La incompetencia para formular preguntas adecuadas tendrá como consecuencia el infortunio de toparnos siempre con las respuestas equivocadas. Es imposible conocer el mar si estás caminando de espaldas a la costa. La encrucijada política venezolana no puede resolverse haciendo cuestionamientos simples o monolíticos, por tanto es menester agregar a la ecuación variantes que en la política tradicional no han sido cotejadas, y a su vez atar piezas que parecen extrañas pero que de alguna forma terminan correlacionándose.
De lo único que podemos tener certezas los venezolanos es de que vivimos bajo un sistema opresor y dictatorial, controlado por bandas criminales y terroristas. Hasta aquí todos acordamos. El problema comienza a darse cuando nos planteamos la primera pregunta: ¿y cómo salimos de este sistema bipartito de hegemonía política y criminal?
Si de algo hemos carecido los venezolanos, inmersos o no en sistemas o cúpulas políticas, es de la falta de criterios comunes. Un país devastado por un grupo criminales goza a su vez de unos rehenes histéricos que buscan imponer sus opiniones a la fuerza sobre los demás. Y no, que nadie se sienta ofendido: yo también he pasado por períodos irracionales producto de la desesperación, luego respiro y me doy cuenta que es imposible que yo tenga la razón, o que otro la tenga, pero hemos caído en la trampa, seguimos enfocándonos en puntos de conflicto, y no en puntos de combate.
La dinámica de la política venezolana los últimos cinco años ha gozado de una constante, una que curiosamente ha repetido ciclos que incluso se repiten en el tiempo.
Enero — febrero: rebrote de esperanza.
Marzo — abril: fuertes confrontaciones, sensación de superación y una “eminente salida del régimen”.
Mayo — junio: enfriamiento, diálogos, fracturas en la oposición, resurgimiento del régimen.
Julio — agosto: frustración, resignación, estabilización del régimen.
Septiembre — diciembre: apaciguamiento y desesperanza.
Esta dinámica cruel, con diferentes escenarios, objetivos a mediano plazo y actores, nos ha catapultado al fracaso una y otra vez. Nos ocurrió en 2014, en 2015, en 2016, en 2017, y tras un 2018 de estabilidad para el régimen, nos vuelve a pasar en el 2019, cumpliendo un ciclo de desilusiones extenuantes que parecen no tener explicación.
¿Incompetencia, colaboracionsimo, falta de decisión, incomprensión de la realidad, azar, mala suerte, virtud del régimen? Esta es una de las primeras preguntas, y una de las más importantes que se deben hacer todos los venezolanos, a partir de allí irán surgiendo nuevas preguntas que traerán nuevas respuestas.
En la actualidad existen al menos cinco ex-presos políticos del régimen con un criterio en común: ninguno quiere o aprueba el uso de la fuerza para deponer a Nicolás Maduro. En sus discursos recurren frecuentemente al diálogos como mecanismo para salir de un conglomerado criminal que tiene secuestrado a Venezuela desde hace más de 20 años, y que no ha dado pistas de querer abandonar el poder. Se trata de Iván Simonovis, Lorent Saleh, Gilber Caro, Yon Goicoechea, Leopoldo López (exiliado en la Embajada de España en Caracas). ¿A qué se debe? ¿Cuáles son las razones para esto? Es una pregunta muy importante. Y aclaro, no satanizo, no juzgo, hasta el momento solo me cuestiono, pues ese debe ser el deber de todo ciudadano.
A raíz de las preguntas anteriores, necesariamente deben surgir nuevas hipótesis y reflexiones:
- ¿Existe posibilidad de que el régimen salga por medio de una negociación?
- ¿Van a abandonar las minas de oro los guerrilleros bajo protección del régimen, por las buenas?
- ¿Van a abandonar las armas los colectivos en las ciudades del régimen, por las buenas?
- ¿Van a entregar las rutas de narcotráfico los militares por las buenas?
- ¿Van a salir los grupos terroristas árabes del país, por las buenas?
- ¿Van a entregar los privilegios y el botín de petróleo diario que tienen los cubanos por las buenas?
- ¿Se puede garantizar la vuelta a la democracia con los grupos criminales y delincuentes sueltos en el país?
- ¿Es posible transición a la democracia sin justicia?
- ¿Existe la posibilidad de que el régimen salga por medio de elecciones?
- ¿Aceptarían un resultado adverso?
Si las respuestas a todas las preguntas anteriores son negativas, entonces hay que pasar la página y formular nuevas preguntas:
- ¿Cuál es la alternativa política a una negociación?
- Si no abandonan las minas de oro por las buenas, ¿cuál camino queda?
- Si no sueltan las armas los colectivos, ¿cuál camino queda?
- Si no entregan las rutas de narcotráfico, ¿cuál camino queda?
- Si no salen los terroristas del país, ¿cuál camino queda?
- Si no entregan los privilegios los cubanos, ¿cuál camino queda?
- ¿Se puede?
- ¿Hay democracia si no hay justicia?
- ¿Pueden haber elecciones comprendiendo el escenario planteado?
- ¿Lo aceptarían? ¿Por las buenas?
Al despejarse las X, se empieza a establecer un camino más claro, es por ello que es tan importante hacerse las preguntas adecuadas, para así poder obtener las respuestas correctas.
- ¿Está usted dispuesto a durar veinte años más intentando negociar con el chavismo?
- ¿Cree que el país soporta más tiempo bajo la catástrofe del chavismo?
- ¿Hay más de una forma de acabar con esta pesadilla?
Existen muchas otras preguntas que nos debemos hacer. Por ejemplo, sería muy importante que nos preguntáramos como sociedad y a su vez transmitiéramos la incertidumbre a la dirigencia política sobre nuestros aliados, ¿quién es nuestro aliado más importante? ¿A quién debemos escuchar? ¿A quién debemos arrimarnos? ¿A quién debemos apartar?
Un ejercicio de cuestionamiento podría ser la llave de esa puerta que tantas veces hemos intentando abrir y permanece cerrada, lo importante no es tener mil llaves a ver cuál de todas encaja, lo importante es deshacernos de las llaves que no funcionan e ir directamente con la que abrirá la puerta.