EnglishImaginemos por un momento que tenemos la posibilidad de dirigir al equipo de fútbol español Barcelona FC. Contamos con un plantel estelar en el que se encuentran jugadores de la talla de Gerard Piqué, Andrés Iniesta, Neymar y, entre muchos otros, el infalible Messi. En otras palabras, hay recursos abundantes y de primerísima calidad en el equipo español. Ahora imaginemos que comienzan las competencias y los torneos. Primero, jugando la copa de verano, la cual el equipo de estrellas logra conquistar. Sin embargo, en las competencias más serias, como el torneo local o la Champions League, al equipo no le va bien. Y para rematar, llega el final de la temporada y el equipo queda cerca de la zona de descenso.
Luego de una campaña mediocre, el director técnico es entrevistado y su respuesta llama la atención de todos: “No entiendo por qué los hinchas se quejan tanto si hemos logrado conquistar la copa de verano”. Está claro que con los recursos que posee el Barcelona, sus aspiraciones deberían ser mucho mayores que conformarse con la copa menos importante.
Salvando las distancias, algo similar ocurre con Argentina. El oficialismo hace alarde de cifras de crecimiento económico, pero ¿son suficientes? En un país como Argentina, con una diversidad y abundancia de recursos enorme y un gasto público tan elevado, ¿realmente puede hablarse de “década ganada,” como suele decir el gobierno? Además, hay que tener en cuenta de dónde parte el gobierno Kirchnerista para hacer comparaciones, las cifras con las que comparan el desempeño económico actual son del 2002, año donde se desencadenó una muy fuerte crisis en el país. Si se compara la situación actual con el piso del ciclo económico, desde luego se obtendrán tasas de “crecimiento”. Lo que aquí deberíamos cuestionar es ¿cuánto fue realmente crecimiento y cuánto recuperación de la crisis?
Si uno analiza el desempeño económico del país entre 1998 y 2002, en realidad no observa crecimiento, sino una recesión. Lo mismo sucedía en esa época en Uruguay, Venezuela (nuestro eterno déjà vu) y aunque en menor grado, en Paraguay. Si avanzamos en el tiempo y analizamos el crecimiento 2003-2007, casualmente en Argentina, Venezuela y Uruguay se dieron las tasas de crecimiento más altas. Obviamente, se trata de los países que tuvieron crisis en el período anterior, lo cual es normal dado el “rebote” económico típico de las economías que salen de una recesión. Por último, analizando el período de 2008 en adelante, estos países que rebotaron fenomenalmente moderaron su crecimiento. Uruguay fue el único de los tres que no lo moderó tanto. Sin embargo, Argentina y Venezuela fueron los que menos crecieron en este último lapso de tiempo.
Mostrada así, la película es muy distinta que si comparamos el crecimiento de 2013 con el de 2002, tomando a una fuerte crisis económica como punto de partida. Para rematar, además de poseer buenos recursos, el país tiene también un elevado gasto público como porcentaje del PIB, que alcanza alrededor del 46%. Al iniciarse el gobierno Kirchnerista, la cifra era del 30% del PIB. Es decir, a pesar que han incrementado considerablemente el monto del gasto público, los resultados no son muy alentadores: Inseguridad, elevada inflación, la catastrófica inundación en La Plata del año pasado, choques en el sistema de trenes con todas las muertes que ocasionan, empresas públicas fuertemente deficitarias, la expropiación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, y un largó etcétera.
Por esta razón, más que de década ganada o perdida debería hablarse de década desperdiciada. Porque con el contexto económico de viento de cola a favor que tuvo este gobierno, los resultados deberían haber sido mucho mejores; al menos no debería seguir existiendo en el país un nivel de pobreza que ronda el 25% de la población, con planes sociales que no logran hacer que los ciudadanos se integren en el mercado laboral.
Para dar un ejemplo clarificador: Si por ejemplo, el país hubiese crecido un 5% pero podría haber crecido 15%, ¿diríamos que el país sumó 5 puntos o perdió 10? Esa es la falencia del actual gobierno, tenía recursos para un crecimiento mayor y adopta una política conformista.
Por último, vale la pena recordar que en el 2015 este gobierno cumplirá su tercer mandato. Con lo cual no hay culpables del pasado a quien cuestionar, los culpables son ellos mismos. Argentina poseía todos los ingredientes para lograr un crecimiento fuerte y sostenible a lo largo del tiempo. Sin embargo, se optó por políticas populistas y de corto plazo que a la larga han logrado acumular problemas monetarios, fiscales, de inseguridad y educación —entre otros— que todavía están por resolver en el país. Tal vez aquí valgan las palabras de Séneca: “No es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho”.