Francisco, como su obligación pastoral indica, lamentó e hizo referencia a la durísima situación que atraviesa su país, esa tierra que no visita desde que fue elegido papa de la Iglesia Católica. En una entrevista donde se expidió sobre diversos tópicos, Bergoglio cuestionó duramente la inflación y la pobreza en Argentina. Se preguntó “¿Qué pasó?”, pero lo cierto es que la respuesta a ese misterio es muy sencilla. Muchos años de seguir las recetas que el sumo pontífice considera virtuosas y positivas.
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“En el año 1955, cuando terminé mi escuela secundaria, el nivel de pobreza era del 5%. Hoy la pobreza en Argentina es del 52%. ¿Qué pasó? Mala administración, malas políticas”, dijo como si el desastre económico nacional no estuviera relacionado con sus sugerencias.
Uno no tiene motivos para dudar de la honestidad del papa a la hora de emitir sus opiniones políticas, claro. Sin embargo, Francisco se ha mostrado como alguien que vive cuestionando la moralidad del dinero, asegura que las empresas no deben perseguir el lucro, insiste con que el Estado tiene un rol primordial en la redistribución del ingreso y que se deben pagar los impuestos al pie de la letra. Lo curioso de esto es que, por otra parte, no analiza el peso de la carga impositiva, los desincentivos que genera el modelo estatista e ignora las funciones estériles que la burocracia plantea realizar.
A diferencia de sus dos antecesores, Juan Pablo II y Benedicto XVI, dos personas más formadas en ciencias políticas y economía y con mejores asesores, que sí fomentaban ideas que reducían la pobreza, el actual papa desconoce por completo de lo que habla cuando opina sobre estas cuestiones. Hasta volcó en una de sus encíclicas la necesidad de regular el mercado financiero, ignorando de qué se trata, cómo funciona y, sobre todo, los resultados de sus propuestas.
En otro comentario sobre la situación del país, la máxima autoridad del Vaticano manifestó: “Argentina en este momento, y no hago política, leo los datos, tiene un nivel de inflación impresionante”. En la actualidad puede ser que esté alejado de las internas nacionales, pero esa expresión “no hago”, en realidad —por cómo ha encausado sus discursos en estos años— es una mentira, lo que significaría para él un pecado. Debería recordarlo la próxima vez que visite el confesionario.
Asimismo, es menester hacer referencia a un hecho que fue notorio en su momento y era que a Francisco le desagradaba la gestión anterior en Argentina, por lo que usó toda su influencia para resaltar la situación económica que se vivía entonces, “menos mala” que la actual. Muchos referentes de la oposición, como Miguel Ángel Pichetto, lamentaron que el Santo Padre haya jugado fuertemente en favor del retorno del kirchnerismo, con el que estuvo enfrentado en sus tiempos de arzobispo.
La mala administración,el aumento de la pobreza, la inflación incontrolable son producto de las mismas ideas que la iglesia pregonó en este último tiempo. La Iglesia y el Papa Francisco en particular deben hacer una autocrítica. https://t.co/8UxtrIjVOL
— Miguel Ángel Pichetto (@MiguelPichetto) January 25, 2023
Es que, principalmente, está el hecho de que aunque Bergoglio nunca estuvo cómodo con Néstor y Cristina Kirchner, en su pensamiento político infantil, Macri y Juntos por el Cambio representaba “la derecha”, con todos los vicios que el progresismo le imputa.
Como persona influyente en Argentina y el mundo, es positivo que el papa advierta las situaciones de pobreza e injusticia que hay en su país de origen. Sin embargo, tiene como asignatura pendiente estudiar economía, dejar de lado sus anteojeras ideológicas y ser más ecuánime a la hora de expedirse.