Solo 20 días le quedan al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, para conseguir una complicada investidura que le costará caro a España. Al caos, la represión y la amenaza a la institucionalidad que se vivió este lunes se sumaría “la degradación, cuando no abolición, del Estado de derecho” que advierte el Consejo General del Poder Judicial y la posible fragmentación territorial que buscan los separatistas que tienen en sus manos la reelección del líder socialista, para lo cual ya en el Parlament de Cataluña votarán este jueves una moción para constituir una ponencia redactora que elabore una nueva ley de referendo de autodeterminación.
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Aunque perdió las elecciones generales de julio, Sánchez logró su objetivo de que fracasara el mes pasado la investidura del líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, y que el rey Felipe VI lo propusiera para intentar formar gobierno. El detalle está en que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) no cuenta en conjunto con su aliado natural, Sumar, con los votos necesarios y, con tal de mantenerse aferrado al poder, está negociando una polémica amnistía que los españoles en las calles no están dispuestos a aceptar.
Libreto chavista para aferrarse al poder
Las manifestaciones que comenzaron el fin de semana alcanzaron este lunes un punto de no retorno. La brutal represión que –no en vano– muchos ya comparan con la opresión bajo los regímenes de Nicolás Maduro en Venezuela y Daniel Ortega en Nicaragua no hizo más que encender la mecha en una sociedad que Pedro Sánchez subestimó. “¡España acaba de despertar!”. Estas fueron las palabras de un hombre de la tercera afectado por el gas lacrimógeno que se convirtió en el símbolo de las protestas.
Si Pedro Sánchez no logra formar gobierno antes del 27 de noviembre, se disolverán las Cortes y se convocará a nuevas elecciones generales para el 14 de enero. Este sería el escenario que habría planteado desde un principio el presidente del Gobierno si su prioridad fuera España, tomando en cuenta que su permanencia en el cargo depende de los partidos que buscan fragmentar el país. Pero no es el caso. El líder de los socialistas españoles, al igual que los autócratas latinoamericanos, busca aferrarse al poder sin importar las consecuencias.
La reelección de Sánchez a cualquier costo
Durante los próximos 20 días, Pedro Sánchez someterá a España a la mayor incertidumbre y convulsión de las últimas décadas. Y es que en apenas 24 hora hubo protestas masivas en varias ciudades, represión desmedida que dio la vuelta al mundo, una declaración institucional del Consejo General del Poder Judicial que desafía al presidente del Gobierno, la apertura de una investigación por terrorismo por parte de la Audiencia Nacional contra los independentistas que negocian la investidura y el anuncio de una moción para constituir en un par de días en el Parlament de Cataluña una ponencia redactora para elaborar una nueva ley de referendo de autodeterminación como paso previo para la realización de la eventual consulta antes de febrero de 2025, cuando termina la actual legislatura.
Con todo este escenario, España parece estar a las puertas de otro 1 de octubre, con el agravante de que ahora los independentistas contarían con la complicidad de un Gobierno español dispuesto a traicionar la soberanía e integridad territorial por intereses políticos personales. La amnistía a los implicados en el intento secesionista de Cataluña en 2017 que negocia Sánchez a cambio de votos sería solo el primer paso.
Los dos principales partidos separatistas catalanes, Junts per Catalunya (JxCAT o Junts) y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) vienen por más. Ya el mes pasado elevaron sus exigencias. Quieren una negociación que permita “hacer efectivas las condiciones” para la celebración de un referendo de autodeterminación. Y aunque en ese momento el PSOE y el Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC) aseveraban que “por ese camino no había avance posible”, la posición asumida por Pedro Sánchez en las últimas horas, calificando a los manifestantes como “reaccionarios”, demuestra que está dispuesto a tensar la cuerda para garantizar su reelección a cualquier costo.