Nadie puede confundir la renuncia del primer ministro de Perú, Aníbal Torres, con un episodio más de crisis en el gobierno del izquierdista Pedro Castillo. No, no lo es. Su dimisión es la gran jugada del mandatario para neutralizar la conflictividad que mantiene con el Congreso.
La maniobra está muy clara y lo estuvo desde que Torres solicitó al parlamento una “cuestión de confianza” para que se derogue una ley que establece que todo referendo que implique una reforma constitucional debe ser aprobado primero por el Legislativo.
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El pleno declaró inadmisible la gestión –como era de esperarse– y ahora Castillo tiene que remover a Torres y a los 18 ministros que conforman el tren Ejecutivo. Así lo establece la Constitución peruana cuando ocurre un rechazo a la cuestión de confianza. El presidente nombrará un quinto gabinete. Ya lo dijo al país en un mensaje nacional.
Presidente @PedroCastilloTe: "Luego de este rehusamiento expreso de la confianza, con la expresión de rechazo de plano, y, habiendo aceptado la renuncia del premier, a quien le agradezco su preocupación y su trabajo por el país, renovaré el gabinete". #SiempreConElPueblo pic.twitter.com/RD5fgV3G44
— Presidencia del Perú 🇵🇪 (@presidenciaperu) November 25, 2022
El escenario ideal para Castillo
Las jugadas de ajedrez que se vienen para Castillo con los nuevos nombramientos no son un problema. Buscará –como lo ha hecho– cercanos y aliados para cubrir las vacantes sin tomar en cuenta sus antecedentes o competencias.
Esta vez puede hacerlo sin temor a recibir el veto del Congreso porque la negativa del pleno a la petición de Torres obliga a la instancia a aprobar el próximo gabinete sin cuestionar a quienes lo integren; de lo contrario, el presidente estaría facultado para disolverlo por acumular dos rechazos a la cuestión de confianza. Ahí quería llegar el presidente. Y lo logró.
Torres, quien ascendió a su cargo en febrero, se inmoló para conseguir esta hazaña administrativa, considerando que en agosto presentó su dimisión “irrevocable” como primer ministro “por razones personales”, pero Castillo aparentó negarla para que el funcionario le igualara el tablero con el Congreso y luego pudiera retirarse.
Dejar de manos atadas al Legislativo es el mejor escenario con el que Torres podía despedirse del poder. El exhorto de Castillo, con olor a amenaza, es para que el pleno “recapacite”.
Denuncia por “falsa cuestión de confianza”
Aníbal Torres se va, pero no estará lejos de las turbulencias políticas, considerando que el congresista Héctor Valer presentó una denuncia constitucional en su contra, argumentando que habría solicitado una cuestión de confianza improcedente constitucionalmente con el objetivo de coaccionar al parlamento para la aprobación de un proyecto de ley que facilitaría el camino al presidente para la convocatoria a un referendo sin tener competencias para impulsar estas iniciativas.
El diputado de Somos Perú insiste en Twitter que la gestión de Torres corresponde a una “falsa cuestión de confianza al Congreso, cuando él está llamado a no coaccionar ni a omitir deberes funcionales”.
Denuncíe contra el Premier Dr Torres Vásquez Anibal, por presentar una falsa Cuestión de Confianza al Congreso, cuando él está llamado a no coaccionar ni a omitir deberes funcionales!!!@RPPNoticias @canalN_ pic.twitter.com/45M04Tzjoe
— Héctor Valer Pinto (@HectorValer_PER) November 25, 2022
Si la denuncia constitucional en contra de Aníbal Torres es admitida por la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales del Congreso, podría ser inhabilitado por diez años para ejercer cargos públicos.