
La aclamada serie The Crown, cuyo primer capítulo se estrenó hace siete años, ahora está en su temporada final. Hace pocos días Netflix lanzó la primera parte y se espera que en menos de dos semanas vea luz la segunda (su creador, Peter Morgan, decidió dividirla así). Sin embargo, la historia que retrata las glorias y penas de la corona británica parece haberse debilitado.
Además, hay un factor determinante: la ausencia física en la vida real de la reina Isabel II. Su fallecimiento en septiembre del año pasado también trajo consigo opiniones sobre un sistema que podría volverse obsoleto y hasta la posibilidad de que su muerte alentara la separación de países miembros de la Mancomunidad de Naciones para convertirse en repúblicas. El riesgo se exacerbó, ya que Carlos III llegó al trono sin gozar del carisma de su predecesora.
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El rey anunció recortes en la monarquía en búsqueda de una imagen modesta. Y aunque su aceptación entre los británicos pasó de 44 % a 55 % en un año, según un sondeo de Yougov, puede que la nueva temporada de The Crown lo esté ayudando a impulsar su imagen. Después de todo, lo necesita, tomando en consideración lo que representa históricamente la Corona, que además tiene un importante peso moral y geopolítico. Ese lavado de cara no es una percepción aislada. De hecho, la BBC hizo espacio para una dura crítica contra la última temporada.
Un Carlos sin remordimientos
La primera parte de la última temporada de The Crown se centra en la muerte de la princesa Diana en 1997. No hay imágenes explícitas del choque en el túnel Pont de l’Alma, en París. Solo se muestra el vehículo huyendo de varias motos hasta escucharse el impacto. El resto queda a la imaginación gracias a la construcción del relato que hacen personajes secundarios.
Uno de los aspectos más interesantes es cómo los miembros del palacio de Buckingham afrontan el siniestro. El actor Dominic West, que encarna al actual rey, se deshace en lágrimas cuando ve el cuerpo de la princesa fallecida. Escenas después aparece conversando con una aparición de Diana. Allí se vuelve destacable lo que menciona la cadena británica: “El personaje, tal como lo imagina Morgan, nunca muestra remordimiento por haber decidido tan cínicamente casarse con ella para complacer a sus padres, sin haber renunciado nunca a Camilla”.
Por otro lado, se muestra el claroscuro alrededor de la también llamada “reina de corazones” con una vida de lujos, pero atormentada por los tabloides. En otra escena, cuando ella conservaba con Dodi-al Fayed, heredero del millonario egipcio Mohamed Al Fayed, este le dice: “Baja un cambio. Mira lo que lograste en el año desde que te divorciaste. Una campaña mundial contra las minas terrestres. Recaudaste millones para donar, pero no te alcanza. Afloja esa búsqueda obsesiva de lo que sea que estás buscando”. Tildar de “obsesiva” a Lady Di hace que los espectadores frunzan el ceño mientras se retrata a un Carlos más benevolente. No en vano se leen críticas en redes sociales que califican la temporada como “demasiado pro-Charles y anti-Diana”.
Temporada agridulce
Hay otros detalles del relato que también reseñan cadenas como CNN, entre estas las caracterizaciones que en ocasiones “han dado paso a casi caricaturas, una descripción que también se aplica a la presión que Mohamed Al Fayed ejerce sobre su hijo”.
Pero la sensación que deja la primera parte de la última temporada de The Crown es que fue demasiado amable con la monarquía, a pesar de que en la vida real no tratara bien a la princesa Diana y el impacto mediático que tenía, que opacaba incluso a la reina. Por eso, vale la pena cerrar con la conclusión que hace BBC: “Ha sido un placer observar durante años los inmensamente intrigantes y elegantes guiones de Morgan, además de su psicología penetrante y especulativa. Sin embargo, con demasiada frecuencia en estas últimas temporadas predecibles, hubiera sido mejor haber escrito la historia nosotros mismos”.