
Por: María Marty
EnglishA partir de un estudio que realizó The Economist sobre 5.000 presidentes de Gobierno y ministros de Europa y de Estados Unidos, el 20% resultaron ser juristas.
Desde que regresó la democracia a la Argentina, sólo han gobernado abogados: Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Adolfo Rodriguez Saa, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina Fernández.
En Cuba reinó el abogado Fidel Castro durante cuatro décadas y en Estados Unidos actualmente preside Barack Obama, otro abogado.
Tal vez sea porque hay una tendencia natural de los estudiosos de las leyes hacia la política, o tal vez porque se destacan por su poder de persuasión y oratoria a la hora de promover su candidatura. También podría ser que saben cómo manejarse por los intrincados laberintos que conducen al poder.
No sabemos la razón con claridad. Lo que sí podemos asegurar —porque la realidad no perdona— es que todos los mencionados han dejado y están dejando sus países en crisis económicas, políticas y sociales.
No sorprende que todos ellos también han demostrado tener un desconocimiento absoluto del concepto de “derechos individuales”. Y si la ignorancia no fue el pecado, lo ha sido entonces la falta total de respeto hacia la vida, la libertad y la propiedad de los individuos.
Por supuesto que ha habido economistas, ingenieros, médicos que han padecido el mismo mal. Pero lo que llama particularmente la atención en este caso, es que quienes se han dedicado a estudiar durante varios años una carrera basada en la ley, hayan terminado utilizando esta herramienta, que por excelencia debería ser la encargada de proteger los derechos individuales, en obvia oposición a estos.
La gran pregunta es: ¿por qué?
¿Solo fue la mala suerte de contar con abogados gobernantes con problemas de resentimiento, que han visto el poder como la base perfecta para someter a los ciudadanos? ¿Fuimos tan ciegos al votar por hombres y mujeres de leyes con tan baja autoestima que han vislumbrado al poder y al robo legal como su único modo de obtener dinero?
O quizás también haya influenciado la educación que se está ofreciendo en las universidades de Derecho de casi todo el mundo, que parecen haber dejado en el rincón del olvido a John Locke y Frédéric Bastiat para ofrecer devoción a Hans Kelsen.
Existe una clara incompatibilidad de naturaleza entre los derechos individuales y los mal llamados “derechos” sociales. Los primeros son derechos negativos que obligan al resto de la sociedad y a los gobernantes a no atacarlos o coartarlos. Los segundos son derechos positivos que imponen una carga y obligación sobre toda la sociedad de proporcionar un bien a sus beneficiarios.
Como ejemplos: el derecho a la vida, a la propiedad o a la libertad (derechos individuales) obligan a no arrebatarlas. En cambio el derecho al trabajo, a una vivienda digna, a un salario mínimo, a una asignación familiar y miles de etcéteras de “derechos” establecidos hoy en día, obligan a alguien a proporcionarlos, atacando directamente su propiedad, su libertad y en definitiva, su vida.
Roberto Cachanosky escribió que “las confiscaciones de ahorros, arbitrarias redistribuciones patrimoniales y de ingresos, sistemas impositivos confiscatorios y caprichosos, atribuciones del ente recaudador que viola derechos elementales y un largo listado de comportamientos antirrepublicanos se han dado bajo Gobiernos con presidentes abogados”.
Mientras nuestros abogados gobernantes continúen haciendo del respeto por los derechos individuales su principal caso a vencer, seguiremos padeciendo variaciones de tiranías, democráticas, o no.
La realidad es que no podemos resolver los defectos de carácter ni traumas psicólogicos de quienes detentan el poder. Pero si al menos lográramos que nuestros juristas volvieran a descubrir un libro tan simple y tan honrado como La Ley, de Bastiat, seguramente en el corto plazo podríamos marcar una gran diferencia.
En homenaje a este defensor de los derechos individuales en el 165 aniversario de su nacimiento, concluyo este artículo con una de sus frases:
“La vida, la libertad y la propiedad no existen porque los hombres han hecho leyes. Por el contrario, fue el hecho de que la vida, la libertad y la propiedad existieran de antemano que causó a los hombres a hacer leyes en primer lugar.”
—Frédéric Bastiat
Maria Marty es argentina, licenciada en Comunicación Social, guionista y libertaria. Es la directora ejecutiva de la Fundación para la Responsabilidad Intelectual (FRI).