I.
Para quienes no lo conozcan —particularmente fuera de Venezuela—, Jorge Giordani fue el ministro de Planificación (y durante unos cuantos años, también el de Finanzas) del Gobierno de Hugo Chávez; además estuvo en el directorio del Banco Central. Entre 1999 y 2014 reinó sobre la economía venezolana, hasta que salió del Gobierno, ya con Nicolás Maduro en el poder.
Junto con otro exministro, el de Educación, Héctor Navarro (dos damnificados del chavismo) Giordani ofreció una rueda de prensa en un hotel del centro caraqueño, muy austero, en el que suelen dormir los diputados del interior cuando se quedan en Caracas, porque queda a una cuadra del Palacio Federal Legislativo.
La comparecencia de Giordani generó enorme expectación; porque el exministro señaló, en una entrevista concedida luego de ser apartado del Gobierno, que sólo en 2012, a través del mecanismo de control de cambio, asociados al chavismo (o miembros del mismo) se habían robado US$25 mil millones, aprovechando, además, la enfermedad —que sería a la postre terminal— del presidente Hugo Chávez. Giordani afirmó, además, que si no dijo esto mientras pasaba (y recordemos, él dirigía la economía nacional) fue para “no afectar” las posibilidades de triunfo del moribundo presidente.
Por supuesto, para escuchar sus explicaciones, luego de la derrota monumental que sufrieron “Maduro y su Combo” el domingo 6 de diciembre, estábamos en un pequeñísimo salón del hotel (ya les dije que era austero) más de 50 periodistas, incluso de CNN, Martí Noticias, Voice of America, etc., además de toda la prensa nacional.
Cuando Navarro y Giordani aparecieron, hablando en nombre, además, de otra exministra y disidente del chavismo, Ana Elisa Osorio, comenzaron a ofrecer una declaración. Ambos mostraron su desazón por la “terrible derrota” del domingo; exigieron (sí, porque aún exigen) la declaración de una “situación de emergencia revolucionaria”; Giordani afirmó que hay que “refundir la República en una Unión Cívico-Militar” y “salvar al socialismo venezolano”.
Pero por supuesto, lo que los periodistas querían oír era su explicación de qué había pasado con los $25 mil millones luego de sus denuncias. Cuando el exministro de Finanzas empezó a hablar de la corrupción y el nepotismo imperantes en el Gobierno, y de los “nuevos ricos” que “exhibían ropas de marca”, varios periodistas nos hartamos. Le preguntamos quiénes eran los corruptos del Gobierno, con los que había convivido; afirmó que “él no era juez” y que “lo estaban interpelando”.
En su salvación (no intencionada) vino un grupo de los que merodean por el centro, pagados por los organismos públicos y dedicados a agavillar a quienes se oponen al Gobierno, denominado “La Esquina Caliente”. Lo llamaron “traidor” y nos obligaron a todos a salir por una puerta de emergencia que culminaba en una reja con candado que tardaron cinco minutos en abrir, porque había que buscar la llave. Gracias a Dios no era un incendio. Lo pequeño del local, por supuesto, contribuyó a magnificar el ligero pánico que sentimos los periodistas.
II.
Pero esto no se trata de lo que sucedió, que todos lo supieron (fue tendencia en Twitter durante 24 horas). Quisiera transmitirles mis sentimientos. Yo conocí a Giordani desde 1999, porque cubría el Ministerio de Planificación; en dos oportunidades lo entrevisté para El Universal, medio en el que trabajaba. Poco después, comenzaron a llamarlo “el monje”, por su dogmatismo.
Mientras lo miraba declarar, preocupado por “el socialismo” y no por la gente, mostrando el tan típico desprecio de los socialistas por la autodeterminación, señalando que “volvería la derecha” y que “cuidado con un Pinochet disfrazado de Bolívar”, empecé, primero, a enojarme, y luego a sentir indignación; la llegada de la “Esquina Caliente”, me impidió preguntarle si él, como Maduro y todo el chavismo, considera que el voto clarísimo de 60% de los venezolanos fue una equivocación, si él y Navarro eran tan soberbios como para pensar que son ellos, y no 7,7 millones de personas, los que están en lo cierto.
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Al final, la diferencia entre Navarro, Giordani y Maduro y su Combo, es solo de culpables. Mientras Maduro y su Combo culpan a ectoplasmas como “la guerra económica” o “la burguesía parasitaria” de la derrota, Navarro y Giordani culpan a Maduro, por ser menos radical que ellos. Ni se les pasa por la cabeza pensar que el socialismo puede estar equivocado; son demasiado tercos, y también demasiado arrogantes.
Escuchando al exministro de Economía mezclar frases de Antonio Gramsci con recuerdos de su padre, un anarquista italiano, y anécdotas sobre lo bien que se llevaba con Hugo Chávez, entendí porqué Venezuela está en su triste situación actual. Este hombre, que pasó 60 años imaginándose el socialismo a la venezolana para verlo fracasar (y esta es su verdadera angustia, no que millones de venezolanos estén al borde de una hambruna), es un ser pequeño, gris, resentido (con el chavismo y con la oposición, a la que llama “la ultraderecha”) y totalmente chato en sus análisis.
Catorce años al frente de la economía venezolana sin ser economista, ni intentar formarse en ello; encantó a Chávez (que lo llamaba “mi padre”) porque el mandatario también creía que soltar frases al caletre, sin hilación ni contexto, es ser un intelectual, y se tenía a sí mismo por uno. “Venezuela es un país de nulidades engreídas y mediocridades consagradas”, terrible frase de Manuel Romerogarcía, un exiliado profesional del siglo XIX. Giordani es ambas, si esto es posible.
III.
Tengo un libro, llamado El Corto Verano de la Anarquía, del historiador alemán Hans Ensenzberger, entre mis favoritos. Narra los hechos del breve lapso en que el Anarquismo fue poder en España, justo antes de estallar la guerra civil; y la vida y muerte de Buenaventura Durruti, el líder de este movimiento. Particularmente conmovedor es el relato que hace Ensenzberger del entierro de Durruti, que termina en una tormenta de naufragio, con su urna abandonada en el barro, en medio de pugnas entre quienes se consideraban más anarquistas que los demás.
Mientras Giordani salía atropelladamente del salón, amenazado por hampones pagados por el Gobierno, y luego escarnecido en la calle (bañado con agua desde un edificio) recordaba ese libro. Esto es Venezuela: Giordani (ya les dije que es un octogenario) pedía ayuda a un Guardia Nacional, que se negaba a auxiliarlo, a pesar de que le decía “yo fui ministro de Chávez”, a lo cual el funcionario respondía con una mirada vacía.
Es el mismo Giordani que hace cuatro años calificaba de “escoria de la política venezolana” a la oposición y que pide, sin miramientos, un Golpe de Estado. Mucho más que la razón por la que está preso, sin ir más lejos, Leopoldo López. El mismo Giordani que sabe que no lo auxiliarán si no “chapea”, como decimos en Venezuela, y aún así, defiende esto porque es su ideología.
Giordani no se robó un bolívar, dijo en su conferencia. Y yo estoy seguro de que no lo hizo. Pero produjo más sufrimiento que muchos ladrones, y no rectificará. Decía Bolívar que “el talento sin probidad es un azote”. Pero posiblemente lo de Giordani y Navarro (lo contrario) sea hasta peor.
Y quienes tengan estómago y quieran escuchar este documento para la historia, pueden hacerlo aquí.