Por Gerardo Enrique Garibay Camarena
Ricardo Anaya, José Antonio Meade, Margarita Zavala y Jaime Rodríguez “El Bronco” están entrelazados por declaraciones, revanchas, rencores e intereses en conflicto. Han pasado más de un año en una amarga lucha por fagocitar los simpatizantes de los otros y en el camino han provocado heridas y repartido golpes bajos. Y no les ha servido de nada.
La última encuesta publicada por Reforma debe ser la llamada de atención definitiva para los candidatos y a sus equipos de campaña, y sus conclusiones deben igualmente resultar tan claras como preocupantes: el grosero linchamiento mediático e institucional del Gobierno federal en contra de Ricardo Anaya no le dio un solo voto a Meade, sino que transfirió el ímpetu de Anaya hacia López Obrador. Los pataleos de Margarita Zavala y su campaña a medio vapor no han convencido a nadie más allá de su círculo de incondicionales y la supuesta fuerza del zavalismo (que en su cuartel de campaña calculaba un 16 % el año pasado) en la realidad no ha pasado ni pasará del 5%. Lo mismo El Bronco, atorado en el 3 %.
En pocas palabras, Reforma muestra a López Obrador con una ventaja de 2 a 1 sobre sus rivales. Al 15 de abril tiene el 48 % de las preferencias efectivas, contra un 26 % de Ricardo Anaya (que ha perdido 6 puntos en un par de meses), un 18 % de Meade (es decir, el voto duro del PRI, del que no pasa) y un 8 % de Zavala y El Bronco. Y no es solo esta encuesta, en términos generales en por lo menos un mes se ha mostrado un ascenso de López Obrador acompañado de la caída o estancamiento de los otros.
Más aún, muestran un dominio prácticamente absoluto de López Obrador en el sur del país y un crecimiento sostenido en el norte, una zona del país en la que él no había tenido éxito en 2006.
A nivel regional, la encuesta de Reforma presenta una ventaja gigantesca para el candidato de izquierda en tres de las cinco circunscripciones del país: de dos a uno en la primera circunscripción (desde Jalisco hasta Baja California norte y Sonora) y de más de tres a uno, tanto en la tercera circunscripción (de Veracruz a Yucatán), como en la cuarta (de la Ciudad de México a Puebla).
Por su parte, Anaya y López Obrador pelean con uñas y dientes la segunda circunscripción (de Guanajuato a Nuevo León, con 28 % de Anaya, contra 27 % de López Obrador) y la quinta circunscripción (de Colima al Estado de México, con 30 % de López Obrador contra 28 % de Anaya).
¿Qué significa todo esto?
Primero, que es hora de enfrentar la realidad. Sigo viendo a muchos simpatizantes de Anaya, Meade y demás, que siguen aferrados a que “Obrador pierde siempre”, a que “así estaban las encuestas en 2006” o a que “Hillary le llevaba ventaja a Trump”. Sin embargo, ni Obrador pierde siempre (pregúntenle a la ciudad de México en 2000), ni las condiciones de hoy son como las del 2006 y tampoco aplica el ejemplo Hillary, pues ella efectivamente ganó el voto popular con casi 2 millones de sufragios de ventaja (la diferencia es que en Estados Unidos el presidente es electo través del colegio electoral, y no por voto popular). Es decir: no esperemos que el destino nos salve.
Segundo, que lo que hemos visto en las campañas de los candidatos presidenciales (todos) se ha quedado muy corto y necesitarán mejorar muchísimo su mensaje para ser realmente competitivos con López Obrador.
En particular, siguen sin dejar claro cuál es su proyecto de nación. ¿Cómo se ve México en 2024 con Anaya, Meade, Zavala o El Bronco como presidentes? y ¿por qué ese México es preferible al del candidato de izquierda? Estas son las dos grandes preguntas que necesitan responder, pero que ni siquiera están planteando.
Tercero, que pegarse entre ellos es una estupidez. Peña utilizó a la PGR como ariete contra Anaya con la esperanza de que los votos que perdiera Ricardo se movieran hacia Meade, pero todas las encuestas razonablemente serias muestran que esa estrategia fracasó por completo.
La gente que se espantó con las acusaciones viró hacia López Obrador y lo mismo va a suceder con cualquier otro ataque entre los candidatos. El único beneficiario de las patadas entre ellos será él, porque cada nueva denuncia de corrupción respalda ante los ojos de la sociedad su argumento en contra de la “clase política”.
Cuarto: que razonar con los obradoristas es imposible, como ha quedado abundantemente claro ante los evidentes tropiezos lógicos de López Obrador en el tema el aeropuerto, los solovinos (y conste que quien les puso así fue él) se lanzaron a una rutina de malabarismos semánticos dignos del Cirque du Soleil, todo con tal de no aceptar ni siquiera el más pequeño de los errores por parte de su líder.
El hecho es que están demasiado enojados con el sistema como para aceptar cualquier razonamiento que vaya en contra de su coraje. A estas alturas “pejezombies” ha dejado de ser un insulto para convertirse en mera descripción de las auténticas marabunta que recorren las redes y el mundo real respondiendo a todo problema o argumento con el gruñido de “AMLO 2018”.
Quinto, y último, que ni Anaya ni Meade y mucho menos Zavala o El Bronco pueden ganar solos. Observando tanto las cifras actuales de las encuestas como las tendencias que hemos confirmado una y otra vez a lo largo del año, incluso aliados será difícil derrotar a López Obrador. Hacerlo solos sería directamente imposible, y más nos vale que los equipos de campaña y los propios candidatos entiendan esta realidad lo más pronto posible.
Si queremos evitar el triunfo de Obrador y el monumental retroceso populista y demagógico que este traería consigo, más nos vale que a los candidatos y sus aduladores les caiga el 20 de que sus egos y sus pleitos nos valen un cacahuate, y un cacahuate será más que lo que valgan sus institutos políticos si AMLO logra hacerse con el control del país. Si la evaporación del PAN y el PRI en la ciudad de México después del año 2000 fue dramática, no tienen idea de lo que les espera en todo México una vez que López Obrador empiece a repartir presupuestos, subsidios y canonjías.
¿Cuál es la esperanza?
Que los partidos entiendan esto a tiempo. Que lleguen al debate del domingo con el acuerdo de enfocar todas sus baterías en exhibir las incoherencias, las tropelías, los actos de corrupción y los peligros de la trayectoria y las propuestas de López Obrador.
Que salgan a partir del lunes 23 en unidad, si no oficial al menos en la práctica, respaldando al candidato que verdaderamente pueda competir con el candidato de izquierda, perfil que en estos momentos parece ser el de Ricardo Anaya.
En pocas palabras: ¡Únanse carajo! Que, si no, seguro se los lleva la trampa.
Por cierto… Hace 20 años en Venezuela el candidato que lanzó el régimen contra Hugo Chávez fue Henrique Salas Römer, un economista egresado de Yale, igual que José Antonio Meade.
*Gerardo Garibay es editor de Wellington.mx, autor de los libros “Sin Medias Tintas” y “López, Carter, Reagan”, analista y profesor universitario.