La autoproclamada Cuarta Transformación no descansa cuando se trata de domesticar la mente de los ciudadanos, en aras de alfombrar la instauración de un régimen dictatorial socialista, supremacista progresista.
Y para ello su agenda ha puesto énfasis en tomar el control de las instituciones garantes de la democracia, en especial las autónomas, zombificándolas, poniendo a cargo ellas a sus súbditos ideologizados y leales a López Obrador, además de en ganarse la voluntad de mandos altos del Ejército, al que han metido a hacerle de empresario, para que esté contento y se ponga la camiseta del gobierno, dejando atrás su institucionalidad.
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Así se inhiben insurrecciones, se intimidan opositores y se apalanca la permanencia de la tribu roja en el poder. El mega asistencialismo es la clave a corto plazo del éxito del socialismo blando de López Obrador: darle a la clase popular cheques a cambio de no hacer nada, sino sólo de ir a votar por el partido oficialista, Morena, a rajatabla.
Pero para el mediano y largo plazo, no podían descuidar el querer incidir de lleno en algo tan sensible y estratégico como lo es la educación, sobre todo la básica (primeros 9 años de escuela).
En todo régimen socialista la educación es paulatinamente reemplazada por un adoctrinamiento. Por ejemplo en la Revolución Cultural china (1966-76), las guardias rojas, los sanguinarios operadores de Mao Tse Tung, además de golpear, encarcelar o incluso asesinar a los opositores de este déspota, (así fueran sus propios padres), ponían mucho el acento en la propaganda.
Y viajaban en equipos por toda China para “educar”, al pueblo, es decir, para adoctrinarlo, con obras de teatro, y otros productos culturales, en las que reinterpretaban la historia, y “deconstruían” la admiración por líderes históricos, al tiempo que ridiculizaban totalmente a la religión y las costumbres y tradiciones ancestrales y milenarias.
¿Qué colocaron en el lugar de Dios, la religión y de tales líderes defenestrados? Por supuesto, como buenos comunistas, ponían al Estado como nueva y única religión, y a Mao como el nuevo “dios”.
Fue un gran ejercicio de autoritarismo que intentaba borrar todo vestigio de capitalismo, burguesía, como también de ideas opositoras, que arrojó cerca de 20 millones de muertos (que se suman a los 30 millones del fallido y cruento Gran Salto Adelante).
Al ser “cultural” tal revolución, basada en el fanatismo, en la idolatría a Mao, en la intolerancia, se usó a la educación como instrumento de conquista mental y de control social.
Así las cosas, cuando en América algún sátrapa socialista, de los que tanto abundan, intenta acabar con el “antiguo régimen”, hacer tabla rasa y no dejar piedra sobre piedra del pasado “neoliberal”, “capitalista”, o “burgués” -el caso de los Castro en Cuba, Chávez y su títere Maduro en Venezuela, Ortega en Nicaragua, o Andrés Manuel López Obrador en México-, en algún momento modifica radicalmente la educación.
¿Y qué pasó? En Cuba desde 1959 se enseña en las escuelas, desde los primeros grados, que el capitalismo es lo peor y el Che un gran héroe y Castro un gran estadista, siendo que su socialismo es en realidad una basura empobrecedora, el Che un matón sediento de sangre y Fidel un dictador ególatra y corrupto. Ya no se diga que en todas las bardas hay pintadas frases que alaban a la “revolución” y a sus patéticos líderes.
Bien, pues en México, luego de pasados ya cinco años de gobierno de AMLO, los rojillos cercanos a él se dieron cuenta que para poder permanecer en el poder durante décadas, ya no podían irse demorando más en tomar el control -a fondo- de la educación. Hay que preparar a las nuevas generaciones para la revolución permanente, ¿verdad, Trotsky? ¿Verdad, Xóchitl Gálvez?
Para ello ya estaba al frente del diseño de los contenidos de los libros de educación básica un tipo llamado Marx Arriaga (sí, ya sé, y en el nombre lleva el pecado y la penitencia), en la Secretaría de Educación Pública.
Imagínense nada más: un izquierdoso incluso con el mismo nombre del alemán padre del odio y del resentimiento social, que propuso una guerra sangrienta para asesinar a los dueños de los medios de producción, e imponer una dictadura global del proletariado, en el “Manifiesto Comunista” de 1848.
Pero para poder llegar a tal revolución roja, el camino era justamente el adoctrinamiento de la clase popular, que según ellos consistía en la “toma de conciencia” de que el proletario es la víctima de un sistema opresor, del cual debe “emanciparse”.
Entonces el revolucionario (y además supremacista progresista, porque no estamos ya en 1959, y la agenda del aborto, feminista y homosexual, se ha desarrollado mucho en estas décadas) Marx Arriaga, entendió que había que replantear todos los libros de la primaria y la secundaria en el país, porque, ojo con esto, cito textual a este genio en una nota de abril de 2022:
“Podría señalar centenares de problemas sociales que el modelo neoliberal, meditiocrático, conductista, punitivo, patriarcal, racista, competencial, eurocéntrico, colonial, inhumano y clasista ha generado”, dijo la chulada de funcionario donde casi ni se le nota lo ideologizado que está.
Para acabar con la educación que tanto detesta cuenta con el apoyo de otro genio, un chavista, un venezolano que se trajo del dominio de Maduro: Sady Loaiza, quien fue “director de la Biblioteca Nacional de Venezuela del 24 de noviembre de 2014 al 1 de septiembre de 2018”.
Y bien, Marx ha cumplido sus amenazas y hoy llueven quejas por sus nuevos libros. Para empezar, ya no habría libros por materia de forma tradicional, es decir, ya no hay libro de matemáticas, español o geografía, sino que ahora los 6 años de la primaria, tendrán estos libros: “Múltiples lenguajes, Nuestros saberes, Proyectos de Aula, Proyectos Escolares, y Proyectos comunitarios”.
De entrada, al menos evaluando desde las portadas de estos libros, no reflejan ningún combate al racismo, sino que más bien imponen (insuflados por el espíritu de la revolución cultural china) una visión de la realidad, mostrando en todas únicamente niños de piel morena y delgados.
Ignorando plenamente las otras dos raíces de los mexicanos, la blanca y la negra. No hay niños pelirrojos, ni tampoco con alguna discapacidad, ni con obesidad, por cierto, cuando México es el país con el primer puesto en este problema a nivel mundial (datos del propio gobierno).
Israel Sánchez, líder de la Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF) interpuso un amparo contra la distribución de estos libros, ya que, por ley, sus contenidos deben ser construidos en diálogo con los padres de familia (y otras instituciones), que fueron ignorados. Tuvimos una conversación con él que se puede consultar aquí.
Se trata entonces de una imposición de ideas, sin consenso y sin respetar el derecho humano de los padres a educar a sus hijos como mejor lo deseen. Pero Marx Arriaga ha de pensar que los hijos son del Estado, no de sus padres. Con eso de que es un comunista.
Otra queja de los nuevos libros es que traen múltiples errores ortográficos, cosas tomadas de páginas de internet, planetas con tamaños a escala errónea, buscan “sexualizar” a los niños, proporcionando información no científica e ideologizada.
Abiertamente #Morena ha iniciado el adoctrinamiento socialista.
No son errores de la @SEP_mx, es parte del plan castro-chavista para tener a la población ignorante, pobre y fanática.
Aquí te platico 👇.#ConLosNiñosNo pic.twitter.com/dUa8G0F5YU
— América Rangel (@AmerangelLorenz) August 3, 2023
Eduardo Pacheco, abogado de la Alianza Ministerial Evangélica de Saltillo (AMES), declaró que los contenidos de los libros, tras haberlos revisado página por página, estarían orientados “a la sexualización, adoctrinamiento y promoción de la libertad de género, pese a que algunos de los estudiantes a quienes van dirigidos tienen entre seis y 12 años, cuya madurez no corresponde con lo que se les pretende exponer”. Tiene toda la razón.
Vendrán ahora marchas, protestas, manifestaciones y más amparos. Los conservadores y la nueva derecha debe movilizarse. Eduardo Verástegui, quien está creando un movimiento global en defensa de los niños ante tráfico sexual, no pasó por alto esta situación y calificó a los autores de los libros de “comunistas trasnochados, que quieren corromper a la niñez mexicana”.
Es penoso que sea el único aspirante presidencial que haya criticado estos abusos del oficialismo socialista. Los demás brillan por su silencio.