EnglishNo es extraño que en un país pequeño y subdesarrollado como lo es Honduras, tengan tanto éxito la polarización y el populismo, dos males actuales que hacen estragos en la evolución democrática latinoamericana. Honduras es uno de los países más pobres del continente junto con Bolivia, Haití y Nicaragua, donde la mayoría de los 8,5 millones de hondureños padecen graves problemas educativos, de acceso a los servicios públicos, de narcotráfico y otros flagelos como la violencia criminal – su tasa de homicidios en 2012 fue de 85,5 por cada 100 mil habitantes, lo cual lo posiciona como uno de los países más violentos del mundo dentro de una región que no está en guerra.
La polarización política marcó la campaña electoral en Honduras, a pesar de que son ocho los candidatos que se presentan en los comicios del próximo domingo. Durante los mismo, será elegido no sólo el nuevo presidente y tres vicepresidentes, sino además, la totalidad de los 128 diputados del Congreso Nacional y 298 representantes de gobiernos municipales. La verdadera y feroz pugna es entre el candidato oficialista y conservador, Juan Orlando Hernández (Partido Nacional) y la candidata opositora de izquierda Xiomara Castro del partido Libertad y Refundación (LIBRE), esposa del ex presidente Manuel Zelaya, quien aspira volver al poder ahora de la mano de su mujer.
A pocos días de las elecciones, la incertidumbre es enorme, pues cualquiera puede llegar a ser el sucesor del Presidente Porfirio Lobo. Ambos partidos y candidatos polarizan la intención de voto y la sociedad hondureña, hacia la izquierda y la derecha. Pero, además, utilizan estrategias populistas en todos los niveles. El elevado gasto de la campaña electoral constituye una ofensa para millones de hondureños que apenas subsisten en ese país latinoamericano. El abuso populista ha ido más allá de regalar y prometer lo que no se tiene; al igual que la actual campaña venezolana para las elecciones municipales del próximo 8 de diciembre, también se recurrió a una burda utilización de Dios y de la religión.
Es difícil predecir cómo y hasta qué punto la actual polarización y los niveles de populismo y demagogia terminarán favoreciendo a uno u otro candidato que, según las encuestas (las últimas publicadas en Octubre, antes de la prohibición de publicitarlas), están técnicamente empatados. El conservador Hernández con el 28% y la revolucionaria Castro de Zelaya con el 27%.
A la par, la violencia se ha hecho presente en esta campaña electoral. Tanto, que un grupo de Senadores de los Estados Unidos enviaron recientemente una carta de Secretario de Estado, John Kerry, expresando su preocupación pues estarían “recibiendo informes de amenazas contra periodistas e incluso de asesinatos de candidatos”. Esto explica, al menos en parte, que pese a que el Tribunal Supremo Electoral de Honduras haya asegurado que estas serán las elecciones más transparentes de la historia del país, los comicios serán vigilados por 250 observadores internacionales de la Unión Europea, los Estados Unidos y la OEA.
Gane quien gane las elecciones tendrá que enfrentar grandes desafíos, aún más si no llega a contar con la mayoría en la Asamblea Nacional. Será difícil lidiar política y económicamente con los numerosos problemas nacionales, en especial con el flagelo de la violencia criminal. El propio Presidente Porfirio Lobo ha reconocido que no ha podido con ella pese que ha tenido que recurrir a la Policía Militar de Orden Público (PMOP), unos 5 mil efectivos que han sido seleccionados entre los mejores miembros del Ejército y entrenados para brindar seguridad a la población. Además, quien asuma el cargo en enero de 2014, se topará con un país que atraviesa una crisis económica agravada por una alta deuda interna y externa.
Adicionalmente, en el caso de imponerse Xiomara Castro, tendrá que batallar por su principal promesa de campaña, la de convocar una Asamblea Nacional Constituyente para reformar la Constitución al estilo de las de los gobiernos revolucionarios y bolivarianos como los de Venezuela, Ecuador y Bolivia. La mitad del país se opone a esta situación, así como la mayoría de las fuerzas armadas, las mismas que sacaron del poder en 2009 a su esposo “Mel” Zelaya.
Y aunque lo callen por razones diplomáticas, un nuevo triunfo presidencial de la izquierda zelayista en Honduras, también pondrá en alerta y preocupación a los demás vecinos centroamericanos, además de a Estados Unidos, principal aliado hondureño, a cuyo gobierno ya basta tener al sandinista Daniel Ortega en Nicaragua. Ortega, que al igual que Zelaya busca cambiar la Constitución siguiendo la tendencia del resto de los amigos de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Y no menos importante es la preocupación de los mercados: como bien afirma el analista Guillermo Peña Panting en otro artículo de PanAm Post, “los mercados consideran que Hernández será más propenso a la libertad económica y a las reglas claras que Castro”.