Las particularidades de la política Argentina impiden un escenario de previsibilidad, incluso sabiendo quien accederá al poder a fin de año. Los intereses, conflictos internos y circunstancias hacen que no se sepa a ciencia cierta qué puede pasar en el país, aunque sea a grandes rasgos.
Tanto la fórmula del oficialismo (Juntos por el Cambio) como el principal espacio opositor (Frente de Todos) ofrecen un panorama de incertidumbre grande para su propio electorado. A tres días de las primarias, que servirán para saber quién estará mejor posicionado en octubre, repasamos los panoramas que podrían enfrentar y brindar el macrismo y el kirchnerismo.
El momento de las reformas o el conflicto por la sucesión
Es evidente que el manejo de la economía no ha sido un punto alto en la gestión de Mauricio Macri. Aunque pudo empezar a reducir los subsidios energéticos y levantó el control de cambios de Cristina Kirchner, el balance total es negativo: no pudo controlar la inflación, no redujo el aparato gubernamental como era necesario e incrementó la deuda para cubrir el rojo, no pudo implementar ninguna reforma laboral ni comenzó a bajar los impuestos. El resultado de estas cuestiones ha complicado al sector privado y a los trabajadores en general. El argentino de a pie pagó el ajuste y las primeras correcciones. El Estado mantuvo todos los privilegios, no se generó empleo y la economía pende de un hilo.
Con este panorama, imposible de reelección en cualquier lugar del mundo, Macri tiene altas oportunidades de un segundo período, no por mérito propio sino por su principal rival. O mejor dicho, por la compañera de fórmula de su contrincante directo.
No hay que ser un analista para imaginar que el presidente argentino tomó nota del camino equivocado de hace cuatro años, por lo que una intención de corregirlo (sobre todo al no tener posibilidad de un tercer período por la Constitución) sería una oportunidad concreta e ideal. Uno de los fuertes que tiene Macri es el respaldo del mundo, más que por él, por el peligro que representa Kirchner internacionalmente.
En lo concreto, el presidente tiene, como se dice en Argentina, “el teléfono de Dios”. El apoyo de los grandes líderes es una realidad y todos ellos lo demuestran constantemente. Pero también quedó en evidencia que esto no es suficiente si no se toman las medidas concretas domésticamente. Si Macri es reelecto y hace lo que tiene que hacer desde el día uno, el cielo es el límite para las oportunidades que tiene Argentina.
Pero para hacer esa tortilla se necesitan huevos y las medidas que debería adoptar el país serían tan incómodas como perjudiciales para los grandes intereses que hacen lo posible para que nada cambie. Claro que, como dice José Luis Espert, si no se va en esa dirección, en poco tiempo el país tendrá un 50 % de pobres.
Probablemente la mayor amenaza para que nada cambie en otro período del actual oficialismo es que, una vez más, vuelva a ganar la discusión interna el ala “gradualista”. Sobre todo si se tiene en cuenta que de este sector puede surgir el interesado en ser el candidato presidencial en 2023. Macri ya cedió una vez ante este espacio y, producto de esta pésima elección, tuvo una mala gestión económica.
Si el presidente vuelve a ceder y decide no tomar medidas impopulares para “cuidar” a un posible sucesor, Argentina está perdida. De renovar el mandato, si Macri piensa en la historia, puede que se vaya repudiado al final de su segundo periodo y con mínima aprobación. Pero en unas décadas, de hacer el trabajo de base, Argentina despegará sin dudas. Si mira las encuestas y sigue con los analgésicos en lugar de la cirugía mayor, el panorama es desolador.
Peronismo reformista o peronismo autoritario
Aunque de la mano de los Fernández (Alberto y Cristina) también hay dos escenarios probables, estos no son exactamente iguales a los del macrismo. En uno, todo sería más fácil. Pero en el otro, el futuro es directamente negro.
Si Alberto Fernández, bastante más pragmático que su compañera de fórmula, quiere asegurarse dos períodos, tiene que saber que ya no hay más espacio para posponer las reformas. En su favor podrá argumentar que ante la herencia recibida, él no puede hacer lo que quisiera, sino que Macri no le dejó opción. En el caso de ir hacia un gobierno de razonabilidad, Alberto tendría todo mucho más fácil que Macri. El peronismo, sin pruritos ideológicos, apoya lo que el jefe diga. Y si Fernández desea hacer las cosas bien, tendrá asegurados en el Congreso los votos propios y los de la oposición, es decir, los del actual oficialismo. Pero para que este sea el escenario a partir del año que viene, Kirchner debería ocupar su lugar en el Senado y dejar hacer a su compañero de fórmula. Muchos dicen que esto está en contra de su naturaleza y es una quimera.
A diferencia de Macri, que tendría que negociar, buscar acuerdos y discutir con los principales jugadores, Alberto Fernández, por el espacio que lo llevaría al poder, solamente tendría que tomar el camino correcto. Lamentablemente, la historia reciente parece mostrar que las reformas, si las hay, podrían venir más fácilmente desde alguna encarnación peronista.
Pero del otro lado de la moneda, el escenario oscuro no hay ni que describirlo: Cristina en el poder haciendo de las suyas. El temor que despierta la figura de la expresidente como candidata a vice es real y es el fantasma de “volver por todo”. Aunque el mundo no es el mismo y todo parece indicar que el contexto del llamado socialismo del siglo XXI se terminó, la presencia de Kirchner en el poder, u ocupando un rol importante dentro del Gobierno, espanta a más de uno, y con razón.
¿Priorizará su tranquilidad judicial siendo una jugadora importante de un nuevo esquema de poder y se conformará con su retiro o comenzará a boicotear a su compañero para ocupar su lugar lo antes posible? Esa es la pregunta de riesgo que se hará el país si Macri le pone la banda presidencial a Alberto Fernández en diciembre de este año.