que se consigue trabajando, no hay incentivos para levantarse temprano e ir a trabajar. ¿Para qué alguien se esfuerza por ser ingeniero en Cuba si va a vivir en la miseria y gana más una prostituta?
En un asunto tan simple como el de las gallinas se ve el nivel de despotismo de los grupos animalistas y de la izquierda en general. Son incapaces de entender y respetar la propiedad que tiene alguien sobre una gallina o sobre una casa. La regla básica para que una sociedad funcione es esta: no importa si me gusta o no lo que haga con su gallina, entiendo que es su propiedad y no puedo arrebatársela. Igual que, sin importar si tiene varias casas vacías, no puedo quitarle lo que usted consiguió con el fruto de su trabajo. No es mío.
Si en una sociedad se acepta que otros dispongan de la propiedad de quienes trabajan, no hay incentivos para esforzarse, no tiene sentido el trabajo si no se disfruta de un beneficio. Los que quieren progresar se irán del país, quienes se queden no trabajarán y la miseria será inevitable, como en todos los países socialistas.
Lo que comparten animalistas y okupas es su nivel de despotismo y su desprecio por los derechos de propiedad, por la libertad de cada quien para hacer de su vida y de sus recursos lo que quiera. Cada grupo izquierdista tiene una idea de lo que deberíamos hacer los demás y están dispuestos a usar la fuerza para obligarnos a cumplir sus planes.
Todos tenemos ideas sobre cómo debiera ser una buena vida, pero lo que diferencia a la izquierda y a la derecha es que unos se limitan a dar sus opiniones, mientras los otros, la izquierda, simplemente quieren imponerse usando la fuerza. Es por eso que estos grupos de la nueva izquierda nunca se van a poner de acuerdo, no entienden lo fundamental: los derechos de propiedad.
Para mí es evidente que la izquierda, aunque tiene muy buenos poetas, escritores y artistas capaces de conmover multitudes, tiene deficiencias fatales en cuanto a las ciencias. No entienden de biología, de matemáticas y menos de economía. Pero nada de eso sería un problema si su ignorancia no viniera acompañada de una obsesión por controlar la vida de los demás.
El problema no es un tonto que en su finca trate a sus gallinas como personas, el problema es un ignorante que, incluso con buenas intenciones, crea que debe controlar la vida de los demás para conseguir el “bien común”.