EnglishLa debilidad de su gobierno ha desatado en Nicolás Maduro la paranoia, intrínseca de los mandatarios que poseen una base frágil y viven de una legitimidad prestada o mal habida. El presidente a la fuerza, por todos lados ve conspiraciones y magnicidios. Este recurso, tan socorrido en los sistemas autoritarios, no pasaba de ser un episodio alocado y folclórico cuando era utilizado por Hugo Chávez, el fallecido jefe de Estado. Ahora, en la figura de su sucesor, este recurso resulta una treta reveladora de la enorme fragilidad de un gobernante investido de una legalidad usurpada.
En el breve período que corre desde su juramentación como presidente constitucional ante la mayoría oficialista de la Asamblea Nacional hasta la actualidad, empresarios vinculados al régimen han comprado dos importantes medios de comunicación. Uno televisivo: Globovisión, y otro impreso: la Cadena Capriles. Sin embargo, a pesar de esta cercanía, hasta ahora ninguno de esos dos poderosos medios ha variado de manera sustancial su línea informativa y editorial. No han querido alejarse de su audiencia natural, que cultivaron durante muchos años.
Aunque de Globovisión salieron periodistas tan importantes como “Kiko” Bautista, Carla Angola, Roland Carreño, Pedro Flores, Ana Karina Villalba y Nitu Pérez Osuna, la televisora continúa trasmitiendo su programa emblemático Aló, ciudadano y el espacio de claro corte opositor Grado 33, conducido alternativamente por los periodistas Roberto Giusti y Norberto Mazza. La programación de las primeras horas de la mañana se mantiene intacta. Y se acaba de incorporar al plantel, para trabajar al medio día, Vladimir Villegas, comunicador social que mostró con toda claridad sus simpatías por Henrique Capriles en las dos pasadas campañas presidenciales.
El canal ha tendido a reducir la confrontación con el gobierno ubicándose en una zona más neutral. A los radicales de la oposición este giro no les gusta, prefieren un canal erizado y frontal. Si se mantiene en la línea trazada hasta ahora, Globovisión podría seguir siendo la estación donde se ejerce periodismo crítico, se realizan investigaciones penetrantes y se efectúan entrevistas atrevidas, sin caer en el fanatismo o la incondicionalidad.
Este es, precisamente, el tono que no le gusta a Maduro. Por eso acusa al canal de “seguir conspirando”. El ejercicio crítico del periodismo y la transmisión de informaciones que muestran realidades dolorosas y descarnadas no es del agrado de gobernantes autoritarios, especialmente si están convencidos de que su base de apoyo social y político es precaria.
Esta clase de mandatario necesita mantener el control total de todos los medios de comunicación e información. No le basta con neutralizar, reducir el tono crítico o atemperarlos, sino que busca someterlos. Convertirlos en agencias de propaganda de sus gobiernos. En esto consiste la hegemonía comunicacional: domesticar los medios para que ninguna información, investigación u opinión considerada peligrosa o simplemente incómoda, se transmita. Ese derecho humano esencial, conquista de la modernidad, que es el derecho a la información plural, oportuna y veraz, queda abolido.
En la pantalla de Globovisión han reaparecido los jerarcas del gobierno rojo. Vladimir Villegas inauguró su espacio de entrevistas con Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, símbolo del gobierno de los herederos y, de paso, uno de los personajes más detestados del régimen. Luego han desfilado otras figuras importantes e igualmente odiados, como Pedro Carreño quien, a pesar de su fama de corrupto, se convirtió en un implacable acusador y perseguidor de los “delitos” de la oposición.
Mientras esto ocurre en un canal privado como Globovisión, Venezolana de Televisón (VTV) –que se financia con fondos públicos extraídos del Fisco Nacional, que a su vez se nutre de los aportes provenientes del petróleo y de los impuestos pagados por los venezolanos– se mantiene hermética frente a la oposición, a pesar de que, en el peor de los casos, ésta representa 50 por ciento del país.
VTV no cede ni siquiera un milímetro su señal para que los dirigentes, simpatizantes o allegados a la oposición, expresen sus opiniones o desarrollen sus argumentos acerca de las razones por las cuales no comparten el proyecto oficialista. La emisora tampoco admite la menor disidencia dentro de las filas de los partidarios del oficialismo. El conocido periodista Alberto Nolia, por ejemplo, quien conducía el programa Los cuadernos de mandinga, signo de la degradación y agresividad del régimen, fue botado por atreverse a formular una leve crítica a la política de seguridad ciudadana de Nicolás Maduro. Con la oposición y con la disidencia, tolerancia cero. VTV decidió, por orden del jefe del Ejecutivo, hacer invisible a la mitad (y algo más) de los venezolanos que piensan distinto a la élite gobernante.
En VTV y en todo el Sistema Nacional de Medios Públicos, Henrique Capriles, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y la oposición solo existen para calumniarlos, agredirlos y amenazarlos. Ninguna forma de reconocimiento o aceptación se admite. Es rutina llevarlos al cadalso para decapitarlos. Esta obsesión paranoide constituye un signo de debilidad, no de fortaleza. El régimen no puede competir con la oposición en condiciones mínimas de equilibrio. Necesita abusar para reafirmar su precario poder.
Los actos hegemónicos violentos contra la ley no le han servido a Maduro para conquistar el favor de la mayoría. El pueblo sigue apoyando la democracia.