Desde hace ya algunos años vengo arrastrando la necesidad de denunciar al gobierno de Cuba de ser el causante de muertes y cegueras masivas de cubanos a causa de la ingestión del tóxico alcohol metílico, más conocido en Cuba como alcohol de madera.
Si no lo había hecho antes es porque en realidad son muchas las familias cubanas, diría yo, muchísimas familias en Cuba que subsisten a costa de la venta ilegal de alcohol, negocio muy lucrativo al ser cada vez más los cubanos que ingresan a la lista de los alcohólicos, y de denunciar estos hechos, seguramente los dictadores cubanos, hipócritamente, arremeterían contra estas empresas hasta ahora consentidas, para lavar su imagen como siempre hacen, mutilando entonces a estas familias de su medio de subsistencia.
No hay un municipio, o para ser más exacto, un barrio en la capital cubana en el que no exista al menos una empresa ilegal comercializadora de este ya tan preciado producto, trabajadores de hospitales y farmacias, son los proveedores principales.
¿Creen ustedes que el gobierno cubano desconoce este ya muy generalizado negocio, cuando cada barrio tiene un sector policial, un presidente del CDR, quién sabe cuántos militantes del Partido y no se sabe cuántos de sus informantes?
Hace unos días, en el municipio capitalino de La Lisa, una de estas empresas vendió el tóxico y mortal alcohol de madera, hasta ahora no se han reportado muertos, pero sí personas en estado grave y con pérdida de la visión.
Pero es que hace aproximadamente tres años, no más, en este mismo municipio, exactamente en el barrio conocido como Corea, se produjo el mismo hecho, pero esa vez, además de víctimas con pérdidas de la visión y otras secuelas, se reportaron una decena de fallecidos.
¿Cuál es la razón de que el gobierno cubano se haga el de la vista gorda?
Hay una opinión muy generalizada del pueblo respecto a esta pregunta: “El gobierno quiere tener al pueblo alcoholizado para que no piense en sus desgracias”, pero en mi opinión muy particular, existe otra razón, y esa es que la mayoría de todos estos expendedores de alcohol colaboran con las autoridades policiales y con la seguridad del Estado.
Hace algún tiempo, yo visitaba el barrio marginal conocido como Romerillo, en el municipio Playa, precisamente ahí donde existen dos empresas de este tipo. Llegó el jefe de sector que día a día hace su recorrido por el lugar y sin motivo alguno me condujo al sector policial acompañado de otro policía.
Estando en el sector, el representante de la fuerza estatal dijo que mi actividad era contestataria e intentó hacerme firmar un acta de advertencia amenazándome de que si volvía a visitar la zona me encausarían por peligrosidad social. Sin embargo, ninguna de las dos familias que se dedican a vender alcohol han sido molestadas por esa causa.
Es decir, es peligroso hablar de los excesos del régimen; pero envenenar a los cubanos no. Por ello denuncio al gobierno cubano, ese que se jacta de velar como ningún otro por la salud del pueblo, de la complicidad de estos lamentables hechos. Pero sobre todo para que sirva de ejemplo, una vez más, de cómo la supuestamente maravillosa salud cubana es una mentira más del régimen totalitario. Pues para sopesar la escasez y la miseria diaria, son cada vez más los cubanos que caen en en alcoholismo y al no tener opciones -como suceden en países con mercados más libres- beben lo que hay, el alcohol que el régimen permite: veneno.
Hasta la próxima.