
Una industria cruel, que se mueve entre las sombras y afecta a la economía de África a través de los medios de vida familias rurales. Esto describe a grandes rasgos la perturbadora industria de la piel de burro, codiciada en China para fabricar Ejiao, una gelatina con supuestas propiedades medicinales y a partir de la cual se fabrican otros derivados como pastillas, polvo o soluciones para añadir a alimentos y bebidas.
De 11 millones de burros que habían en China en 1992, la población del animal cayó a 1,7 millones en el último año. Es decir, una caída superior al 80 %, según un extensa investigación de Reuters. Sucede ante los ojos del régimen comunista, que ha demostrado innumerables veces su desprecio por otras especies, como lo evidenció con el sacrificio masivo de mascotas en las calles durante los draconianos encierros por los contagios de coronavirus,
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El mercado de la piel de burro es dantesco y destaca el patrón de regímenes autoritarios de utilizar las vidas animales para su beneficio propio. Otro ejemplo es el dictador Kim Jong-un, quien en el año 2020 obligó a los norcoreanos a dar sus perros como alimentos. En el caso de los burros, a veces los roban de sus comunidades en África para que terminen en un desolladero y luego poner a secar su piel por 45 días, prepararla y enviarla al gigante asiático. Es un tema del que poco se habla, pero existe.
Un drama invisible
La magnitud de la demanda china por la piel de burro es enorme. El país necesita 5,9 millones de pieles al año lo que implica que deben importarlas porque internamente no tienen suficientes burros y la reproducción es lenta. El embarazo de una hembra va de 11 a 14 meses y solo da a luz a una cría.
Entonces, China “ha comenzado a recurrir a países como Pakistán y Afganistán para obtener piel de burro”. En la ciudad de Karache se incautaron en 2022 casi 10 toneladas métricas de pieles de burro con destino a Hong Kong, cuando la documentación decía que se transportaban pañuelos y sales. Y a pesar de que la Unión Africana dijo en febrero que “había prohibido el sacrificio de burros por su piel en todo el continente”, hay dudas sobre su verdadera aplicación y el tiempo que lleve ponerlo en vigencia en todo el continente.
La investigación es contundente y pone sobre la mesa un drama que está invisibilizado a pesar de que ha tenido titulares noticiosos anteriormente. Por ejemplo, en 2017, alrededor de 250 cadáveres de burros aparecieron desollados bajo el sol. Ese mismo año, en Colombia desaparecieron 600 burros. Según la Fiscalía General de la Nación esto hacía parte “de un esquema al que pertenecían mataderos clandestinos y compradores internacionales”.
Consecuencias sobre comunidades pobres
El escenario es triste para millones de burros que son sacrificados de las peores formas y también para familias o comerciantes en zonas desfavorecidas que usan a los animales para transportar pesadas cargas. El cálculo apunta a que “500 millones de personas que algunas comunidades del mundo” dependen de los burros como medio de vida.
Hace siete años, Alex Meyer, jefe de Programas de Donkey Sanctuary, organización británica que se dedica a la protección de la especie dijo a BBC Mundo lo siguiente:
“Es como si de la noche a la mañana, valga la comparación, a toda una ciudad le quitaran sus carros. Los burros son fundamentales para el transporte y la producción económica dentro de las comunidades más aisladas del planeta”.
En este momento, es posible que cientos de burros estén siendo sacrificados en este momento solo por su piel, para continuar con este mercado del horror apoyado por el régimen de Xi Jinping. Eso, sin mencionar el riesgo de transmisión a humanos —durante la matanzas— de enfermedades como la brucelosis y la leptospirosis.