El nombre del autor de este artículo se omite por su propia seguridad, pues reside en Cuba.
Desde el pasado 30 de mayo, vecinos del reparto capitalino Alturas de la Lisa carecen del preciado gas licuado para cocinar.
Esta realidad podría resultar extraña para muchos lectores, pues en otros países tienen sistemas más eficientes, según me explican, donde los servicios llegan a uno y no -como en Cuba y todo sistema socialista– donde uno va en búsqueda del servicio que a la larga se vuelve un lujo.
En Cuba, el gas no viene a uno, uno va en busca de gas.
Me correspondía el gas el 30 de abril y cuando llego al punto de ventas me encuentro con que no había gas. Me pasé desde las 9:00 am hasta las 2:00 pm en espera del dichoso camión que según los trabajadores del lugar debía venir para descargar el preciado liquido y nunca llegó.
El día 1ro de mayo, fue día feriado, por lo que el punto de ventas no ofreció servicios, por lo que tuve que cocinar con una cocina eléctrica, que me prestaron.
Al día siguiente, el 2, amanecí en el punto de ventas, pues como era de suponer, acudirían al mismo, los vecinos que les correspondían el gas el día 30, más los vecinos que les correspondían el día 1ro y 2 de mayo.
“Llegué a las 7:00 de la mañana y ya son las diez y el dichoso camión no llega”, me comentó una vecina del barrio.
En las imágenes, puede observar no solo el deterioro de los medios de transporte sino también de las calles, si es que se puede llamar calle a eso.
No crea usted respetado lector, que esto es una excepción. La falta de gas licuado a la población no es nada nuevo. El pueblo de Cuba vive una incertidumbre constante. La escasez y el desabastecimiento es propio del socialismo totalitario donde el Estado lo monopoliza todo.
Pues además de toda la burocracia con la que lidian los gobiernos del resto del mundo, seguridad, justicia y tal, bajo este sistema político, totalmente vinculado al económico, el Estado también se encarga de la producción y distribución de los servicios más básicos. Y que mucho abarca…
Ya han pasado varios días. La última vez que pasé por el punto de ventas fue a las 2:00 pm y por fin había llegado el gas, veremos si a los vecinos que les corresponde comprar mañana lo podrán obtener, porque según la cantidad de balones de gas que dejaron en el punto y la cantidad de vecinos que habían en el lugar, lo veo difícil.
Me han contado, pues nunca he salido de la isla, en buena medida porque me detendrían en el aeropuerto y por el riesgo de no poder volver, que fuera del país hay sistemas de gas por tubería, donde se paga por el servicio y aunque se quejan de los valores, dependerá del pago para obtenerlo, es decir, de ustedes mismos, no de los demás, mucho menos de un burócrata.
Así es que, estimado lector, llamo a la reflexión. No es cuestión de esperar un día, dos o tres para poder cocinar en mi propia casa, es una cuestión de principios. La queja es sobre la dependencia y la ineficiencia. Si lo quiero pagar, pues lo pago.
Y si hay quien me lo ofrezca, enhorabuena. Pero bajo este sistema que nos exige esperar de la mano de un Estado dadivoso que todo lo da y a cambio todo lo puede quitar, nos toca esperar y callados, porque cualquier queja es traición a la revolución y por tanto implica riesgo de prisión.
Por eso callan tantos, yo no.
*Mamela Fiallo Flor colaboró en la compilación de esta nota.