Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, estampó su firma en un decreto que autoriza la importación de electricidad desde Venezuela. Su objetivo es surtir al estado de Roraima por ser el único que no se alimenta del Sistema Interconectado Nacional (SIN). Por ende, recurre a su amigo y dictador venezolano.
En mayo hubo un adelanto referido al restablecimiento del suministro eléctrico venezolano hacia Brasil. Ocurrió cuando Lula da Silva lanzaba halagos a Maduro previo a una cumbre de presidentes en Brasilia que tuvo por objetivo “promover la integración entre los países del continente”. Allí aprovechó para señalar que el heredero del chavismo es “víctima de narrativas falsas y de preconceptos”.
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No eran más que cumplidos para acercarse a Caracas, posiblemente contemplando la compra de electricidad a Venezuela. Por otro lado, al cerrar este trato, Maduro expone sus nulas intenciones de solucionar la crisis eléctrica. Ni siquiera hay cortes de luz programados en la mayoría del país, sino que la falta del servicio toma por sorpresa a habitantes de estados como Zulia, Lara o Carabobo.
“Con la firma del decreto de importación no solo estaremos autorizando la compra de energía a Venezuela, sino iniciando la interconexión de energía en Sudamérica”, mencionó Lula da Silva. Seguramente en el negocio también influye la enorme deuda que Caracas tiene con Brasilia valorada, según datos oficiales, en 682 millones de dólares solamente en financiamientos del Banco de Nacional de Desarrollo Económico y Social (Bndes).
La mentira de la “potencia energética”
Nicolás Maduro vende electricidad a Lula da Silva a pesar de las fallas que se reportan en al menos 13 de las 23 entidades de Venezuela, según un reporte reciente de la Voz de América. Historias de electrodomésticos dañados o de alimentos en mal estado por falta de refrigeración se repiten a diario. Por ejemplo, Katiuska Morán es una venezolana de 64 años que contó a ese medio cómo su economía “entra en pérdida” si repasa cuántos equipos electrodomésticos se le han averiado por las interrupciones en los últimos 13 años.
Pero nada de eso le importa al régimen. Por el contrario, aumenta las tarifas de luz y gas, erosionando más el escaso poder adquisitivo de los venezolanos. El dictador Hugo Chávez prometió que el país se convertiría en “potencia energética mundial”, pero tras años de corrupción que llevaron al deterioro del sistema eléctrico nacional, comenzó a culpar de los apagones a supuestos sabotajes, la falta de lluvias y a la “excesiva demanda”. Ahora con Maduro en el poder, el tema ni siquiera está sobre la mesa.
Ahora Maduro deja en evidencia cuáles son sus prioridades: vender electricidad a su aliado brasileño sin haber logrado resolver la grave crisis eléctrica que padece Venezuela. La situación es comparable con el reciente acuerdo de “cooperación” espacial con China para participar en el proyecto de la Estación Internacional de Investigación Lunar (EIIL). Mientras tanto, los venezolanos sobreviven con un precario sistema de salud, interrupciones constantes en el suministro de servicios básicos y un nivel de pobreza que contrasta con los recursos que ubican a Venezuela como el país con las mayores reservas de petróleo del mundo.