Roberto Jefferson, un experimentado político brasileño, se desempeñaba pacíficamente, hasta el pasado viernes 13 de agosto, como presidente del Partido Laborista Brasileño (Partido Trabalhista Brasileiro, PTB), cuando fue detenido por la policía, y encarcelado en Rio de Janeiro, acusado por una serie de presuntos delitos, entre ellos: calumnia, difamación, injuria, incitación al crimen, apología del crimen, y asociación para delinquir.
Todos ellos, de interpretación subjetiva, al gusto y por órdenes del Supremo Tribunal Federal (STF), que se conoce como “la dictadura de la toga”, es decir, de los magistrados, señaladamente con ideología de izquierda y acusados de recibir asesoría del Foro de Sao Paolo.
El PTB (no confundir con el PT ultraizquierdista de Lula da Silva), es el único partido en Brasil, que defiende el patriotismo, la vida -desde la concepción hasta la muerte natural-, y a la familia natural, la libertad religiosa, y combate al socialismo.
Defiende también el cristianismo y el derecho de los padres a educar a sus hijos, así como la libertad económica, el derecho a la legítima defensa y portación de armas, y “las causas por la Libertad en Occidente”.
Es, en suma, un partido de derecha, conservador, y aliado al proyecto del presidente Jair Bolsonaro, quien también ha tenido serias diferencias con el STF.
En Brasil se preparan varias acciones fuertes a escala nacional e internacional, exigiendo la libertad inmediata de Jefferson (#RugidodeLiberdade). El PTB culpa de la detención arbitraria de su presidente nacional, Jefferson, a Alexandre de Moraes, ministro de STF.
“El acto demuestra, una vez más, el intento de censurar al presidente (Roberto Jefferson), impidiéndole ejercer su derecho a la libertad de opinión y expresión a través de las redes sociales”, escribió el PBT.
Jair Bolsonaro estará pidiendo este miércoles 18 a los senadores el impeachment de los ministros que ordenaron la captura de Jefferson.
Además, se planean marchas para todo el mes de septiembre, empezando el día 7 -día de la Independencia de Brasil-, y tendrán lugar en Brasilia, y San Paolo, las ciudades más grandes, así como en todas las capitales.
Las instrucciones giradas por el magistrado Alexandre de Moraes son consideradas como medidas inconstitucionales, debido a que usurpan las funciones del Ministerio Público, y se dan al margen y sin respeto al debido proceso, al traducirse en órdenes de captura y aprehensión.
Por si esto no fuera suficientemente malo para una democracia, el STF tiene en su haber muchas más actuaciones irregulares, “casualmente” contra conservadores.
Los magistrados se han caracterizado por emprender persecuciones políticas contra empresarios, periodistas, activistas, y diputados. Se trata de los mismos que absolvieron a Lula Da Silva y que han recortado funciones al Poder Ejecutivo, saboteando la administración de Bolsonaro, sobre todo en relación al manejo de la pandemia de COVID-19.
El PBT sostiene que “todos los presos políticos que existen en Brasil han sido víctimas de esta medida y es por una simple razón: son de derecha y conservadores”.
Un punto importante es que Jefferson ha sostenido una postura crítica respecto del activismo político del embajador del Partido Comunista Chino (PCCh), en Brasil, Yang Wanming, quien habría intervenido en asuntos internos.
Al ser detenido Roberto Jefferson, el embajador comunista lo celebró en Twitter. El Dragón Rojo no esconde su animadversión a los conservadores: su ideología oficial es el ateísmo comunista.
La actuación del STF ha sido profundamente revisada incluso a nivel filosófico por el pensador de derecha Olavo de Carvahlo, cuyas reflexiones han influido al régimen de Bolsonaro.
Para Carvalho, ese tribunal fundamenta su actuación a partir de las ideas de Ronald Dworkin, filósofo del derecho norteamericano.
El brasileño pone en tela de juicio a Dworkin por servir de base para que los magistrados puedan hacer lo que quieran, por encima de las leyes bajo un enfoque nada positivista, ya que nunca se apegan a la letra escrita, sino que alteran su sentido a partir de sus libres interpretaciones, de la hermenéutica que hacen.
Dicho de otra manera, el filósofo brasileño critica que los magistrados tienen entonces siempre la última palabra, no la Constitución, no las leyes. Porque este grupo de “dictadores de la toga” se dicen poseedores de la prerrogativa de interpretar a su antojo cualquier ley, incluso remando en sentido inverso al plasmado en la letra.
Por supuesto, las interpretaciones que hacen esos magistrados de la ley, señala Carvalho, se dan en beneficio propio o de su partido (son cercanos al socialismo).
Desde toda América, y el mundo, los conservadores debemos apoyar a Jefferson, para que sea liberado, ya que es inocente y el STF no tiene realmente credibilidad.
El Padre Kelmon Luis Souza, importante líder religioso y activista social, que ha oficiado misa en actos multitudinarios reuniendo hasta cerca de un millón de personas, es fundador del Movimiento Cristiano Conservador Latinoamericano, cercano también a Roberto Jefferson y al PTB, y está convocando del mismo modo a acciones de apoyo al preso político, en esta embestida de la ultraizquierda contra Bolsonaro y sus aliados.
Porque Lula, no es un secreto, desea como nunca, así lo ha dicho, regresar al poder. Toca cerrar filas para impedirlo. Ya tenemos suficiente con la nefasta influencia del Foro de Sao Paulo y el dinero que es desviado de gobiernos amigos para financiar sus actividades progresistas y comunistas en todo el continente.