
Por Camilo Noguera Pardo*
Si bien es cierto que la moda es fascinante en el ámbito del vestir, en el pensamiento, en cambio, es lamentable. Y es que el concepto filosofía ha devenido en moda, desafortunadamente. Es usado con ligereza en conferencias, seminarios, foros, aulas de clase, artículos científicos, libros y hasta coaching. Todos lo usan, pero como se usa la moda, con ligereza, según las estaciones, sin saber muy bien el qué, el por qué, el cómo y el para qué. Así las cosas, este uso veleidoso e irreflexivo ha desnaturalizado al concepto. Su desnaturalización ha sido tal que algunos gobiernos e instituciones educativas insisten en hacer de la filosofía una asignatura optativa. Sin embargo, al mismo tiempo que reducen el presupuesto y el espacio para las humanidades, en general, y para la filosofía, en particular, hablan y publican sobre filosofía y sentido universitario. Toda una contradicción, por decir lo menos.
Lo cierto es que caer en cuenta de las muchas bondades que emanan de la sabiduría y del ejercicio filosófico no debería ser tarea difícil. Con todo, desde la antigüedad clásica, los filósofos han tenido que justificar su rol en el desarrollo de la polis. Los Diálogos de Platón y la ética aristotélica, por citar tan solo dos ejemplos, se ocupan de ello y articulan respuestas rigurosas a preguntas tales como: ¿para qué sirve la virtud y cuál es su relación con la felicidad?, ¿qué aporta el filósofo a un Estado?, ¿por qué debe perseguirse la sabiduría?
Pues bien, quienes niegan la importancia de la filosofía no solo desconocen los discursos de Platón y de Aristóteles, sino también más de diecinueve siglos de tradición filosófica y humanística, tradición que ha probado que la filosofía se constituye como la actitud humana por excelencia. Negarse a filosofar es, en últimas, negarse a pensar y a preguntarse los porqués de la realidad.
Así las cosas, y en vista de la apatía que los pseudoacadémicos y algunos mandatarios de turno manifiestan por el pensamiento de antaño, filósofos y pensadores contemporáneos de todas las latitudes se han visto en la obligación de elaborar argumentos atractivos para un público cada vez más frívolo. El discurso acerca del para qué de la filosofía y de las humanidades ha logrado articular pedagogías seductoras, capaces, por fortuna, de empezar a calar en las juventudes y en el pensamiento de las mayorías. Pues bien, presento, aunque de manera brevísima, cuatro argumentos de pensadores de prestigio internacional y de palmaria actualidad, los cuales resumen para qué sirve la filosofía.
André Comte-Sponville, miembro del Comité Consultivo Nacional de Ética Francés, en su texto Invitación a la filosofía, considera que la filosofía es una lucha por la sabiduría, cuya arma es la razón y cuyo enemigo es la ignorancia. Para Comte-Sponville la filosofía es un camino hacia la felicidad y una defensa contra toda forma de totalitarismo.
Alan Badiou, dramaturgo, novelista y filósofo francés, en una conversación fecunda con otro renombrado filósofo y activista político, Slavoj Žižek, resume la importancia de la filosofía afirmando que esta es la apertura al pensamiento y el despertar de la conciencia. Para Badiou, el filósofo problematiza el mundo y, al hacerlo, faculta al sujeto para cuestionar la realidad.
Martha Nussbaum, filosofa estadounidense, piensa que la necesidad de la filosofía radica en su estrecha relación con el florecimiento humano. Este florecimiento dependerá de que cada persona desarrolle sus capacidades intrínsecas, capacidades que resultan luego de un contacto permanente y serio con las humanidades.
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Adela Cortina, catedrática de ética en la Universidad de Valencia, en su reciente texto Para qué sirve realmente la ética, presenta argumentos convincentes al respecto: 1) la ética forma el carácter y madura la libertad; 2) la ética fomenta actitudes de cuidado; 3) la ética fundamenta los juicios morales; 4) la ética combate el individualismo; 5) la ética aminora el sufrimiento.
*Camilo Noguera Pardo es Ph.D (c) en bioética; PH.D (est.) humanidades; magíster en docencia e investigación universitaria; especialista en docencia e investigación universitaria; maestrando en estudios avanzados en literatura española e hispanoamericana; abogado con estudios mayores en filosofía y humanidades. Miembro del ICEB. Miembro de la Red Internacional de Bioderecho. Director del Centro de formación continuada en humanidades de la Universidad Sergio Arboleda.