Por Antonio Cadena
A un año de Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, y más allá de las impresiones subjetivas y poco fundamentadas del presidente, la realidad es contundente. Los dos indicadores que más les importan a los mexicanos son desesperanzadores. La economía y la seguridad muestran una terrible crisis, donde lo peor es que parece que no han tocado fondo.
La economía, según datos oficiales, está en recesión técnica. De crecer sostenidamente en sexenios anteriores, hoy se encuentra en picada. Lo peor es que este comportamiento no es consecuencia de turbulencias en la economía mundial o en factores externos que hayan provocado tal comportamiento. En realidad son las decisiones del presidente López Obrador lo que han generado un clima de incertidumbre que desembocó en esto. Él ni siquiera puede presumir de la transparencia en el manejo de recursos, sino todo lo contrario: un gran porcentaje de las compras hechas por su Gobierno han sido por adjudicación directa y sin seguir ningún tipo de protocolo que garantice que no hubo corrupción en el proceso.
De acuerdo con las opiniones de algunos especialistas, será probablemente en el segundo semestre del próximo año que las personas sentirán en sus bolsillos está caída en la economía. Pese a que empresarios otrora identificados con la mafia en el poder han anunciado fuertes inversiones, la realidad es que la relación con la clase empresarial ha sido tensa, por decirlo de algún modo. López Obrador parece empeñado en demostrar que el poder lo tiene él y que lo va a manejar como considere, sin importarle las opiniones de los demás. Así lo hizo cancelando el proyecto del aeropuerto de Texcoco, sobre el que voces especializadas le han insistido, una y otra vez, en su error. Todo ha sido en vano pues el presidente siente la necesidad de imponer su decisión, ya sea por necedad o por compromiso. Ese ha sido uno de los factores fundamentales por los que México ha caído en la confianza de los inversionistas, generando el grave problema que no se va a aliviar con programas clientelares, que es a donde el mandatario ha destinado el mayor porcentaje del presupuesto del próximo año.
Si la economía muestra una mala cara, la seguridad muestra un rostro siniestro. A los pocos meses de haber comenzado su Gobierno, un comando ejecutó a niños, bebés y mujeres mostrando que en el crimen organizado ya no existe ningún tipo de misericordia ni principios. Nuestros días continúan con matanzas, emboscadas a la Policía y al Ejército, secuestros, feminicidios, horror y violencia. Hasta que pasó lo que parecía imposible, lo que debió de ser imposible. El cártel de Sinaloa le mostró su poder a López Obrador y al mundo, venciendo al Estado.
En un hecho impensable el presidente se doblegó frente al crimen organizado y dejó libre a uno de los narcotraficantes más importantes del mundo. Aunque afirmó que su decisión la basó en una consideración humanitaria, en realidad pone de manifiesto tajantemente que su Gobierno fue incapaz de hacer valer el Estado de derecho y, al mismo tiempo, proteger la vida y seguridad de los ciudadanos (dos de las tareas fundamentales de cualquier Estado, supuestamente). Pero si esto en sí mismo ya es un gran fracaso, el torpe “manejo de la crisis” que tuvo el propio López Obrador es de dimensiones terribles. Primero se negó a dar declaraciones “desapareciendo” en un vuelo comercial en el momento de mayor incertidumbre. El presidente mostró su verdadera cara. En los momentos de crisis fue incapaz de manejar la situación, de tomar el control y liderazgo que su cargo supone. Por el contrario, se “escondió” en un evento que evidentemente era de menor importancia y dejó el manejo de la situación a su gabinete, que evidenció que no tiene ni comunicación ni coordinación interna. Después culpó al Ejército por no implementar bien dicho operativo. Así, mostró al Ejército derrotado e incapaz. Algo que no le perdonarán ni la tropa ni los altos mandos, como posteriormente se mostró en diversos videos. Finalmente, en un acto no solo de torpeza, sino de total falta de empatía y criterio, devela el nombre del militar a cargo de tal operativo, poniéndolo en peligro de muerte junto a toda su familia. El Ejército pudo ver que tiene como líder a una persona que frente a una grave situación se acobarda, no sabe reaccionar y los abandona.
La trump, en un ambiente electoral donde se está jugando su continuidad, es contundente: si tú no puedes controlar al crimen organizado, lo vamos a hacer nosotros. Y así, pretende darles la categoría de terroristas a los cárteles de la droga y, con ello, a todos sus cómplices (políticos y empresarios incluidos). Con esto sinceramente no creo que Trump esté pensando en una invasión militar en México, sabiendo que el estallido de esa violencia puede fácilmente escalar a una situación que explote también en EE. UU. Pero sí puede perseguir y congelar los recursos financieros que incluso lleguen a las esferas más altas del poder en México. Trump tendrá en su control a López Obrador, quien en situaciones de extrema tensión no ha mostrado tener aplomo ni carácter.
En las llamadas “mañaneras” un puñado de “periodistas” del régimen se encargan de gritar a los cuatro vientos que “el traje del emperador es hermoso”. La realidad sangrienta, macabra y en crisis no solo nos muestra a un gobernante desnudo, sino también incapaz y acobardado en los momentos en los que se requiere del liderazgo que no tiene.
Antonio Cadena es maestro en filosofía, profesor, escritor y emprendedor. Presidente de la Fundación Prosperidad y Libertad, encargada de difundir los valores e ideas liberales y libertarias en Morelos, México.