Desde hace tiempo que Argentina no habla de otra cosa. El cruce entre River Plate y Boca Juniors en la final de la Copa Libertadores de América sin dudas era el partido más importante de la historia en uno de los países más futboleros del mundo. Pero hasta ahora no pudo ser y existen riesgos de que no sea nunca. La violencia y el bochorno le quitaron al mundo el superclásico soñado.
El error de Macri y una previa que advertía los riesgos
Hace tiempo que en Argentina los partidos se realizan sin público visitante. Los reiterados hechos de violencia alrededor del fútbol hicieron que las autoridades se resignen y reconozcan que no están dadas las condiciones para que las dos parcialidades estén presentes simultáneamente.
Cuando los dos equipos más importantes del país clasificaron a la final de la Libertadores, el presidente Macri cometió un gravísimo error. En la previa de la cumbre del G-20, y con la necesidad de mostrar normalidad ante el mundo, dijo, impunemente, que los partidos se realizarían con público visitante.
Finalmente los presidentes de ambas instituciones reconocieron que los deseos del líder de Cambiemos eran imposibles y aseguraron que no había chances para que ocurriera lo que deseaba el presidente. El partido de ida sería en el estadio de Boca con su parcialidad y la revancha en Núñez, con los hinchas de River. Pero la barbarie y la desogranización en Argentina es tal, que ni siquiera sin público visitante se pudo garantizar la más mínima seguridad para que se realicen los dos partidos en paz y tranquilidad.
La violencia y un pésimo operativo policial
El 2 a 2 en el partido de ida dejaba abierta la historia, que tenía que definirse el sábado en el Monumental. Pero el fin de semana terminó y todavía no hay campeón del certamen. Lo peor es que, incluso, el partido podría llegar a no jugarse jamás.
El operativo policial dispuesto por la Ciudad de Buenos Aires fue tan malo que el micro con el plantel visitante entró al estadio por una calle colmada de barras de River. Varios proyectiles impacaron en los vidrios del bus y los jugadores se vieron afectados, no solo por el violento ataque de esos hinchas, sino también por los gases lacrimógenos que arrojó la policía.
Inicialmente, el partido que debía comenzar a las 17 horas fue pospuesto para las 18, luego se dijo que se jugaría a las 19; finalmente, quedó agendado para el día siguiente, luego de un acuerdo de la Conmebol y ambas partes.
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República bananera
En medio del conflicto, la Conmebol y la FIFA, con su presidente Infantino en el estadio de River, insistían que el partido debía realizarse y que para la noche del sábado se presentara un campeón del certamen. Boca no quería jugarlo de ninguna manera, pero los entes futbolísticos de la región y el mundo eran intransigentes.
Sin embargo, el presidente de Boca, Daniel Angelici, consiguió a un aliado inesperado para posponer el juego: las autoridades riverplatenses. Ya con ambos equipos diciendo que no estaban dadas las condiciones, el partido fue pospuesto por 24 horas, mientras que 60.000 personas aguardaban dentro del estadio. Sin embargo, el presidente de River temía que su cancha sufriera alguna sanción y que el partido no pudiera jugarse el domingo. Entonces consiguió un acuerdo de palabra y un compromiso de su colega de Boca, que luego hizo público en los medios de comunicación para evitar sorpresas.
Rodolfo D’onofrio dijo ante las cámaras que tenía un pacto de caballeros con Daniel Angelici para que el estadio de River Plate no fuera clausurado el domingo y el partido pudiera realizarse.
¿Quién es Angelici para asegurar que el Estado argentino, desde sus organismos nacionales y municipales no iba a sancionar a River? Técnicamente nadie. Pero en lo real es otra historia. El actual presidente de Boca es el sucesor en el club de Mauricio Macri y es visto por muchos como un operador del jefe de Estado argentino. Incluso la socia de Macri Elisa Carrió denunció al “tano” como agente del presidente en las sombras en reiteradas ocasiones.
El dramatismo en la noche del sábado era tal, que el presidente de River decidió ignorar los formalismos y blanquear ante los periodistas y el país que Angelici es Macri. Finalmente, el estadio sufrió leves sanciones que se levantaron a primera hora del domingo. Tal como acordaron ambos presidentes.
El partido podría no jugarse nunca
River, por estas horas, habla de “traición” y el contacto entre ambas dirigencias está quebrado. Desde el club de Núñez hay mucha bronca porque River fue el que aceptó posponer el partido en dos oportunidades (sábado y domingo), en apoyo al plantel de Boca que no estaba en condiciones psicológicas para jugar la final.
Dado que FIFA y Conmebol pedían que se jugara indefectiblemente, sin el apoyo de River, Boca hubiera tenido que salir a la cancha sí o sí, o perdía por descalificación. Pero ahora, por presión de varios dirigentes y de los jugadores, los xeneises piden que se les otorgue el título y que la copa vaya para ellos sin jugar el partido. El reclamo se basa en lo que ocurrió en 2015, cuando Boca fue descalificado luego de que sus hinchas arrojaron gas pimienta al túnel por donde salían los jugadores de River. Para las autoridades “millonarias”, el incidente del sábado fue a ocho cuadras del estadio, por lo que la responsabilidad no es de River, sino del operativo policial.
Las teorías conspirativas y el destino
Los hinchas de River coincidían en que esta final era contra el club rival, pero también contra el Estado argentino. Aunque no había forma precisa de justificar de como Macri podría incidir en el resultado del partido. Sin embargo, y por las circunstancias ocurridas, Boca podría proclamarse campeón por un hecho relacionado directamente a las malas acciones gubernamentales en un pésimo y bochornoso operativo policial. Las teorías conspirativas están a la orden del día, ya que casualmente horas antes del juego cayó el jefe de la barra brava de River al que le incautaron las 300 entradas destinadas a los violentos, que seguramente tuvieron que ver con los hechos de violencia en las inmediaciones del estadio, al que no pudieron ingresar.
Mañana hay una reunión en Paraguay y la Conmebol decidirá si hace lugar al pedido de Boca o si pone nueva fecha para que finalmente se juegue el partido.