Cristina Kirchner es la presidente en ejercicio de Argentina. Es que su subalterno Alberto Fernández se encuentra en el exterior por viaje oficial, pero igualmente, la vicepresidente ya aseguró que no pisará ni la Casa de Gobierno ni la quinta de Olivos. Como una mascota que rompió algo y se aleja de la escena del crimen cuando entran los dueños a la casa, CFK no quiere que la asocien en lo más mínimo al gobierno que formó, tras el principio de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
A pesar que Alberto fue recibido con todos los honores por el protocolo de Vladímir Putin, el mandatario argentino tiene muy pocos motivos para relajarse y disfrutar de su misión. Es que de Buenos Aires no le dejan de llegar malas noticias, ya que el acuerdo con el FMI, una vez más, está en la cuerda floja. Ya no por la negociación en sí con el organismo, que ya consiguió el ministro de Economía, Martín Guzmán. El conflicto está enteramente vinculado al panorama político doméstico actual, que se desencadenó luego de la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia de bloque.
Cuando el albertismo informó sobre el acuerdo, que tiene en sus principales puntos un recorte en los subsidios a la energía y una reducción en la disponibilidad del recurso emisionario/inflacionario para cubrir el déficit fiscal, el Poder Ejecutivo dio por descontado que tenía los votos para aprobarlo en el Congreso. Es que Juntos por el Cambio, en la voz del legislador más ortodoxo (Ricardo López Murphy) ya había asegurado que no pondría “palos en la rueda”. El problema del presidente lo tuvo con el mismo kirchnerimo, que le hizo otro desplante con la salida de la jefatura del bloque del hijo de “la jefa”.
Aunque el kirchnerismo duro empezó a sugerir que podría no acompañar la iniciativa si no se modificaba (lo que Alberto ya anticipó que es imposible), Fernández todavía tenía los votos: el peronismo tradicional y los legisladores de Cambiemos. Solamente José Luis Espert, Javier Milei y la izquierda se manifestaron en contra desde el primer momento. Sin embargo, el principal bloque opositor, al ver que el proyecto saldría con sus votos, pero sin la totalidad de las voluntades del oficialismo, ya avisó hoy que no será “el hijo de la pavota”. Fue la misma Patricia Bullrich que aseguró esta tarde que no pondrán la cara por algo que el presidente negoció, pero que ni siquiera el bloque oficialista en su conjunto se anima a votar.
Así que, aunque haya acuerdo con el FMI, si no aparecen los votos para aprobarlo, no hay nada.
La intransigencia del transigente Fernández sobre la imposibilidad de moverle una coma al principio de acuerdo indica que sabe que, si vuelve con otra propuesta al Fondo, la respuesta será negativa y otra vez estará en las puertas del default, que creyó que ya había evitado.
Alberto, si pretende evitar la cesación de pagos y sus consecuencias a cualquier precio, con este panorama no tendría otra que convencer al kirchnerismo (difícil) o aprobar una nueva ley que lo exima del ok parlamentario para cerrar el acuerdo. El costo político de esta iniciativa sería enorme.
Por eso…Alberto, quedate en Rusia. Mandá la renuncia, dejala a Cristina y quedate en la embajada. Acá hay mucho quilombo.