Desde que ganó el Frente de Todos en 2019, no fueron pocos los que se ilusionaron con un Alberto Fernández divorciado de Cristina Kirchner, en un escenario semejante a lo ocurrido en Ecuador. Si el presidente argentino consideró o no alguna vez esa opción es un misterio. Lo cierto es que llegó la pandemia y el mandatario se recostó en el kirchnerismo, que le ganó por paliza las pocas internas que el “albertismo” se animó a dar. “Yo no soy Lenín Moreno”, aclaró Fernández mientras su gobierno se hundía bajo los lineamientos del kirchnerismo y de la inacción producida por las diferencias entre las distintas facciones de la coalición oficialista.
Pero el lunes será todo barajar y repartir de nuevo. El Frente de Todos perderá por paliza en los principales distritos y entre las posibilidades existe un Senado sin quórum propio del peronismo. En la Cámara de Diputados, Sergio Massa podría tener que dejar la presidencia, si la oposición logra una victoria sólida y se anima a pedir el lugar en nombre de una nutrida primera minoría. El panorama pinta desolador para el oficialismo, lo que abre una serie de preguntas importantes en el futuro cercano (de la semana próxima) ¿Quién se va a hacer cargo de la derrota? ¿Qué hará el kirchnerismo, que atraviesa su peor momento en materia de opinión pública?
En la última semana, varios referentes del peronismo tradicional (no solo de la gestión, sino también del mundo sindical) se acercaron a susurrarle al presidente, para decirle que, si deseaba romper finalmente con CFK, que ellos lo respaldarían. Pero, más que coraje para enfrentar a la mujer más poderosa del país, hay desesperación. Si hay algo que les mete más miedo a los referentes del peronismo que el látigo de Cristina es volver al llano como en 2015, cuando hasta se comenzó a especular con la “desaparición” del justicialismo.
Aunque el escenario es muy incierto, hay ciertas internas que ya comienzan a sonar. No son pocos los intendentes peronistas que están enviando a sus bases la opción de las boletas cortadas con la papeleta de Juntos por el Cambio para el Congreso Nacional y sus candidatos locales. Esta jugada no es nueva, y se reedita cada vez que los jefes comunales, además de buscar mantener a sus legisladores locales, buscan dar una señal política clara: que la culpa es del gobernador (en este caso Axel Kicillof) y de los candidatos nacionales (la boleta encabezada por Victoria Tolosa Paz). La cabeza de lista en el distrito bonaerense, que podría caer por más de 10 puntos de diferencia, parece no tener la mejor relación con Cristina. En la intimidad se culpan mutuamente por un desastre del que ambas son responsables por acción u omisión.
“A partir del 15 de noviembre, post elecciones, el Gobierno tiene que dejar que se sincere la economía y sacar todos estos controles. No digo los controles de cambio. Todos estos mecanismos de represión de la inflación es mejor que lo saque cuanto antes. Si se demora cada vez va a haber más presión dentro de la olla. Y cuando ya no tenga poder para asegurar que se cumplan esas medidas, ahí si va a haber un evento muy desagradable, un fogonazo de la inflación”, señaló ayer en una entrevista televisiva el exministro de Economía, Domingo Cavallo.
Aunque el temor es al día después, lo cierto es que no necesariamente tiene que haber una explosión el lunes. El escenario incendiario sería más posible de la mano de un triunfo oficialista, definitivamente fuera del marco de las posibilidades. El mercado puede recibir con cautela una victoria de la oposición y esperar a ver qué hace el Gobierno. Y si desde ahí se ven las intenciones de locuras, sí puede llegar a volar todo por los aires antes de fin de año. Y diciembre siempre es complicado en Argentina.