Desde Juntos por el Cambio se critica la actitud paternalista del kirchnerismo en cuanto asistencialismo social, subsidios y planes. Claro que es necesario cuestionar este modelo fallido, que no ha generado más que dependencia, postergación y desajustes económicos. Sin embargo, a la hora de pensar a la ciudadanía como independiente y pensante, el macrismo considera que es necesario un Estado regulador, que le diga que puede ver y que no.
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La diputada Laura Rodríguez Machado presentó ayer un proyecto para que en Argentina se deje de transmitir al canal de propagada ruso RT, mediante la Televisión Digital Abierta, inaugurada durante el kirchnerismo. Afirmando que “no alcanza con condenar desde la tribuna” y destacando la necesidad de “tomar medidas”, como si la legisladora del PRO se estuviese enlistando en las reservas armadas ucranianas, Machado dice que la presencia de la señal rusa “resulta inadmisible”.
Aunque la excusa fue dejar de destinar recursos públicos, que en comparación con el despilfarro que hace el macrismo en la Ciudad de Buenos Aires es la nada misma, los partidarios de la legisladora manifestaron en las redes que el canal ruso confunde, y que la gente que llega a estar expuesta ante la pantalla puede llegar a sentirse desorientada, al no poder distinguir entre opinión sesgada e información.
Lejos de prohibir a RT, hay que exponerlo. Aunque sus conductores y columnistas vistan trajes elegantes y cuenten con una inversión en infraestructura que nada tiene que envidiarle a la CNN o a Fox News, la idea de quitarle la oportunidad al público de ver de qué se trata es absolutamente contraproducente. Lejos de querer “cuidar” a la audiencia como si fuesen niños, hay que fomentar los debates abiertos para consolidar una ciudadanía crítica, para que tenga las herramientas que le hagan dudar de todos datos que recibe. De los medios y de la política.
Contar con la señal de RT a bajo costo es una oportunidad ideal. El canal de propagada de Putin debe ser cuestionado y desacreditado abiertamente. Los insólitos argumentos de los monocordes panelistas invitados y las preguntas tendenciosas cómicas, merecen que los analistas serios se burlen del circo ruso. Tenerlo en señal abierta es lo mejor que nos puede pasar. La censura utilitaria, por razones económicas irrisorias o para evitar la “desinformación”, lo único que conseguirán es la victimización y el argumento de los partidarios de la dictadura, además de quitarle a la ciudadanía la posibilidad del ejercicio de distinguir entre lo serio y lo panfletario.