El líder supremo e ídolo de multitudes del Partido Demócrata, Barack Obama, hizo una fiesta para celebrar su cumpleaños número sesenta en su mansión de verano ubicada en la exclusiva isla de Martha’s Vineyard. La fiesta no pasó desapercibida no solo por el derroche de dólares, opulencia y lujo en medio de una crisis económica sin precedentes en los Estados Unidos por causa de la pandemia y de la gestión desastrosa de Joe Biden, sino porque se hizo en la mitad del ataque de la mortal variante delta del COVID-19, el más mortífero virus en toda la historia de la humanidad, en contra de las súplicas que llegaron, incluso, de los militantes más fanáticos del progresista Partido Demócrata para tratar de prevenir un contagio masivo.
Para evitar suspicacias y que se conociera la verdad de lo que pasó al interior de la mansión que le costó a los Obama 11,7 millones de dólares (un poco más de 45.000 millones de pesos), se le prohibió a los 700 invitados publicar fotos o videos del ágape. De todas maneras y para contrarrestar la avalancha de críticas por la “hipocresía demócrata”, al ser los gobernadores y alcaldes demócratas los que más se han opuesto a la reapertura de los colegios y de la economía en su conjunto, la reportera del fundamentalista New York Times, Annie Karni, dijo que los asistentes a la fiesta tuvieron un bajo riesgo de contagio, debido a que hacían parte de una élite privilegiada o “multitud sofisticada y vacunada”. Sin embargo eso no sirvió porque, a los pocos días, casi un centenar de los asistentes a la rumba habían sido diagnosticados con COVID19 variante delta.
Una celebración de cumpleaños digna de los grandes capos colombianos del narcotráfico. Una fiesta vista solo en la época de Pablo Escobar en su Hacienda Nápoles o, en época más reciente, en la fiesta de cumpleaños de Camilo Torres alias ‘Fritanga’, en la isla Múcura del Caribe colombiano. Lo particular de la historia de la pareja de los Obama es que llegó a la Casa Blanca en el año 2009 con solo 1.3 millones de patrimonio neto total y multiplicó su fortuna 186,5 veces en pocos años.
Según estimaciones hechas en un estudio realizado por la Escuela de Negocios de American University, los ingresos por discursos y ventas de libros llevaron a los Obama a aumentar su fortuna de manera exponencial hasta llegar a 242,5 millones de dólares en el año 2017 después de dejar la Casa Blanca. Dicho de otra manera, los Obama ganaron mucho más de lo que ganaron Gabriel García Márquez y Deepak Chopra profesionales, de verdad, en escribir libros y en dar conferencias. O Márquez y Chopra deben tener unas fortunas inconmensurables y no lo sabemos.
Los más eficientes para aumentar su fortuna han sido los Clinton que lograron incrementar su riqueza después de pasar por la Casa Blanca en un 6.150 % al año 2017 que se hizo el estudio, si siguiera con la misma tendencia y con el mismo crecimiento de su riqueza, a hoy debe haber aumentado el 7.790 %. Pero no crean que hicieron su fortuna vendiendo pizza en una sofisticada cadena de pizzerías. No, la hicieron igual que Barack y Michelle Obama, vendiendo libros y dictando conferencias cobrando 250 mil dólares (casi 1.000 millones de devaluados pesos) por conferencia. Los Clinton tienen un corazón inmenso y son grandes filántropos que en 1995 abrieron un orfanato en la ciudad de Washington DC en compañía de una santa como la madre Teresa de Calcuta, que fue cerrado de repente en el año 2012. También, la Fundación Clinton ha estado muy comprometida con ayudar a los niños de Haití en donde, además, han hecho permanente presencia cada vez que una tragedia azota al país más pobre y miserable del continente.
El único presidente de Estados Unidos que no aumentó su riqueza desde que llegó al poder ha sido el presidente Donald Trump. No olvidar que él dona el sueldo que le asignaron. Trump, al parecer, no aprovechó los millones de seguidores que tenía en las redes sociales antes de que fuera víctima de una fuerte censura, para venderles libros y darles conferencias. Podría haber amasado una fortuna como la del colombiano Ami Rodríguez que con solo 6 millones de seguidores en sus redes sociales se gana la no despreciable suma de 234.000 dólares mensuales. Ami gana en dos meses, más de lo que gana el presidente de los Estados Unidos en todo un año de trabajo (USD $400.000). Por regla de tres sencilla, Trump con 80 millones de seguidores, podría ganar 3’120.000 dólares mensuales.
Es importante aclarar que los influenciadores no son multimillonarios por cuenta de la nimiedad que reciben de los administradores de las redes sociales que pagan, solamente, 4.000 dólares por cada millón de reproducciones de alguno de sus contenidos. El grueso de sus ingresos está por la publicidad de las grandes marcas que han visto cómo se aumentan las ventas de los productos que anuncian los influenciadores. Uno supondría que las empresas que le pagan a Ami Rodríguez semejante fortuna mensualmente, no deben dar abasto produciendo todo lo que logran vender gracias a la gestión promocional de Rodríguez. Y a eso se le debe sumar lo que reciben los influenciadores por asistir a eventos.
Al príncipe Harry de Inglaterra le pagan un millón de dólares por asistir a un evento y hacer un pequeño saludo. Sin embargo, no todos se sienten a gusto cuando les pagan millones de dólares por ir a un evento y saludar. Scott Disick exesposo de Kourtney Kardashian, se aburrió de ganarse la vida asistiendo a eventos como inauguraciones de bares, discotecas o restaurantes y prefirió dedicarse, mejor, a la finca raíz. O prefieren vender productos para el pelo como Daneidy Barrera, mejor conocida como “Epa Colombia” o vender cosméticos con marca propia como la también colombiana Paula Galindo la reconocida “Pautips” que, enseñándole a las latinas cosas tan útiles e importantes para la vida como tomarse fotos con el teléfono celular, lavarse el pelo y maquillarse, ha logrado amasar una fortuna que una mujer de su edad y con mayor grado de escolaridad, envidiaría.
Que los políticos se vuelvan multimillonarios después de haber estado administrando los recursos públicos que son de todos y no solo de ellos, abre enormes interrogantes sobre el origen real de sus fortunas, si tenemos en cuenta que por su trabajo, que no produce nada, ganan mucho menos que cualquier gran ejecutivo de las grandes empresas que sí generan valor y producen riqueza. Uno supone que el político quiere llegar al poder porque quiere servirle a su comunidad y no, porque pretenda volverse millonario generando solo gastos y ningún ingreso.
La agenda progresista es perfecta para que el erario público se dilapide sin que existan muchas preguntas o muchos cuestionamientos por el supuesto perfil noble de “sus” causas. Todo lo que no demande hacer una carretera, un puerto o un metro. El cambio del clima, la equidad de género, el antirracismo o la paz son excusas perfectas para que los recursos públicos se le entreguen a los particulares sin que nadie entienda muy bien el beneficio real para la sociedad al gastarse 28 millones de dólares en algo tan etéreo como la equidad de género en Pakistán o 10.000 millones de dólares para luchar contra una quimera como el cambio climático en Estados Unidos. Las oenegés desde la ONU hasta las pomposas fundaciones Obama y Clinton, pasando por Human Rights Watch, reciben multimillonarias donaciones que se gastan en muy pocos días para, supuestamente, atender el funcionamiento de unos “programas” que generan inmensos gastos anuales sin que se vea algún resultado concreto o mejora en lo que supuestamente dicen defender, proteger y promover.
Para resolver esos interrogantes, varias instituciones en el mundo están investigando la existencia de “carruseles” en los que los recursos públicos le son otorgados a oenegés inescrupulosas que se prestan para devolverle millones de dólares, a manera de “comisión”, al político que tramitó la asignación presupuestal a organismos que se hacen llamar “no gubernamentales” pero que dependen de los gobiernos para poder financiarse. Obvio, no es el caso de los Obama o de los Clinton porque esas parejas son muy bondadosas, caritativas y carismáticas, que serían incapaces de robarse los recursos del presupuesto que le pertenece a todos los estadounidenses.
Eso jamás lo harían unos expresidentes, eso solo lo harían unos vulgares delincuentes de cuello blanco. Ojalá, muy pronto, se desmonte esa estructura criminal que tiene a los países sumidos en la absoluta miseria por culpa de la corrupción en la decadente clase política.
Andrés Villota Gómez es consultor en temas de inversión responsable y sostenible, y es excorredor de bolsa con más de 20 años de experiencia en el mercado bursátil colombiano