He estado solo 12 horas en Washington D.C., el tiempo justo para asistir a la amable invitación hecha por el senador Marco Rubio (R-FL) para presenciar el discurso del presidente Barack Obama sobre el estado de la Unión.
Es invierno en D.C., pero el atardecer incendiaba sus siluetas monumentales, regalándole un perfil cálido a la capital de la nación. Ya en el Capitolio pude conversar con varios senadores Demócratas y Republicanos, todos interesados en escuchar sobre el tema cubano. Hay puntos siguen siendo elementales:
1) Estados Unidos sostiene conversaciones de alto nivel con un Gobierno que no ha sido elegido por sus ciudadanos. Por tanto, esperamos que en la mesa de diálogo esté presente el apoyo a la petición constitucional que miles de ciudadanos cubanos han hecho para que se realice un plebiscito en favor de las elecciones libres y plurales.
2) Las autoridades de Estados Unidos han apoyado en varias ocasiones la necesidad de una investigación independiente sobre las muertes violentas, el 22 de julio de 2012, de mi padre Oswaldo Payá, premio Andrei Sajarov del Parlamento Europeo, y de Harold Cepero, joven líder del Movimiento Cristiano Liberación. Por coherencia, este punto debe ser discutido ahora con el Gobierno cubano, pues existe la oportunidad de gestionarlo directamente a través de los nuevos canales oficiales.
En el avión de regreso, me topé con Roberta Jacobson, subsecretaria de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental. La abordé de inmediato y se levantó para saludarme. Agradecí su gesto.
“¿De vuelta a casa o va solo hasta Miami?”, me preguntó casi ingenuamente. “Voy hasta Miami”, le dije, y recordé que hace más de un año no regreso a mi hogar en La Habana. La última vez que estuve allí, a un costado del Parque Manila en El Cerro, la Seguridad del Estado perseguía a mis hermanos en la calle y llamaban por teléfono para decir: “hija de puta, te vamos a matar”.
Jacobson se dirigía a La Habana, donde está manteniendo reuniones con funcionarios del Gobierno cubano. Uno de ellos es el reconocido agente de la Seguridad del Estado Gustavo Machín. No por casualidad, fue el mismo que tuvo a su cargo la circense rueda de prensa que el sueco Aron Modig realizó en Cuba mientras estaba preso en régimen de aislamiento y sin cargos, justo antes de expulsarlo del país sin permitirle encontrarse con mi familia, tal como solicitamos, al tratarse de un conocido nuestro y ser nosotros los más afectados.
Aron viajaba en el carro con mi padre el día del atentado largamente anunciado a nuestra familia (con testigos casi siempre, para aterrorizarlos como medida ejemplar) y fue secuestrado por la Seguridad del Estado inmediatamente después de que el carro fuera sacado de la carretera.
Me hablaba […] como si no estuviese viajando al corazón de la dictadura más longeva del planeta para encontrarse con agentes criminales
Le pregunté a la subsecretaria si la investigación independiente que estamos reclamando por la muerte de Oswaldo Payá y Harold Cepero formaría parte de las conversaciones con el Gobierno cubano. “This is always a point that we raise”, (Ese es un punto que siempre podemos proponer) me contestó asintiendo.
También me explicó que planeaban tener una conversación sobre derechos humanos, sin especificar cuándo sería. Me hablaba con la normalidad de los funcionarios civiles, como si no estuviese viajando al corazón de la dictadura más longeva del planeta para encontrarse con agentes criminales, algunos de los cuales fungieron de espías en los propios Estados Unidos.
El Gobierno cubano ha mentido a la Relatoría de Crímenes Extrajudiciales de Naciones Unidas cuando esta le ha pedido información sobre la muerte de mi padre. Después de más de dos años, las autoridades cubanas continúan negándonos el informe de autopsia de su cuerpo, reporte al cual la familia tiene derecho, de acuerdo con las leyes vigentes en la isla.
Este viernes 23 de enero, me reuniré en la Casa Blanca con Ricardo Zúñiga, director senior para Asuntos del Hemisferio Occidental. Espero que para entonces él tenga noticias de la respuesta del Gobierno cubano a Roberta Jacobson sobre la investigación del atentado contra Harold y mi padre aquel día cruel, que nuestra familia temía pero jamás llegó a concebir.
Estados Unidos y los Gobiernos del mundo deberían saber que, sin que emerja toda la verdad sobre esta y tantas otras atrocidades que la historia ha mitificado como una “revolución“, en Cuba no habrá democracia ni estabilidad real. Es posible que antes del viernes la prensa internacional acreditada en la isla ya tenga una respuesta de ambas partes sobre esta ineludible cuestión en un diálogo a tan alto nivel.