A estas alturas, es bien sabido que en los Estados Unidos y en la mayoría de los llamados países libres existe un sólido Estado de vigilancia que recopila datos sobre toda la población. Esto ha quedado demostrado sin lugar a dudas por personas como Edward Snowden, un informante de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) que reveló que la NSA estaba llevando a cabo una vigilancia masiva de los ciudadanos de EEUU y de todo el mundo.
La NSA utilizó aplicaciones como las de Prism Systems para aprovecharse de las empresas y de la recopilación de datos que sus usuarios habían aceptado en las condiciones de servicio. Google escaneaba todos los correos electrónicos enviados a una dirección de Gmail para utilizarlos en publicidad personalizada. A continuación, el gobierno se dirigió a estas compañías y les exigió los datos, y esto es lo que hace que el Estado de vigilancia sea tan interesante. Neo-marxistas como Shoshana Zuboff lo han denominado «capitalismo de vigilancia».
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En China, la vigilancia masiva se lleva a cabo a pérdida. Instalar cámaras de circuito cerrado de televisión y contratar a trabajadores del gobierno para que formen parte de la redacción obligatoria de blogs y medios sociales puede resultar bastante caro. Pero si se aprovecha parasitariamente de una práctica comercial lucrativa, significa que el Estado de vigilancia obtendrá lucros, lo que constituye un gran activo y una debilidad aún mayor para el sistema.
Verás, cuando esto es en lo que se basa tu Estado de vigilancia, ha dado a sus súbditos un botón de exclusión. Dejan de utilizar los servicios que les espían. Hay software y servicios en línea que se denominan de «código abierto», que se refiere al software cuyo código está disponible públicamente y puede ser visto por cualquiera, de modo que se puede ver exactamente lo que hace ese software. Lo contrario, y con lo que probablemente ya estés familiarizado, es el software privativo. El software de código abierto suele promocionarse como respetuoso con la privacidad y no participa en la recopilación de datos. Este tipo de servicios pueden deshacer la delicada situación en la que nos encontramos.
Es un simple hecho de la vida que cuando al gobierno se le da un poder —ya sea para regular, vigilar, gravar o saquear— es casi imposible arrebatárselo al Estado sin deshacerse de él por completo. Por eso es tan importante deshacer la vigilancia masiva. Si el gobierno tiene el poder de espiar a su población, lo hará.
Hay personas, como los creadores de The Social Dilemma, que piensan que la solución a estas invasiones de la privacidad no es menos gobierno, sino más gobierno, argumentando que la recopilación de datos debería gravarse para disuadir de esta práctica o que es necesario establecer una regulación para prevenir activamente los abusos. Esto es una tontería para cualquiera que entienda el efecto que tienen las regulaciones y cómo funciona realmente Internet. La recopilación de datos es necesaria. No se puede tener correo electrónico sin algunos elementos de recopilación de datos, porque es simplemente la forma en que funciona el protocolo. La cuestión es cómo se almacenan y utilizan esos datos.
Un impuesto sobre la recopilación de datos en sí se convertirá simplemente en otro coste de hacer negocios. Una gran empresa como Google puede permitirse pagar un impuesto. Pero una empresa como Proton Mail, más pequeña y más respetuosa con la privacidad, probablemente no podría. El modelo de negocio de Proton Mail se basa en suscripciones de pago. Si se les impusieran impuestos adicionales, es posible que no pudieran hacer frente al coste y se vieran obligados a abandonar el mercado.
Para reiterar, si uno realmente se preocupa por la destrucción del Estado de vigilancia, el primer paso es realizar personalmente cambios en la forma en que interactúas con los servicios en línea y a quién decides dar tus datos.
Este artículo fue publicado originalmente por el Instituto Mises.
Joseph Lawrence es un estudiante australiano apasionado por la economía, la informática y la historia.