Reforzar la presencia internacional es la estrategia que desenfundará el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, para intentar levantar la imagen de su Partido Socialista Obrero Español (PSOE) después de la tolda cosechar su peor derrota histórica en las elecciones autonómicas de Madrid, al quedar como la tercera fuerza política en votos.
El revolcón en la jornada de su abanderado Ángel Gabilondo, quien nada más logró sumar el 17 % de las boletas a favor, es la peor debacle que enfrenta Sánchez desde que tomó su cargo en 2018. El mandatario carga a cuestas el difícil resultado en las urnas que los dejó con solo 24 escaños dentro de la Asamblea de la capital, perdiendo así 13 curules y más de 300.000 votos.
Con esos números el PSOE lastra a la izquierda como único partido dentro de este bloque que no mejora sus resultados y ni siquiera suma con Más Madrid y Unidas Podemos para alcanzar los 65 diputados que obtuvo el Partido Popular de Isabel Díaz Ayuso, mucho menos para la mayoría absoluta (69).
No hay número bueno para el PSOE en este 4-M. Se acabó el partido que venció en votos y parlamentarios hace dos años al solo reunir 610.190 sufragios. Su peor cómputo, muy por debajo del 25,43 % que el propio Gabilondo cosechó en 2015 y del 27,31 % que obtuvo en 2019.
Para intentar lavar de ese desastre a su imagen y casa política, el mandatario hará una gira por Iberoamérica entre el 8 y 11 de junio. Argentina y Costa Rica son los dos destinos incluidos en la agenda para Sánchez disimular que vive un descalabro monumental en la región más rica de España y la tercera más poblada, al ser arrollado por Díaz Ayuso.
Repite Centroamérica
Las rutas del presidente español cambian con sus intereses políticos. En su primera gira sus paradas fueron Chile, Bolivia, Colombia y Costa Rica. Esta vez, solo repetirá a la nación centroamericana y las razones están implícitas.
Sebastián Piñera, desgastado y con un revés electoral en las megaelecciones que dieron una peligrosa bocanada de aire a la izquierda; Colombia sumergida en un caos impulsado por el vandalismo al igual que el terrorismo urbano frente a las fuerzas del orden; mientras que Bolivia no reporta algún peso en la agenda, por lo que le resta hacer escala en San José para un “encuentro de líderes”.
Un encuentro que lo marca el segundo choque diplomático que Sánchez atraviesa con Marruecos en seis meses. Después de la llegada masiva de pequeñas embarcaciones repletas de extranjeros a Canarias a finales del año pasado, el Gobierno español está obligado a reforzar la presencia policial en Ceuta, tras una oleada sin precedentes de inmigrantes —la mayoría menor de edad— que han accedido nadando a territorio español. Las autoridades de la ciudad autónoma han denunciado la pasividad de los agentes marroquíes.
La Delegación del Gobierno calcula que más de 5000 migrantes han entrado irregularmente a Ceuta durante este lunes y la madrugada del martes. Los desplazados bordean los espigones marítimos fronterizos del Tarajal y Benzú para entrar. Casi un millar de ellos han declarado ser menores, lo que impide su devolución inmediata y los centros de acogida de la ciudad autónoma están desbordados. Aún, así, Sánchez, cruzará los continentes.
Nada que buscar
Las dos naciones escogidas por Sánchez traducen su desespero y desatino para deslastrarse de su realidad política y oxigenar a su envestidura. Pisará Argentina cuando Alberto Fernández, el presidente peronista, ya lo visitó en La Moncloa y tiene revuelto al país por los dos años de recesión e inflación récord y el default de la deuda externa.
Allá con el kirchnerista poco capitalizará, considerando que Argentina está inmersa en una grave crisis, con índices de pobreza por encima del 44 % (la peor cifra en 15 años) y su moneda por los suelos. Sus problemas económicos son críticos, con un PIB a la baja —12% en promedio— y el mal manejo de la pandemia ya reporta 1,5 millones de contagios y al menos 40000 muertos.
Sin contar que Fernández administra las tensiones en la coalición de Gobierno donde confluyen corrientes peronistas de todo tipo, además de organizaciones sociales más o menos radicales que lo obligan a hacer de equilibrista y en ese juego, la relación con Cristina Kirchner es casi un asunto marital. Cada gesto de la expresidente desata especulaciones sobre este binomio y sobre quien realmente tiene el poder. Con Sánchez en el medio, estos dimes y diretes también sobrarán.