En vista de que esta semana el Foro de Sao Paulo congregó a los líderes del socialismo regional en La Habana en su reunión anual número 24, PanAm Post entrevistó al politólogo venezolano Víctor Maldonado, director del Centro de Divulgación del Conocimiento Económico para la Libertad (Cedice Libertad) y director ejecutivo de la Cámara de Comercio de Caracas para entender el impacto histórico del foro en la zona y sus ambiciones futuras.
¿Por qué el Foro de Sao Paulo representa un antes y un después en la historia, política y economía del continente?
Porque lo que siempre fue un concilio de los extremismos latinoamericanos comenzó a ser gobierno gracias a la fatal alineación de gobiernos izquierdistas en América Latina, y a la predisposición de Hugo Chávez de utilizar los recursos del petroestado venezolano para financiar un experimento ideológico, el socialismo del siglo XXI, cuya esencia era, precisamente, apropiarse del poder, demoler las instituciones republicanas, eliminar cualquier tipo de competencia, degradar las Fuerzas Armadas hasta transformarlas en guardias petrorianas, y subordinar la economía a un proyecto político crecientemente totalitario.
Antes de que eso ocurriera, ellos eran un reducto del extremismo resentido. Después, con recursos y poder, pudieron experimentar hasta transformar a países como Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Brasil y Argentina como espacios para practicar diferentes intensidades de la misma receta. Pero con comunes denominadores como la reelección presidencial, los procesos constituyentes, la alienación de los parlamentos, la intervención de los mercados y la corrupción masiva.
¿Cuál el mayor daño social del pensamiento instaurado por el socialismo que el Estado debe dar y tiene derecho a quitar?
El daño es la generalización de una falsa convicción: que eso tiene que ver con justicia y no lo contrario. Que en lugar de tener un Gobierno garante de la ley lo que se debe practicar es un régimen de corsarios que, más allá de cualquier acuerdo, practiquen la vía de los hechos mediante el uso de la fuerza pura y dura.
Por otra parte, ese pensamiento que no deja de ser mágico nunca se pregunta cómo se pagan esos excesos y cuáles son las consecuencias sociales de estigmatizar la productividad y el ánimo emprendedor.
Dar y quitar es la consigna de los que violan los derechos de propiedad, dañan el mercado y arruinan los países. En eso consiste el socialismo.
Con Lula preso, Fidel y Chávez muertos, ¿cuál piensa que será el enfoque del Foro de ahora en adelante? ¿Volver a retomar Brasil y Argentina, por ejemplo?
Mientras ese Foro tenga recursos provenientes de la corrupción y los petroestados seguirán insistiendo en la toma del poder para destruir las democracias. Y lo harán una y otra vez. Estando en la oposición intentarán bloquear todo avance hacia la prosperidad, atizarán el discurso populista y lanzarán piedras desde los extremos para así degradar hasta el vacío las experiencias alternativas.
Ellos se sirven del escándalo y de las noticias falsas para desacreditar a los gobiernos democráticos. Se ceban en su debilidad, agudizan las contradicciones, y luego ellos se montan.
De tal manera que una conspiración continental, financiada por dinero mal habido, tiene que encararse también con un esfuerzo continental. Liberales y demócratas de América Latina deben saberlo y actuar unidos.
Con AMLO en el poder, ¿qué pueden hacer los mexicanos para evitar una consolidación y prolongación del socialismo del siglo XXI en su país?
Yo creo que el aprendizaje mas importante de la experiencia del socialismo del siglo XXI es que no se pueden endosar las instituciones a la voluntad de cambio revolucionario de los populistas que llegan al poder. Se trata de practicar con severidad los límites al poder presidencial y tener claro que ningún mandatario debe llegar a disponer como si tuviera en sus manos un mandato ilimitado.
Significa también acotar el significado de una victoria electoral, que por mucho o por poco, debe tener la misma interpretación: dentro de las atribuciones constitucionales, respetando la autonomía de los poderes públicos, entendiéndose como garantes de los derechos ciudadanos y sometidos a la ley. Sin intentar ser la vorágine que se siente encomendado para destruir todo y comenzar de nuevo.
Lo recomendable sería que desde el principio se pongan límites. Y en ese esfuerzo los ciudadanos y sus organizaciones representativas no pueden bajar la guardia.
En Colombia el líder de extrema izquierda, Gustavo Petro, también hace parte del Foro de Sao Paulo y en cuatro años intentará nuevamente llegar al poder. Desde la experiencia de Venezuela, ¿qué pueden hacer los colombianos para evitar que eso pase?
Los colombianos deben entender que ese es el desafío republicano más importante que tienen por delante. Van a vivir los próximos cuatro años una institucionalidad acosada por el discurso populista y las trampas de la paz. Les corresponde elevar a la más alta prioridad del Estado la necesidad de defender sus instituciones, ser efectivos en la construcción de consensos y muy eficaces en demostrar que se pueden resolver los problemas de la gente, así como que es posible gobernar con probidad.
Los extremismos asechan detrás de una sociedad escandalizada por las disonancias que el discurso irresponsable de la izquierda plantea con sistematicidad culposa. Los colombianos deben aprender a diferenciar el sano debate democrático de la pertinaz capacidad destructiva de los extremistas. Y aprovechar esta etapa para crear mercado, estimular la empresarialidad, mejorar la cobertura del Estado de derecho y respetar militantemente los derechos de propiedad.
Los problemas asociados a la violencia activa patrocinada por irregulares tienen que ser abordadas con mano firme, justicia plena y una gran capacidad pedagógica para advertirle al país que no hay otro camino que la consolidación de una política de seguridad democrática, sin concesiones al terror que se vale del chantaje de la paz para imponer condiciones imposibles de sostener. Es un largo y difícil camino, una campaña permanente para salvar al país del error.