Si un país endeudado y quebrado va a pedir ayuda a una de las potencias con más banca en el Fondo Monetario Internacional (FMI), lo lógico sería que el representante del país en cuestión… lo represente. En la reunión de ayer entre Angela Merkel y Alberto Fernández se dio una particularidad extraña, digna de Argentina: el mandatario que fue a pedir ayuda la consiguió, pero el poder político del Gobierno de ese presidente tiene otro plan. A Cristina Kirchner y su espacio no les interesa el apoyo de las potencias europeas en una eventual renegociación con el FMI y el Club de París. Quieren patear el tablero y no pagar nada.
¿Habrá tenido en cuenta Merkel que le estaba dando una reunión y su respaldo a un presidente que tiene una jefa política a la que no le interesa nada de eso? Seguramente su eficiente equipo alemán de asesores le preparó un breve, pero claro informe de la situación. Ella podría haberle mandado a decir a Fernández que, antes de golpear su puerta, el Gobierno argentino se ponga de acuerdo para saber adónde quiere ir, para no hacerle perder el tiempo. No lo hizo. Se reunieron virtualmente y le prometió colaboración al presidente argentino. Quiera o no, Merkel ya está siendo una ficha importante en la interna peronista. Un juego más complicado que los debates civilizados de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania. Otra cosa…
“Junto a España, Portugal, Italia y Francia vamos a seguir apoyando a Argentina para que encuentre un acuerdo sustentable con el FMI”, señaló la canciller en la reunión. Pero el “acuerdo” importante, para ver si se puede conseguir el “acuerdo sustentable” con el Fondo, tiene lugar dentro del Gobierno argentino. El kirchnerismo no quiere acordar absolutamente nada y no tiene reparos en mandar a Alberto a un nuevo default. El presidente y su ministro de Economía, Martín Guzmán, buscan desesperadamente una renegociación que les permita evitar una nueva cesación de pagos. Cabe destacar que, en la interna peronista, ambos quedaron muy debilitados, luego de la imposibilidad de echar a un subsecretario de Energía, bancado por el kirchnerismo ortodoxo.
Horas antes de la cumbre online Fernández-Merkel, una petición llegó a las redacciones de los medios de comunicación. Si no lleva la firma de Cristina, es solamente porque no es necesaria. Sus máximos y preferidos referentes “pusieron el gancho” por ella. Con las firmas de Eugenio Zaffaroni, Fernanda Vallejos, Víctor Hugo Morales y Amado Boudou, entre otros, la “Proclama del 25 de mayo” le marcó la cancha al presidente, en la víspera de su reunión con la líder alemana.
“Nuestro país se encuentra en una situación de ‘estado de necesidad’ que le impide afrontar los compromisos de deuda contraídos, especialmente con el Fondo Monetario Internacional y otros organismos, bajo riesgo de afectar intereses superiores que el Estado debe proteger, en un contexto de pandemia: la vulnerabilidad social, la salud, el trabajo, la educación y la vivienda del conjunto de la población”, dice la carta firmada por los referentes kirchneristas.
Es lógico que dentro de un gobierno existan facciones y distintas perspectivas. Pero en el caso argentino, es preocupante que el presidente represente al grupo más vulnerable, y que el espacio que le cope la parada represente un populismo tan atrasado como peligroso. El kirchnerismo le ha ganado todas las pulseadas a un Alberto abatido, que todavía tiene más de dos años de mandato por delante.
Para insistir con la renegociación con el FMI y el Club de París, en el marco de los vencimientos de este año, el presidente argentino ya consiguió el respaldo de Francia, España, Portugal y Alemania. Pero le falta el de la dueña del poder, que no es Angela Merkel, precisamente.