¿Qué tienen en común Adolf Hitler, Evita Perón, Hugo Chávez y Cristina Kirchner?
Primordialmente, en que esos cuatro personajes apelaron en sus discursos a la “justicia social”, al tiempo que en los hechos transformaron a sus respectivas naciones en un infierno. El saldo de su acción política fue dolor, miseria y la división de la sociedad en dos sectores irreconciliables.
La línea que une a Evita, Chávez y Cristina es directa. ¿Por qué?
Porque Juan Domingo Perón sin Evita no hubiese tenido éxito porque ella aportó la necesaria emoción cursi que al militar le faltaba, pero de gran llegada entre las masas populares. Además, Evita era “pueblo”.
Según se dice, Chávez estudió profundamente a Perón y a su estrategia para adoctrinar y apoderarse de las almas de los habitantes de su país. Perón decía abiertamente que había que adoctrinar en todos los niveles de la enseñanza a favor de la ideología peronista. No se quedó en meras palabras sino que lo efectuó, tal como testimonian los libros escolares que circulan por Internet. Chávez hizo lo mismo para implantar al chavismo. Incluso, apeló a la emoción cursi aunque en versión masculina.
Por su parte, Cristina Kirchner estudió a fondo a Evita a quien abiertamente admira. Incluso, pretende ser su alter ego.
Hitler no integra esa línea de parentesco político directo, pero puede ser considerado el paradigma del tipo de líderes integrado por los nombrados.
¿Por qué?
Porque en todos ellos el resentimiento fue el combustible que alimentó su rencor y los impulsó a alcanzar las más altas posiciones políticas dentro de sus respectivos países.
El resentimiento es una de las pasiones más nefastas que existen. Es peor que el odio porque este último es una emoción fuerte pero de duración acotada. En cambio, el resentimiento actúa en sordina y generalmente se prolonga a lo largo de toda la vida del sujeto. En consecuencia, su capacidad destructora —tanto para la propia persona como para los demás— es tremenda.
El resentimiento es un dolor moral producido por algo que se percibe como una ofensa, que puede ser real o imaginaria. Por ejemplo, hay mucha gente que es resentida porque otros tienen una condición socioeconómica mejor que la suya. Esas personas son las que suelen apoyar a cualquier autócrata si creen que va a perjudicar a aquellos que él envidia.
El resentido no olvida nunca aquello que lo hizo sufrir. Se manifiesta en la hostilidad hacia algo o alguien, en ira no resuelta o la incapacidad de perdonar. El pasado es un elemento clave del resentimiento porque este siempre está basado en hechos que provocaron amargura y que no pueden borrarse. Esta clase de personas tienen baja la autoestima, aunque muchas veces lo disimulan mediante manifestaciones de poder despótico.
Hitler, Evita, Chávez y Cristina sufrieron durante su infancia privaciones, maltratos y traumas derivados de su realidad familiar. Un hecho llamativo es que todos ellos (aparentemente con la excepción de Chávez) de niños fueron tímidos, razón por la cual, contrasta más el carácter despótico que exhibieron como gobernantes. Además, paradójicamente, odiaron a la clase social a la cual anhelaban ingresar.
Con respecto a Hitler, la fuente principal de su resentimiento provino de su incapacidad para triunfar en el mundo de las artes plásticas que era su mayor deseo. A los 18 años se fue a vivir a Viena con la intención de dedicarse a la pintura en forma profesional. Intenta ingresar a la Academia de Bellas Artes fue rechazado dos veces (en 1907 y en 1908).
Eso le produjo un enorme un malestar que intentó sobrellevar buscando un culpable de su fracaso. El blanco elegido fue la clase media burguesa alemana. El canal para dar salida a esa rabia y resentimiento fue la política…
En el caso de Evita, su resentimiento se originó en que además de ser pobre, era hija natural en una época donde eso estaba mal visto y constituía un estigma social. De niña no podía entender por qué ella no tenía una familia “legítima” ni las cosas que parecían normales dentro de los hogares que ella veía en el cine o escuchaba en los radioteatros.
Además, se sentía humillada cuando señoras de la beneficencia le regalaban una túnica para la escuela o un vestido usado que ya no les servía a sus hijas. Desde entonces empezó a odiarlas. En el libro que publicó titulado La razón de mi vida, Eva Perón expresa que “Desde que yo me acuerdo, cada injusticia me hace doler el alma como si se me clavase algo en ella. De cada edad guardo un recuerdo de alguna injusticia que me sublevó desgarrándome íntimamente”. El canal para dar salida a esa rabia y resentimiento fue la política…
Con respecto a Chávez, las razones de su resentimiento son parecidas a las ya mencionadas. Pero en su caso, el factor racial, el color de su piel, parecería haber sido un factor determinante. El canal para dar salida a esa rabia y resentimiento fue la política…
De todos los nombrados, Cristina es la única cuya historia todavía no se terminó de escribir. Sin embargo, hay partes que ya se conocen a pesar de los intentos de la vicepresidente argentina por esconderlos. Eso fue posible gracias a la investigación realizada por Laura Di Marco que publicó en forma de libro con el título Cristina Fernández. La verdadera historia. Allí se revelan detalles que no se conocían. Por ejemplo, que Cristina no es hija biológica de Eduardo Fernández como se dice oficialmente, sino que su verdadero padre no la reconoció. Según la autora, ese episodio la marcó profundamente al igual que las vicisitudes de su infancia, razón por la cual, busca por todos los medios que se mantengan en secreto. Esos sucesos fueron moldeando a lo largo del tiempo su figura como personaje político.
Di Marco afirma que “Cuando Cristina se enteró que yo estaba haciendo la biografía empezó a bloquear fuentes, fue un trabajo muy arduo. Me contacté con compañeras de la secundaria y me encontré con una Cristina diferente: no hablaba y era vergonzosa, pero hay que situarse en la época. El colectivero no era su papá biológico, y ella era muy distinta a sus amigas que tenían papás profesionales, de la aristocracia local. Ella lo padecía mucho. Había como un mix cool que era ir al colegio privado y rugby. Y Cristina no podía pagar la cuota del colegio porque su familia era de clase media baja”. Incluso, le hacían bullying.
En consecuencia, es claro que también en este caso la política ha sido para Cristina el medio idóneo para volcar su resentimiento y vengarse de todos aquellos que ella detesta porque a diferencia de lo que expresa en sus discursos, no es el amor lo que la mueve sino el odio.
Por tanto, vemos que el cocktail de política y resentimiento producen un brebaje tóxico nada recomendable para las naciones.