Por Raúl Jara
Con #ChaoBinominal la comunidad digital se despidió del sistema electoral binominal adoptado en Chile por más de 25 años, y cuyo fin era anhelado por las nuevas generaciones de votantes.
Ese día ha llegado. No obstante, se ha optado por un nuevo redistritaje que pone en riesgo la cercanía (y los recursos) de los candidatos para llegar e impactar a su electorado, el cual aumentó exponencialmente.
Ejemplo: El distrito 10 (Providencia, Ñuñoa, Santiago, Macul, San Joaquín y La Granja), tiene ocho escaños para sus 882.596 electores y más de un millón de habitantes. ¿Cuánto más necesita un candidato X para llegar a esta masa de votantes, en medio de la polémica por el financiamiento de campañas?
Por debatir: la inconsistencia en la conformación de los nuevos cupos parlamentarios —en la Cámara Baja subirán de 120 a 155 diputados y en el Senado de 38 a 50— para un nuevo sistema proporcional, el cual no logrará en todos los casos que los más votados aseguren un escaño en el Congreso.
Si lo que se buscaba era “más votos = candidato electo”, y así eliminar la férrea crítica al binominal, con el método D’Hondt no se logra del todo. Este sistema proporcional va entregando escaños a medida de la división del más votado, y así comienza a asignar puestos a los ganadores, no necesariamente en el orden de votos obtenidos. No le quepa duda de que habrá candidatos electos con menos votos, le guste o no, como en el binominal.
No podemos dejar de mencionar la inconsistencia en la asignación de los nuevos escaños, como por ejemplo, el nuevo distrito de Iquique, al cual, con 222 mil electores se le asignan tres cupos; en cambio al distrito de Copiapó, que cuenta con 221 mil electores se le otorgan cinco escaños, este último con votaciones históricas que benefician a la NM; y por último, si comparamos ambos distritos, ¿vale lo mismo el voto en relación a la representatividad asignada?
pero lo que vive la sociedad chilena desde hace ya varias décadas no tuvo su origen en un sistema electoral, sino en un conjunto mucho más amplio y complejo de fenómenos históricos…
Otro ejemplo de lo anterior fue lo ocurrido en la comuna de Cañete, de la Octava Región de Chile, en la elección de concejales de 2008, donde dado el sistema de proporcionalidad (D´Hondt) logró salir el candidato número 22 —0,86% de los votos— de 24 candidatos en papeleta, y con seis puestos a repartir. Lo expuesto, es un fiel reflejo no solo de como quedaron fuera de competencia otras 16 votaciones más altas, sino que nos muestra la “injusticia” del sistema repartidor.
En la actualidad, Chile vive bajo el mismo clivaje social de hace casi 40 años, las nuevas generaciones culpan a la ‘binominalización’ como uno de los principales causantes de esta división, pero lo que vive la sociedad chilena desde hace ya varias décadas no tuvo su origen en un sistema electoral, sino en un conjunto mucho más amplio y complejo de fenómenos históricos, que terminaron por generar un país social, cultural, político y generacionalmente dividido.
El funcionamiento del sistema binominal vino, en rigor, a perpetuar esa línea divisoria; obligó a ambas mitades a un equilibrio parlamentario y forzó la existencia de pactos políticos y electorales a ambos lados del espectro.
Entendemos, con razón, que el proyecto busca reducir la desigualdad del voto. Pero, ¿por qué entonces, se deja en manifiesto esta disparidad, poblaciones más grandes con menos escaños, o peor aún, candidatos elegidos con menos votos que sus contendores? Lo más probable es que el país siga dividido y así se manifieste en las votaciones, por lo cual nos daremos cuenta que no fue culpa del sistema electoral tal crispación, y en ese momento tendremos un nuevo sistema; un binominal disfrazado.
Raul Jara es director de la Escuela de Liderazgo Universidad San Sebastián de Chile.