El gobierno del presidente chileno, Gabriel Boric, muestra interés en comprender las tendencias que reinan entre los diversos colectivos “LGTBI” de la Región Metropolitana de Santiago. Por ello, financió un estudio sobre las “fiestas chemsex”, las cuales involucran la combinación de actividad sexual en vivo y consumo de drogas.
Para indagar sobre estos encuentros que pueden prolongarse por largas horas y hasta días, el ministerio de Salud, aprobó 49,7 millones de pesos, equivalentes a 50800 dólares, para ejecutar en un plazo de 12 meses la investigación de las chemsex. Este término, derivado del inglés “chemicals” (químicos) y “sex” (sexo), se refiere a encuentros que involucran desinhibición, aumento de la resistencia y placer en las relaciones sexuales.
El propósito sería evaluar el riesgo de adicción, sobredosis y la posibilidad de contraer VIH ante mayor exposición, tal como lo revela La Tercera.
Instituciones sin criterio
La División de Prevención y Control de Enfermedades (Diprece) adscrita al Ministerio de Salud promovió la investigación. Para hacerlo, argumentó la necesidad de estudiar las fiestas chemsex para posteriormente establecer medidas sexuales preventivas basándose en los resultados obtenidos.
La metodología fue inusual. Se estableció la participación directa del personal vinculado al estudio, de modo que se pudiera efectuar una observación directa de quienes son incitados por la particular celebración. A ello se le sumaron entrevistas cara a cara. De esa forma, sería una indagatoria etnográfica, cuyos detalles quedarían minuciosamente registrados en un “diario de campo”.
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Fuentes de La Tercera detallan que las “observaciones” de las fiestas chemsex debían realizarse en tres espacios diferentes: fiestas privadas, eventos asociados a circuitos comerciales, al igual que locales establecidos que favorecen y habilitan espacios para encuentros sexuales como bares, saunas y clubs.
Todo fracasó y el estudio se frenó. Según el medio, uno de los investigadores fue agredido durante una observación en terreno. Aunque no se especifica el grado de las lesiones, el contrato asignado al Centro de Estudios Germina pasó a “categoría de suspendido”.
Práctica con antecedentes
Si bien el gobierno de Boric ha puesto el foco en las “chemsex”, esta práctica no es nueva. Se trata de una actividad que combina sexo y drogas, tanto en parejas como en grupos, con el uso de sustancias sintéticas como metanfetaminas, GBL/GHB o catinonas (el principio activo del khat, una planta que provoca euforia).
Su popularidad ha ido creciendo en la comunidad gay europea desde 2017, lo que ha generado un aumento en las advertencias sanitarias por parte de los servicios de atención a enfermedades infecciosas y tratamiento de adicciones.
De hecho, los servicios de psiquiatría también tienen referencias públicas sobre por el impacto en la salud mental que generan las chemsex. Especialistas del Hospital de Mataró en Barcelona, España; aseguran que pueden llevar hasta el suicidio, debido al uso semanal de mefedrona, una de las sustancias más habituales en estos encuentros, que provoca episodios de psicosis.
Si ello se suma algún cuadro de depresión o algún otro trastorno, entre ellos el de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) la tragedia es inevitable.
Las estadísticas de los Centros de Atención Integral a Drogodependientes (CAID) de la Comunidad de Madrid arrojan que de consultas relacionadas con las adicciones en ese contexto aumentó 600% desde 2015 hasta la fecha. En la mayoría de los casos prevalece el uso de la mefedrona y la metanfetamina como estimulantes sexuales y las sustancias desinhibidoras como GHB y la ketamina por su efecto anestésico para las prácticas más agresivas.