Sin lugar a dudas, Charly García es uno de los más prestigiosos músicos, no solamente de Argentina, sino de América Latina. Luego de una vasta y prolífera carrera, donde recorrió muchos estilos dentro del rock, se convirtió en uno de los artistas más respetados del género durante cinco décadas. Aunque se mantiene vigente, el nivel de la cultura musical ha mermado considerablemente. Lo que suena hoy no es lo se escuchaba ni en la época de Sui Generis, La máquina de hacer pájaros o Serú Girán. Sin embargo, a pesar de los cambios que son producto del paso del tiempo, García sigue siendo escuchado y respetado a sus 71 años.
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Hace casi una década, en una conferencia de prensa en medio de una gira, Charly dio una explicación técnica indicando los motivos por los que los estilos que comenzaban a imponerse no eran ni siquiera “música”. Incluso dijo que las cosas que sonaban, le hacían mal al ambiente y merecían denominarse como “basura”.
“Por ahí soy un tradicionalista, pero para mí la música es melodía, armonía y ritmo. Lo que hay ahora es ritmo, pero le falta la armonía y la melodía”, aseguró ante la prensa. En aquella oportunidad, señaló también que la música “es una gloria”, pero también agregó que, lamentablemente, en la actualidad ya no se escucha música propiamente dicha, sino que lo que suena en el aire ya es lisa y llanamente “una porquería”.
Con la claridad del profeta, García llegó a la vejez —contra todo pronóstico— viendo como lo que advirtió se convirtió en una dolorosa realidad. Aunque por aquellos días, cuando señalaba la falta de armonía y melodía en lo que mal se llamaba “música”, la irrupción del joven L-Gante (no sería justo calificarlo como músico o cantante) corroboró la tendencia sobre la que García llamaba la atención.
Nadie puede negar que el éxito indiscutible de L-Gante es justo, ya que se trata de un fenómeno de mercado, generado por la libre preferencia de millones de usuarios de internet que escuchan y descargan sus lanzamientos (que me costaría denominar como “canciones”). Claro que, sobre gustos no hay nada escrito, pero es posible hacer un par de consideraciones sobre el personaje en cuestión.
Para empezar, el mundo que retrata en sus clips con su estética, y las cuestiones a las que hace referencia en sus letras, son una muestra de la Argentina más decadente. Aunque muchas personas pueden sentirse identificadas con esos contextos, lo cierto es que es el peor submundo del desastre. L-Gante ya es un millonario excéntrico, que colecciona autos de lujo que tiene bien ganados (ya que se los dio el sistema de premios del capitalismo), pero continúa reivindicando ese universo calamitoso al que ya no pertenece. No hablamos de la pobreza en sí, lógicamente, sino de la violencia, así como la degradación cultural y social donde se sienten cómodos muchos argentinos en todas las “clases sociales”.
Yendo a lo estrictamente “musical”, si se puede decir así (y sacando la voz del personaje de la ecuación), los productos de L-Gante son la exacerbación de la cuestión de ritmo sin armonía ni melodía. El sello del “cantautor” es un sonido similar al de una arcada con la lengua afuera, que es difícil describir con palabras. Pero a lo largo de los temas se percibe una cuestión monocromática (si aplica el término) en materia melódica. En realidad sería, en la carencia de melodía. Aunque cuenta con las herramientas de la tecnología, lo cierto es que L-Gante no puede desafinar nunca. Lo que hace, en lugar de cantar, es recitar casi siempre en la misma nota. También, aparte de la poca presencia melódica, la otra característica de este producto decadente es la ausencia total de cualquier melodía.
Aunque L-Gante era un niño cuando Charly hizo su crítica a los malos productos musicales, con los años se convirtió en el mayor exponente de la certeza del profeta. García había dicho en su momento que estas barbaridades ocurrían porque no había ninguna ley que proteja la música, pero lo cierto es que es mejor así. Si hubiera existido un ámbito normativo regulador, seguro que no hubiera podido haber irrumpido él en los años de Sui Generis, cuando era visto junto a Nito Mestre como un hippie sin futuro. El arte tiene que ser libre y estar desregulado, para que la gente elija lo que quiere escuchar. Esperemos que con el tiempo pueda volver a subirse la vara y que recuperemos como sociedad algo de buen gusto.