Las fraudulentas, dramáticas y riesgosas operaciones de los coyotes en el paso de Río Grande, entre Estados Unidos y México son, con frecuencia, las más reseñadas por la prensa internacional. Sin embargo, estas no son las únicas. El negocio del tráfico de personas también prolifera en la frontera de Chile, con la oferta de un “servicio especial” impune, que burla a las autoridades migratorias.
Sus actividades en la zona austral transcurren con discreción. Para los coyotes sureños la cautela es parte del protocolo del negocio, el cual tiene como finalidad lograr infiltrar a sus “clientes” como trabajadores de la minería. Las tretas se ejecutan mediante el uso de autobuses identificados con logotipos de las empresas que funcionan al norte del país.
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Bajo esa modalidad, los esposos Wilma Calle Ayaviri y Milton Mamani Mamani lideraron hasta hace poco una banda caída en desgracia, después de organizar innumerables traslados desde Colchane a Pozo Almonte, cobrando por la movilización ilegal. Así lo reseñan sus expedientes judiciales divulgados por BíoBío.
Negocio sin restricciones
Ahora, ¿cómo se lucraban los coyotes chilenos? Burlar a la autoridad con este “servicio especial” requería un pago que oscilaba entre 200 y 800 dólares. Estas cifras engrosan la industria de tráfico de personas, que reporta un alza en sus dividendos, al pasar de 500 millones de dólares en 2018 a 13000 millones de dólares en la actualidad sólo en la frontera de Estados Unidos.
Su negocio de traslado terrestre aceptaba pagos dólares o pesos chilenos en la frontera por transferencia bancaria, a través de una remesa o en efectivo. “Es un grupo que revela la fragilidad de la frontera y los controles carreteros en territorio nacional”, publica el medio local.
La peligrosa ruta de los coyotes y las tres paradas clave
La ruta del “servicio especial” de los coyotes chilenos iniciaba en Venezuela con la asistencia de un “trochero”, quien impartía la información sobre los trasbordos en Colombia, Perú, Bolivia y Ecuador. Su mayor responsabilidad era reclutar a los “clientes” de la trama y explicar el proceso general, antes de desembarcar en el terminal de buses de Santiago.
La travesía era clara. Luego del arribo a la frontera chilena, habría una caminata de 170 kilómetros hasta los sectores cordilleranos altiplánicos próximos al Complejo Fronterizo Colchane Pisiga, a unos 4000 metros de altura sobre el nivel del mar. Entrada la noche se concretaba el cruce, pese a la visibilidad mínima de la zona y las temperaturas por debajo de los 15° a enfrentar.
Una vez en Chile, los migrantes eran conducidos a dos casas clandestinas de resguardo, una en Colchane y otra en Escapiña, para evitar cualquier control policial. Según BioBío, estas casas estaban en condiciones precarias y sufrían de hacinamiento. Durante el juicio, José Aliscar Barrios Torres, un expolicía venezolano condenado por actuar como coyote en la zona de Colchane, reveló que en una ocasión la banda introdujo a 103 personas en una de las casas.
Tráfico bajo procedimiento
Los coyotes chilenos seguían un estricto procedimiento para el tráfico de migrantes. La salida estaba programada rigurosamente a las 04:30 de la madrugada desde las casas de seguridad. Nadie podía llegar tarde, ya que debían estar en Huara antes de las 08:00 de la mañana. La banda descubrió que a esa hora se producía un cambio de turno en la sede de la Tenencia de Carabineros, lo que les permitía pasar desapercibidos.
No había temor a posibles controles. En caso de que los funcionarios no cambiaran de turno, los coyotes tenían un plan alternativo: detenerse antes del control, hacer descender a los pasajeros y continuar a pie por el desierto.
“Como punto de referencia utilizaban una antena de telecomunicaciones ubicada a un costado de la ruta 5 Sur. Ese era el lugar donde minutos más tarde los clientes serían recogidos por los imputados en los mismos vehículos. Una vez en Pozo Almonte, los migrantes nuevamente eran recibidos en casas de seguridad. Y desde ahí, con la ayuda de otros condenados, embarcaban hasta Estación Central, en Santiago”, reportó Biobío.