Cuando comenzó la cuarentena por el coronavirus en Argentina, Alberto Fernández contaba con índices de apoyo descomunales. Sin embargo, el 80 % de aprobación que vino de la mano de algunas semanas de “vacaciones” pagas allá por marzo, se derrumbó con el hartazgo del encierro, la crisis económica y el temor a perder el empleo. Hoy, tal como indica Infobae, varios encuestadores aseguran que el presidente argentino tiene una imagen más negativa que positiva.
Con la pérdida del favor del electorado también se fue la “amistad” de gobernadores e intendentes opositores. Atrás quedaron los días en los que Alberto le decía “amigo” públicamente al intendente porteño del macrismo, Horacio Rodríguez Larreta. El debate por los fondos de la coparticipación y la cercanía a las elecciones legislativas hicieron que los opositores comiencen a ejercer el rol que les corresponde.
Al ver que importantes autoridades locales no pensaban acatar la cuarentena nocturna que el presidente pensaba implementar, el Poder Ejecutivo tuvo que dar marcha atrás con la medida. De la primera idea de un decreto que buscaba volver a “fase 1” entre las 11 p.m. y las 5 a.m. en todo el país, el Gobierno tuvo que cambiar a un “decreto simple” que se limita a una recomendación y no obliga a las provincias a acatarlo.
Es evidente que, ante la rebeldía de varios de los distritos más importantes de Argentina, Fernández no quiso enfrentarse a un serio escenario de deslegitimación. El que terminó haciendo el deslucido y devaluado anuncio fue el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero.
Las que le marcaron la cancha al oficialismo y dieron a entender que no pensaban plegarse a la restricción de dudosa constitucionalidad fueron las provincias de Córdoba, Mendoza y, lógicamente, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Córdoba es una las provincias más “antikirchneristas” del país. El gobernador a cargo es Juan Schiaretti, un peronista no kirchnerista. La autoridad de Mendoza, Rodolfo Suárez, pertenece a Cambiemos, más precisamente a la Unión Cívica Radical. En CABA, también bajo gestión de Juntos por el Cambio, el hartazgo por la cuarentena se hizo sentir. Y Rodríguez Larreta tuvo que enfrentar fuertes críticas internas. ya que dentro del PRO el “ala dura” lo vio durante todo este proceso como demasiado “albertista”.