Como estrategia del nuevo presidente cubano, Díaz-Canel (marioneta de los dictadores históricos cubanos), el régimen apresó a los comerciantes que cobran de más y bajan la calidad de los productos.
En su lugar, ahora se ven mercados agropecuarios estatales abarrotados de todo tipo de productos con precios mucho más asequibles que los que se venden en los establecimientos particulares.
Por ejemplo, una libra de yuca (mandioca) se puede encontrar en los establecimientos estatales, a ochenta centavos, mientras que en los establecimientos particulares su precio es de cinco pesos.
La libra de malanga, una planta tropical, se puede comprar hoy en los agromercados estatales, a tres pesos con cincuenta centavos, mientras que en los establecimientos privados se vende la libra a diez pesos, y así sucede con todos los productos.
Aunque todavía las ofertas de precios ofrecidas por el Estado se encuentran por encima respecto a los salarios y pensiones impuestos por los gobernantes al pueblo, no cabe dudas que las nuevas ofertas estatales constituyen un respiro para los más desposeídos; es decir, para la mayoría de los cubanos.
El pueblo de Cuba lleva sesenta años padeciendo todo tipo de necesidades básicas, y ninguna de las estrategias y medidas adoptadas por los gobernantes han podido dar solución a los problemas. No se sabe ya cuántas políticas de rectificación de errores se han llevado a cabo, dando como resultado más miseria.
Entonces, ¿qué justifica que de la noche a la mañana los mercados estatales se encuentren abarrotados de productos a precios mucho más asequibles a la población?
Bajo un sistema socialista, donde los medios de producción están a cargo de la revolución, tanto la escasez como la abundancia dependen de quienes están en el poder.
Por ello, con el monopolio de los productos, es imposible competir en una isla donde la publicidad no existe, mientras que los negocios del Estado cuentan con parlantes a todo volumen.
Un comerciante no puede vender productos a un costo comparable al de los gobernantes, pues vende sobre el precio que el Estado le da, agregado al valor de todas las regulaciones que debe cumplir.
Pero el ahorro que implica esto para el cubano promedio es suficiente para creer que el gobierno hace mucho por ellos y afirmar que el socialismo es no solo válido, sino necesario contra la empresa privada que cobra más.
“El gobierno es bueno en una cosa. Sabe cómo romper tus piernas, y luego darte una muleta y decir, ‘mira si no fuera por el gobierno, no podrías caminar'”, decía Harry Browne, quien fue candidato libertario a la presidencia de los EE. UU.
Hoy hay abundancia y costos bajos para lograr conformidad, que el pueblo sienta que hay un cambio y que para lograrlo debe tener más control.
Bastan el paso de unos meses para que los mercados estatales vuelvan a su normalidad, es decir, que estén desabastecidos.
Y así, solo será cuestión de tiempo para que cambie el enemigo del momento, donde el Partido Comunista se declara salvador de un pueblo cada día más dependiente y empobrecido.
*Nelson Rodríguez Chartrand contribuyó a la elaboración de esta nota.