El usurpador vicepresidente del Área Económica, Tareck El Aissami, afirmó que supuestamente las sanciones internacionales han despertado el interés de una “cantidad impresionante de inversionistas extranjeros” que querrían trabajar en el país suramericano. Pero a la vez se contradijo responsabilizando a las sanciones del deterioro económico de la nación.
#EnVivo | “Antes Venezuela producía todo lo que consumía. Nosotros tenemos que volver a esa siembra”, Tareck El Aissami desde el Palacio de Miraflores. pic.twitter.com/8p72CzfpvE
— CaraotaDigital (@CaraotaDigital) April 24, 2019
“Antes Venezuela producía todo lo que consumía, todos los alimentos, y éramos una potencia de exportación de muchos rubros alimenticios en la región y en el mundo. Somos famosos por el café, cacao, plátano”, indicó; y posteriormente dijo que ya no es así por culpa de las sanciones de Estados Unidos.
El Aissami que busca “tapar el sol con un dedo”, no tiene cómo ocultar que en Venezuela ya no existen inversiones, y que según estimaciones del Fondo Monetario Internacional, el PIB caerá nuevamente 25% mientras que la hiperinflación alcanzará el récord de 10.000.000%.
El Aissami se encarga de la economía venezolana aún sin tener conocimientos en el área, y pretende que el mundo crea que el desastre financiero en el que está sumido Venezuela es por responsabilidad de Estados Unidos.
Que en una entrevista, el régimen diga que las sanciones impulsan las inversiones en el país, pero que al mismo tiempo son responsables de la destrucción de la economía, es una muestra más de cuán ignorantes cree a los venezolanos.
La verdad es que las sanciones internacionales buscan frenar las inversiones en Venezuela y presionar la caída de la dictadura; de hecho lograron que la India desistiera de comprar petróleo al chavismo y que Repsol detuviera sus acuerdos de canje con Maduro. Las sanciones, lo que buscan es que el régimen deje de percibir dólares para financiarse y mantenerse en el poder; son medidas que buscan la libertad del país suramericano.
Pero las declaraciones de El Aissami solo dejan evidencia que el socialismo es lo único que ha destruido la economía del país, y no Estados Unidos; la realidad es que nadie quiere invertir en Venezuela porque no existe seguridad financiera, ni empresarial. Entonces, ¿quiénes querrían invertir en el país?, quizás los que quieren negociar con el oro, el petróleo, el coltán, a precios de muy bajos y sin ninguna garantía.
Durante su intervención, el usurpador vicepresidente de la Economía, dijo que en Venezuela se logrará “un salto cualitativo” en el campo económico productivo. ¿Cómo puede hablar de que hay capacidad para producir todo en Venezuela, si todos los productos de las cajas subsidiadas de alimentos CLAP, son importados? Otra contradicción e hipocresía del chavismo.
El socialismo de Hugo Chávez y Nicolás Maduro acabó con la mayoría de las 12.700 empresas privadas que existían en Venezuela; en la actualidad solo quedan unas 2.200 sobrevivientes a todos los embates causados por la dictadura.
Ni hablar, de las más de 20 empresas multinacionales que salieron de Venezuela, gracias al socialismo. Las razones que exponen las transnacionales para retirarse de Venezuela, según Conindustria, son la profunda escasez de materia prima, la falta de acceso a divisas, las leyes y normativas que han obstaculizado la actividad económica y los precios “absurdamente” controlados, que generó fuertes pérdidas en sus operaciones.
Los controles de cambio, de precios, las leyes del trabajo, las expropiaciones y amenazas, son, en su mayoría, las causas por las que el sector industrial cada día se convierte en un cementerio empresarial. A lo anterior se le suman las dificultades que tienen los comerciantes para reponer sus inventarios, que con el paso de las horas corren el riesgo de bajar las santamarías.
Así que hay que responderle a Tareck con contundencia: No, El Aissami, las sanciones de Estados Unidos solo buscan la caída de la dictadura; en cambio el socialismo, solo busca la caída de las empresas, la dependencia y sumisión de los venezolanos y perpetuar al chavismo en el poder. Son ustedes, los que destruyeron la economía de Venezuela.
“Venezuela es el país más agresivo con la empresarialidad”, señaló para el PanAm Post Víctor Maldonado, director de la ONG Cedice Libertad y exdirectivo de la Cámara de Comercio e Industria de Caracas.
“El socialismo del siglo XXI no solo interviene, sino que afecta y amenaza los derechos de propiedad de las empresas. Venezuela es el país donde la condición de empresario es uno de los oficios más peligrosos (…) a las empresas venezolanas no se les reconoce ni garantiza ningún derecho”, señaló.
“Venezuela es un país donde es peligroso ser empresario porque los consideran enemigos del Gobierno, donde hay una Ley de Costos y Precios que inhabilita para tomar decisiones, donde existe un régimen cambiario que no permite acceder a las divisas para comprar los insumos o servicios necesarios, y en el que la rigidez laboral impide poder manejar el factor trabajo con libertad. Todo esto conjugado en el marco de la hiperinflación más alta del mundo, con la escasez de todo y muchísima inseguridad ciudadana, hace que la decisión más razonable de verdad sea cerrar la empresa aunque eso nos duela”, sentenció.
Un país sin libertad económica
De acuerdo con Heritage Foundation, un organismo que analiza la libertad económica de los países del mundo, ubicó a Venezuela en el último lugar entre las naciones del continente latinoamericano, incluso por debajo de Haití, como el país con menos libertad económica.
En el listado mundial, Venezuela se ubica el puesto 179 de 180 países, solo por encima de Corea del Norte, con un puntaje de 1.8 puntos.
“El puntaje general de Venezuela ha disminuido debido a una fuerte caída en la libertad monetaria, la libertad empresarial y los indicadores de integridad del gobierno. Venezuela ocupa el último lugar entre los 32 países de la región de América, y su puntaje general está muy por debajo de los promedios regionales y mundiales”, señala el informe.
El documento agrega que “las políticas legales, burocráticas y regulatorias del gobierno limitan la inversión extranjera. El sector financiero está estrechamente controlado por el Estado, y el crédito a menudo se asigna sobre la base de la conveniencia política”.