Todo parece indicar que Cristina Kirchner ganó. Aprovechó la sociedad que le propuso Mauricio Macri de ser su opositora ideal y al final le ganó la pulseada al bajarse a vice y nombrar a Alberto Fernández, que le arrebató la reelección al líder (hasta hoy) de Cambiemos. La expresidente pudo mantenerse en libertad hasta conseguir los fueros, y luego de ser electa senadora tejió un armado político que la devolvió a lo más alto del poder en Argentina.
Más allá de todo lo que se ha dicho sobre el proyecto político de la exmandataria, sus modos autoritarios, su peligroso proyecto político y los escandalosos hechos de corrupción de su gobierno, es claro que CFK tiene una serie de virtudes innegables. Es una excelente oradora, seguramente la mejor desde Raúl Alfonsín, que al igual que ella, nunca pudo esbozar ideas interesantes que estén a la altura de las condiciones retóricas. Una cosa es la capacidad discursiva y otra las ideas que se plantean y el contenido de las mismas, claro.
Haciendo gala de sus talentos de expositora, Kirchner habló más de tres horas ante un tribunal, al que le faltó el respeto en reiteradas oportunidades. Siempre con total impunidad, ya que nunca le llamaron la atención. Como anticipamos ayer desde el PanAm Post, su tesis central fue la victimización y el formato de su declaración fue de alegato político. Pero luego de que trascendió a totalidad del video de la presentación hay una cosa que llama poderosamente la atención: ¿Por qué está tan nerviosa Cristina?
Hacia el final de su discurso, CFK logró demostrar que si había alguien con poder en la sala no era justamente el juez. Terminó de hablar, agradeció irónicamente, se levantó sin autorización y se fue. Cabe destacar que, tranquilamente y como debió ser, la autoridad podía sentarla otra vez en la silla hasta que se disponga su salida. Pero no. Ella habló, se levantó, saludó, se fue y ante la cuestión sobre si respondería o no preguntas, la expresidente le escupió al tribunal: “¿Preguntas?… ¡Preguntas tienen que contestar ustedes, no yo! Gracias”. Y se fue.
Aunque la mayoría de los medios se hicieron eco del contenido de la exposición, cabe reparar y preguntarse los motivos por el cual se la vio tan histérica a la expresidente y futura vicepresidente, aunque quede todo en el ámbito de la especulación. Al menos por ahora.
Estamos hablando de una persona que fue absolutamente poderosa, que se animó a decir barrabasadas en medio de sus cadenas nacionales, como por ejemplo de que había que temerle solo a Dios…y “un poquito” a ella. En una oportunidad manifestó ser la reencarnación de una gran arquitecta egipcia y nunca dio señales de ninguna muestra de modestia. Cabe preguntarse, técnicamente, claro, si no existe alguna condición del ámbito psicológico que le impide aceptar a Kirchner que está sentada en el banquillo de los acusados. Fuentes judiciales aseguran que su odio visceral contra el juez Claudio Bonadio radica en que el magistrado la trató siempre como “cualquier otro procesado”.
Hay algo que reconocerle a Kirchner y es que, aunque no es una perseguida política, en cierta manera se puede decir que sí es una procesada política, además de una política procesada, claro. ¡Ojo! con esto no decimos que sea inocente. Sino que, lamentablemente, en Argentina la justicia tiene ciertos vicios “oficialistas”, por lo que es extraño que a un presidente se lo arrincone durante su mandato y en el poder. Seguramente el tire y afloje judicial sea ahora con Mauricio Macri y, como ocurrió con CFK durante el macrismo, las causas pueden ser materia de negociación política. Y si de cuestiones políticas y justicia adicta hablamos, habría que preguntarse si, además del duro golpe emocional que le genera estar en el banquillo, no hay algún temor en su cabeza sobre alguna posible traición a manos del peronismo.
Kirchner ha mostrado más inteligencia que temor a la hora de su armado neoperonista. Claro que hubiera preferido no ir a buscar a Alberto y claro que hubiera preferido no necesitar de Sergio Massa (alias el “hijo de puta” al que llamó a “embocar” hasta hace muy poquito). La expresidente tuvo que resignar ser el único foco de poder, simplemente porque no le alcanzaba para vencer a Macri. Abrió el juego muy inteligentemente (y de forma muy osada dada su estructura mental autócrata) y ganó la primera parte de la apuesta. Ahora es una de las dueñas del poder. Por ahí no la única, pero si de las jugadoras más importantes.
Dados los vicios de la justicia argentina, sobre todo en el ámbito político, puede que CFK tenga más miedo a un fallo en contra del peronismo a otro de la justicia, o que, mejor dicho, un revés político interno pueda generarle complicaciones judiciales después.
Pero como dijimos, todo esto es parte de la especulación; lo cierto es que ayer no se la vio tan confiada y tranquila como se podría suponer dado el ámbito político. Si hay algo que Cristina no es, es tonta. Desde que le tocó ser oposición supo mostrarse un paso por delante de muchos, sobre todo, de Mauricio Macri que, en astucia política, no le llega a los talones. Hay tanta diferencia entre uno y el otro en materia de entidad política, que el mayor capital político del presidente saliente es haber sido el hombre al que le tocó estar enfrente de CFK. Ni eso tiene como mérito propio Macri.
Por ahora la causa avanza y la política también. Si hay algo que CFK tiene a favor es que en los primeros meses de mandato de Alberto, el foco estará en la economía y nada más. Pero ella sabe que las causas están ahí y esta, es una de las más complicadas.