El juicio político contra Dilma Rousseff, aprobado la madrugada de este jueves por el Senado de Brasil, pone en el tapete la situación que atraviesan las democracias de la región y el final de una era protagonizada por presidentes de izquierda.
Un análisis publicado en el diario español El País y titulado El ocaso de los dioses de las izquierdas latinoamericanas, destaca cómo de a poco los presidentes latinoamericanos de izquierda, por diferentes motivos, van saliendo del poder.
“Uno tras otro, los tótems de las izquierdas latinoamericanas caen como piezas de un dominó que avanza inexorable”, dice el análisis de Andrea Rizzi.
Rizzi no habla de la izquierda latinoamericana como una unidad, sino de las “izquierdas” debido a los diferentes proyectos políticos que han encarnado el chavismo, el kirchnerismo, el PT brasileño o Evo Morales.
- Lea más: Siete razones por las que la izquierda de América Latina está en retroceso
- Lea más: Michel Temer sustituirá hoy a Dilma Rousseff en la presidencia de Brasil
“Es una evidencia cristalina que gran parte de las formaciones soi-disant progresistas del subcontinente, que han dominado la escena durante una década larga, oyen lúgubres campanadas”, señala Rizzi.
Cada corriente, con diferentes problemas y razones van rumbo a terminar su influencia. Del chavismo destaca como ha llevado a Venezuela rumbo a “una hiperinflación de memoria zimbabuense en medio de tasas de criminalidad pavorosas”, pero además, “sufrió una contundente derrota en las últimas legislativas”.
El kirchnerismo ha sido desalojado de la Casa Rosada, Evo Morales no pudo cristalizar su deseo de perpetuarse en el poder , incluso Michelle Bachelet “ve grietas como cañones abrirse en su antaño impoluta reputación” debido a los actos de corrupción en los que está involucrado su hijo..
“Ahora el proyecto político empezado por el carismático Lula, proseguido por Rousseff y admirado en su momento por medio planeta sufre su propio Armagedón, con el impeachment viento en popa y el país entero que se hunde en el hielo de la recesión y el barro de la corrupción”, comenta Rizzi.
Aunque cada caso tiene sus explicaciones particulares, el análisis explica que es posible trazar algunos comunes denominadores.
Para la analista de El País uno de los factores que contribuye al ocaso de “las izquierdas” en la región es el fin de la bonanza de las materias primas, que ha “cortado en seco el chorro que pagó buena parte de la fiesta en la región”. A su juicio, los diferentes proyectos pusieron énfasis en la redistribución, pero no tanto en fomentar la creación de la riqueza, la inversión y la diversificación.
“Burocracias desesperantes, proteccionismos, corrupción y expropiaciones en distintas dosis según los casos no ayudaron a preparar bien varios de los países de la zona para el violento aterrizaje que ahora sufren”, indica.
Rizzi señala como otra de las causas de la caída los “tótems”, los intentos de perpetuarse en el poder. “La perpetuación en el poder siempre es tóxica, y tiende a causar excrecencias tumorales corruptas incluso en lares con credenciales democráticas más consolidadas”.
“Contra esos cánceres se libra ahora en varios países de la región una auténtica ofensiva judicial, en ocasiones muy agresiva (¿era necesario detener a Lula para que declarase?); este rasgo, que a primera vista haría feliz a Montesquieu, se transforma de virtud en lacra muy rápidamente cuando toma el semblante de lucha política por medios judiciales”, dice el análisis.
“La cuestión del equilibrio de poderes evidencia los grandes riesgos sistémicos que enfrenta Latinoamérica en esta colosal transición política regional”, agrega.
Para Rizzi los pilares de una “saludable vida democrática” están siendo sometidos a duras pruebas.
“Ojalá unas sociedades civiles cada vez más maduras sepan encauzar este cambio político en los carriles de la ordenada alternancia democrática, de sabias políticas inclusivas, de aceptación leal de las derrotas, de victorias que evitan gestos revanchistas que normalmente solo conducen hacia incendios políticos y miseria económica”, concluye.
Fuente: El País.