El reglamento es claro. El tiro desde los doce pasos tiene que ser directo al arco. Claro que cualquier eventualidad tramposa de acomodar la pelota con un pie para rematar con el otro sería absolutamente evidente, con VAR o sin VAR. Pero la historia reciente muestra varios episodios de lo que técnicamente podría denominarse como un “penal con dos piernas” que sí tuvo distintas consecuencias antes y después de la herramienta tecnológica.
Hace varios años, el histórico goleador de Estudiantes de La Plata y Boca Juniors, Martín Palermo, convirtió un penal contra Platense que, a simple vista, no pareció más que una carambola. Lo que el referí vio en el campo de juego, sin ninguna repetición ni ayuda, es que el delantero se resbaló al momento de patear, pero igualmente la pelota entró por el medio del arco, con un guardametas jugado a una de sus puntas.
En aquella oportunidad, de la época que podría denominarse “pre-Var”, ni los jugadores rivales protestaron. Pateó, se resbaló, la pelota entró en el arco, gol y a sacar del medio. Cuando las repeticiones televisivas hicieron su tarea, quedó en evidencia que Palermo le había pegado con las dos piernas. Allí los comentaristas fueron a desempolvar el reglamento y se enteraron que, lógicamente, no se puede patear un penal con los dos pies. En entrevistas posteriores, el goleador dijo que el árbitro lo había convalidado, ya que no tenía intención de sacar ventaja. Algo como una mano casual, eventualidad contemplada en los marcos de la legalidad futbolera.
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Con la implementación del VAR, el “antecedente Palermo” hizo que los árbitros puedan detectar esta eventualidad, que volvió a repetirse, aunque sin caídas de los delanteros. Sin embargo, esta insólita cuestión volvió a ocurrir en una instancia clave, contribuyendo a la eliminación de River Plate de la Copa Libertadores de América. Sin dudas, uno de los grandes candidatos que había este año para quedarse con el certamen latinoamericano más importante de fútbol.
En el marco de una extensa definición, el Inter de Brasil eliminó al equipo argentino, que se perdió un gol que podría haberle valido la clasificación. Justamente, por un “penal con las dos piernas”. Con un campo de juego en muy mal estado (luego del episodio se decidió cambiar de arco), Pablo Solari se resbaló como Palermo. En una analogía total, la pelota también entró por el medio, pero todo terminó distinto. Al ver la jugada de frente, el arquero salió disparado, gesticulando que el jugador de River le había pegado con las dos piernas.
Luego de consultar con el VAR, el referí dio por anulado el gol. Una tanda después, con un tiro en el poste de Robert Rojas y un penal convertido por el arquero del Inter, River se quedó afuera del certamen.
Seguramente, al momento de estipular la lógica prohibición de acomodar la pelota antes de rematar un penal, la intención de la norma original se vinculaba con impedir algún tipo de ventaja por parte del pateador. Sin embargo, estas finas eventualidades demuestran que, en todos los casos, se trató de un accidente, casi siempre generado por el mal estado del campo de juego.
Descartada la intención de aprovecharse, probablemente tenga que ser revisado el reglamento. Esto ha sucedido muchas veces en el fútbol moderno, desde la prohibición de tomar la pelota con la mano por parte de los arqueros cuando se la pasa un compañero hasta la más reciente normativa, luego de la actuación del Dibu Martínez en la Copa Mundial, cuando enloquecía a los rivales que iban a patearle un penal.
El debate está abierto, pero lo cierto es que el VAR irrumpió para incrementar los márgenes de “justicia” en el campo de juego. Si bien aportó para descubrir muchas infracciones no percibidas a primera vista, hay veces donde parece ser una herramienta “legalista” al extremo, que termina beneficiando y perjudicando sin demasiado sentido ni lógica.